T¨²nez, la revoluci¨®n del consenso
La sociedad civil fuerza a islamistas y laicos a culminar la transici¨®n democr¨¢tica con una Constituci¨®n que consagra el car¨¢cter civil del Estado
Hubo momentos tensos en los que un diputado laico acus¨® a un islamista que crear un clima propicio para que le matasen. Hubo momentos emocionantes, como cuando se aprob¨® la paridad de hombres y mujeres en los ¨®rganos electos y los parlamentarios se pusieron en pie y cantaron el himno nacional. Hubo tambi¨¦n l¨¢grimas en el hemiciclo cuando se vot¨® el art¨ªculo que reconoce los derechos de los exiliados pol¨ªticos, lo que afecta a un buen pu?ado de congresistas.
En medio de muchas tensiones, con retraso sobre los plazos previstos ¡ªdeb¨ªa de haberse terminado el 14 de enero¡ª, pero con un amplio consenso, la Asamblea Nacional Constituyente de T¨²nez est¨¢ ultimando los 146 art¨ªculos de la primera ley fundamental democr¨¢tica del pa¨ªs y, probablemente tambi¨¦n, la primera del mundo ¨¢rabe concebida para que sea duradera. Despu¨¦s se formar¨¢ un Gobierno independiente encargado de organizar unas elecciones transparentes, como las de 2011 que ganaron los islamistas moderados de Ennahda con m¨¢s del 40% de los sufragios.
Tres a?os despu¨¦s del derrocamiento del dictador Ben Ali, el pa¨ªs en el que arranc¨® la llamada primavera ¨¢rabe se adentra as¨ª por un camino diferente del de sus vecinos orientales, que siguieron su ejemplo en un primer momento. Libia est¨¢ sumida en la violencia y en el caos mientras que en Egipto los militares han vuelto a ejercer el poder desde agosto pasado.
¡°S¨ª, nos alegramos de la paridad en los ¨®rganos elegidos por sufragio universal¡±, declara con rotundidad Fathia Hizem, de la Asociaci¨®n Tunecina de Mujeres Dem¨®cratas. Hasta las feministas ac¨¦rrimas como Hizem resaltan los aspectos positivos de la nueva Constituci¨®n. Esta proclama tambi¨¦n la igualdad de hombres y mujeres ante la ley. ¡°Aunque hubiese sido preferible que la proclamase a secas, porque la legislaci¨®n es discriminatoria¡±, se queja la militante feminista.
Pese a algunos reparos, ¡°la Constituci¨®n, tal y como est¨¢ redactada, va en la buena direcci¨®n¡±, asegura Amna Guellali, investigadora de la ONG Human Rights Watch para T¨²nez y Marruecos. Adem¨¢s de la paridad, la ley fundamental excluye que la shar¨ªa (ley isl¨¢mica) sea fuente del derecho. Consagra el car¨¢cter civil del Estado, la libertad de culto y tambi¨¦n la de conciencia, es decir, el derecho para un musulm¨¢n a cambiar de religi¨®n, algo vetado en los dem¨¢s pa¨ªses ¨¢rabes.
?C¨®mo ha sido posible alcanzar estos acuerdos entre los islamistas, que ostentan la mayor¨ªa relativa, y sus adversarios laicos o modernistas? ¡°Tras los sucesivos fracasos de los gobiernos y de otras instituciones se ha dejado de razonar en t¨¦rminos de mayor¨ªa versus minor¨ªa y se ha impuesto el consenso, que es la condici¨®n sine quae non del ¨¦xito de una transici¨®n¡±, explica el tunecino Amine Ghali, director del Centro Kawakibi para la Transici¨®n Democr¨¢tica.
¡°La sociedad tunecina ha sabido cerrar el paso al oscurantismo¡±, afirma Mouldi Lahmar, catedr¨¢tico de sociolog¨ªa de la Universidad de T¨²nez. ¡°Pese a ser num¨¦ricamente d¨¦bil, la oposici¨®n ha hecho frente al intento de redactar una Constituci¨®n ideol¨®gicamente sectaria¡±, a?ade. Y cuando se votaron art¨ªculos clave, ¡°algunos diputados de la llamada troika [partidos asociados a los islamistas] se aliaron con la oposici¨®n¡±, recuerda.
¡°Este consenso no hubiese sido posible sin la sociedad civil, desde las ONG hasta los intelectuales pasando por los empresarios, el sindicalismo o la prensa, que se han convertido en protagonistas de la transici¨®n¡±, recalca Amine Ghali. Si los islamistas, encabezados por Rachid Ghanouchi, de 72 a?os, y sus contrarios, dirigidos por B¨¦ji Caid Essebsi, de 87 a?os, se han sentado en la mesa de di¨¢logo ha sido, en buena media, gracias al poderoso sindicato Uni¨®n General de Trabajadores Tunecinos (UGTT), que cuenta con cerca de medio mill¨®n de afiliados en un pa¨ªs de diez millones de habitantes.
De todos los pa¨ªses norteafricanos T¨²nez es, probablemente, el que tiene una sociedad civil m¨¢s din¨¢mica. Mouldi Lahmar atribuye, parad¨®jicamente, parte de su desarrollo a la dictadura de Ben Ali. ¡°Es verdad que T¨²nez tuvo un r¨¦gimen desp¨®tico durante d¨¦cadas, pero el esfuerzo que modernizaci¨®n que se hizo entonces debilit¨® a las fuerzas sociales que se apoyaban en estructuras y valores antropol¨®gicamente superados¡±, sostiene.
Cuando concluya la votaci¨®n, art¨ªculo por art¨ªculo, de la Constituci¨®n, la Asamblea deber¨¢ aprobarla por una mayor¨ªa de dos tercios o ser¨¢ necesario convocar un refer¨¦ndum; se anunciar¨¢ la formaci¨®n de un Ejecutivo independiente, dirigido por el exministro de Industria Mehdi Jomaa, y se celebrar¨¢n elecciones legislativas entre finales de la primavera y principios de oto?o.?
?No descarrilar¨¢ la transici¨®n tunecina? ¡°T¨²nez no se ha librado a¨²n definitivamente de la dictadura¡±, responde el soci¨®logo Lahmar. ¡°Su clase pol¨ªtica es fr¨¢gil e inexperta y hay fuerzas extranjeras que se interesan muy de cerca por este pa¨ªs¡±, a?ade. ¡°Se trata de aquellos que no quieren que una democracia se consolide en T¨²nez y que ejercen su influencia a trav¨¦s del dinero, es decir, de los ¨¢rabes del Golfo¡±, precisa Amine Ghali. El presidente de T¨²nez, Moncef Marzouki, habl¨® incluso, en el diario franc¨¦s Le Monde, del ¡°veto de potencias ¨¢rabes que no desean que el proceso democr¨¢tico tenga ¨¦xito¡±.
El entusiasmo que suscit¨® el derribo de la dictadura ha deca¨ªdo. La incertidumbre que acompa?a a las transiciones no estimula el crecimiento econ¨®mico, aunque 2013 marca una cierta recuperaci¨®n con una progresi¨®n del PIB de m¨¢s del 3%.
Mientras coloca la fr¨¢gil mesita en la que exhibe sus baratijas, en una de las puertas de acceso al zoco de T¨²nez, Ahmed, un vendedor ambulante de 30 a?os, reacciona con escepticismo cuando se le menciona el repunte del crecimiento. ¡°No noto que al final del d¨ªa tenga m¨¢s dinero ni que nadie me haya ofrecido un puesto de trabajo decente¡±, afirma con rabia. ¡°En tiempos de Ben Ali ya pensaba en emigrar, pero confiaba en un cambio¡±, a?ade. ¡°Ahora sigo pensando en ello, no conf¨ªo en ning¨²n cambio y no puedo irme porque ya tengo familia¡±, concluye. Reconoce, eso s¨ª, que en otros tiempos no se hubiese atrevido a hablar de pol¨ªtica con un periodista extranjero.
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