El extremismo crece en la Uni¨®n Europea pero no arrolla
La incidencia de los populistas en las normas de la Euroc¨¢mara es m¨ªnima, aunque pesan m¨¢s en el debate nacional
El partido nazi obtuvo el 2,6% de los votos en 1928; cinco a?os despu¨¦s, Adolf Hitler fue nombrado canciller alem¨¢n. Ese salto ol¨ªmpico hacia la cumbre fue tan espectacular como simult¨¢nea la ca¨ªda al abismo de los salarios, el empleo y todo lo dem¨¢s. La historia va de la mano de la iron¨ªa: no se repite, pero rima. La UE se cre¨® para impedir que se reprodujeran viejos conflictos, pero ha creado condiciones que abonan un terreno f¨¦rtil para los extremismos, para partidos que cosechar¨¢n muchos votos en las elecciones europeas de mayo. Los n¨²meros son preocupantes. Pero a veces las estad¨ªsticas provocan espejismos: a pesar del ascenso en las encuestas, ese caj¨®n de sastre que forman populistas, euroesc¨¦pticos, eur¨®fobos y extremistas dif¨ªcilmente va a cambiar su papel en el Parlamento. Y su papel consiste, b¨¢sicamente, en usar la Euroc¨¢mara como meg¨¢fono. Vociferar, gesticular, salir en televisi¨®n. Poco m¨¢s: esos partidos han tenido una incidencia m¨ªnima en la legislaci¨®n en la ¨²ltima legislatura.
No han impulsado nada, no han bloqueado nada. ¡°Su mayor impacto es indirecto, en los debates nacionales sobre inmigraci¨®n, sobre mercado ¨²nico, siempre con la crisis y el miedo como tel¨®n de fondo¡±, asegura un portavoz del Parlamento. Eso s¨ª, la historia nunca se reproduce exactamente, pero de vez en cuando regala versos asonantes: puede que partidos como el filofascista griego Aurora Dorada desaparezcan cuando acabe la crisis, pero la UE moderna, una vez m¨¢s, ha visto a los nazis pasearse por las calles.
La secuencia de los a?os treinta del siglo pasado fue recesi¨®n-desencanto social-irritaci¨®n-conflictividad pol¨ªtica-guerra, siempre en medio de un enorme pesimismo ambiental. Durante la Gran Recesi¨®n, con ese mismo pesimismo incrustado en el estado de ¨¢nimo europeo, la cadena ha llegado hasta la irritaci¨®n pero no ha generado movilizaciones masivas ¡ªhasta ahora¡ª, sino solo estallidos parciales. Aun as¨ª, la pol¨ªtica europea se est¨¢ transformando en una especie de cocina con un calor insoportable. Con dos efectos inequ¨ªvocos: la crisis ha barrido a Gobiernos de todo tipo, del Norte al Sur (con una excepci¨®n: Alemania); y emergen en el centro del sistema los extremismos.
Las encuestas ¡ªver gr¨¢fico¡ª les dan casi una quinta parte de la Euroc¨¢mara, frente al 12% actual. ¡°M¨¢s peso ser¨ªa peligroso: si llegan a copar un tercio de los esca?os ser¨¢ dif¨ªcil manejarlos¡±, apunta Guntram Wolf, del think-tank Bruegel. Pero incluso con las encuestas en la mano es dif¨ªcil hacer n¨²meros: son fuerzas de ¨ªndole muy diversa, pero confluyen al menos en apuntar contra la torre de marfil de la burocracia europea (odio a Europa), en agitar el espantajo de los efectos de la globalizaci¨®n y la apertura de fronteras (miedo al inmigrante) y en un discurso nacionalista que subraya los d¨¦ficits democr¨¢ticos de la UE y esa creciente supremac¨ªa de la econom¨ªa sobre la pol¨ªtica.
Las instituciones europeas han gestionado la crisis cruzando muchas las l¨ªneas rojas de la antigua soberan¨ªa nacional: Bruselas da ¨®rdenes sobre pensiones, impuestos, salarios, mercado laboral, empleos p¨²blicos y presupuestos, que hasta ahora era el coraz¨®n del Estado del bienestar y pertenec¨ªa a la esfera de las identidades nacionales. Para Alessandro Leipold, del Lisbon Council, ¡°eso ha provocado que mucha gente culpe de su situaci¨®n a Merkel, a Bruselas¡±. El soci¨®logo Norman Birnbaum va m¨¢s all¨¢: ¡°El Sur acusa a la UE de obligarle a un ajuste tremendo; el Norte achaca a las instituciones europeas que no haya sabido controlar al Sur. Entre las debilidades y la irritaci¨®n de los pa¨ªses deudores y el elitismo insoportable de los alemanes y alg¨²n supuesto l¨ªder en Bruselas, la UE corre el riesgo de perder sus se?as de identidad¡±. ¡°No hay Willy Brandts ni Schmidts en la izquierda; no hay Monnets, De Gaulles, Macmillans o De Gasperis en la derecha. La ausencia casi total de nuevas ideas en los partidos grandes, un fen¨®meno calcado al de EE UU, es el caldo de cultivo perfecto para esa degeneraci¨®n de la pol¨ªtica¡±, cierra.
No hay normativa europea con el sello de los eur¨®fobos y populistas. En parte porque carecen de masa cr¨ªtica suficiente; en parte porque son partidos muy distintos que parecen incapaces de ponerse de acuerdo (aunque recientemente se apunta alguna alianza transnacional entre ellos), pero sobre todo porque no es ese su objetivo. Los Nigel Farage (UKIP brit¨¢nico), Marine Le Pen (Frente Nacional franc¨¦s) Geer Wilders (populistas holandeses) y tantos otros usan el Parlamento ¨²nicamente como caja de resonancia para incidir en sus respectivos pa¨ªses. ¡°Es y ser¨¢ una minor¨ªa incoherente, desorganizada y ruidosa¡±, resume el eurodiputado socialista Enrique Guerrero.
El centroizquierda y el centroderecha han tratado de marginar a esos partidos, present¨¢ndoles como insurgentes, desquiciados, ultras, fascistas o racistas. Pero no han logrado detener la marea. ¡°Cabe atribuirles el viraje de los conservadores brit¨¢nicos en inmigraci¨®n, que ha calado tambi¨¦n en otros pa¨ªses; o el ascenso de figuras como Manuel Valls en la izquierda francesa¡±, indica Shada Islam, polit¨®loga vinculada al Center for European Reform. ¡°En algunos casos pueden haberse incrustado dentro de los propios partidos: el PP espa?ol se ha quedado solo en la Euroc¨¢mara, sin el apoyo de su grupo parlamentario y s¨ª en cambio de los extremistas, en el debate sobre la ley del aborto¡±, a?ade Guerrero.
Uno de los ejemplos m¨¢s claros de esa contaminaci¨®n es la derecha francesa. Rachida Dati, exministra de Nicolas Sarkozy y aspirante a encabezar la lista de los conservadores franceses en las europeas, no duda en usar un lenguaje que recuerda al de Le Pen al reclamar el cierre de fronteras en la UE cuando sea necesario. ¡°No se trata de proteccionismo, sino de protegerse. Y no se puede decir que sea una medida racista, ya que beneficiar¨ªa tanto a los trabajadores de pa¨ªses como Reino Unido o Francia, como a los de Polonia o Ruman¨ªa, que pierden a la mano de obra que han formado¡±, dec¨ªa Dati en un acto organizado por Open Europe en Londres.
Eur¨®fobos y populistas dejan un rico anecdotario en Bruselas como legado, siempre con los mismos leit motiv de fondo: el proyecto europeo est¨¢ hinchado y se ha convertido en un leviat¨¢n ego¨ªsta (falso: hay 40.000 funcionarios en Bruselas, cuyos sueldos suponen el 6% del presupuesto de la UE; el Ayuntamiento de M¨²nich tiene 30.000 empleados, y los ayuntamientos alemanes gastan en sueldos una media del 25% de su presupuesto). Atacan sin descanso la apertura de fronteras, y se erigen como intermediarios de la gente que cree que los de arriba les exprimen y los de abajo, los inmigrantes que hacen turismo de prestaciones, se aprovechan a costa de los trabajadores (de nuevo falso: la tasa de empleo de los inmigrantes europeos es del 67,7%; el 79% vive en hogares donde al menos un miembro trabaja; el gasto sanitario de los emigrantes inactivos es el 0,2% del total, seg¨²n datos de la Comisi¨®n).
Una r¨¢pida mirada al quehacer de los populistas en la Euroc¨¢mara ofrece sabrosas y a veces dolorosas historias. Un eurodiputado de extrema derecha rumano, Dan Dumitru Zamfirescu, vota siempre s¨ª, sea cual sea el motivo de la votaci¨®n; nunca toma la palabra, no presenta enmiendas ni preguntas: se limita a decir s¨ª a todo para cobrar dietas. En septiembre de 2013, Godfrey Bloom (UKIP) calific¨® de ¡°habitaci¨®n llena de sluts¡± (en ingl¨¦s, ese t¨¦rmino puede referirse a una mujer poco aseada o promiscua) una reuni¨®n en la que se debat¨ªa el papel de la mujer en pol¨ªtica.
Pese a los centenares de ejemplos en esa l¨ªnea, en general los populistas han cambiado de estrategia. Se han pulido. Su nuevo brillo se demuestra en la elecci¨®n de los temas: la cl¨¢sica soflama extranjeros fuera se sustituye con un discurso proderechos humanos, explica el presidente del Parlamento, Martin Schulz, en Europa: la ¨²ltima oportunidad. De pronto, los extremistas se preocupan por los derechos de la mujer y tachan el uso del burka de peligro para Europa. Con la misma l¨®gica se erigen en defensores de la libertad y la democracia indign¨¢ndose porque esos valores no existen en el mundo isl¨¢mico. Armados con nuevas chaquetas para las viejas ideas de siempre, las elecciones, en fin, ser¨¢n claves para dejar claro su influjo sobre el futuro de la Uni¨®n. Como lo ser¨¢ la interpretaci¨®n de los comicios: ?El auge del populismo indica que es necesaria m¨¢s Europa para arreglar de una vez por todas el proyecto y convencer a los esc¨¦pticos? ?O la lectura ser¨¢ que la gente cree que ya hay demasiada Europa?
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