¡°Hacemos concesiones dolorosas por el consenso con los laicos¡±
Rachid Ghanouchi, l¨ªder del partido islamista Ennhada, el m¨¢s votado en las ¨²ltimas elecciones tunecinas, afirma: ¡°No quer¨ªamos acabar en T¨²nez desgarrados como en Egipto¡±
Tres a?os despu¨¦s del primer derrocamiento de una dictadura en el norte de ?frica, Rachid Ghanouchi, de 72 a?os, est¨¢ ¡°satisfecho¡±. La Asamblea Nacional Constituyente, elegida hace 27 meses, est¨¢ a punto de acabar de aprobar la primera Constituci¨®n democr¨¢tica de T¨²nez. Para llegar a ello, sin embargo, Ennahda, el gran movimiento pol¨ªtico islamista moderado que encabeza Ghanouchi desde hace m¨¢s de un cuarto de siglo, ha tenido, seg¨²n ¨¦l, que hacer ¡°concesiones dolorosas¡±.
¡°Hemos sacrificado el inter¨¦s del partido por el de la naci¨®n para llegar as¨ª a un consenso¡± con los adversarios laicos, recalca este hijo de un modesto campesino del sur del pa¨ªs que fue brevemente admirador del egipcio Gamal Abdel Nasser antes de hacerse islamista. ¡°Seguro que lo que hemos hecho en T¨²nez se podr¨¢ aprovechar en otros pa¨ªses ¨¢rabes y se evitar¨¢n as¨ª las contrarrevoluciones¡±, vaticina.
Ghanouchi recibe a EL PA?S en su chal¨¦ del barrio de El Ghazala de la capital tunecina, custodiado por la polic¨ªa. Habla pausadamente, buscando las palabras, mientras bebe t¨¦. Sus colaboradores graban en v¨ªdeo la larga entrevista interrumpida, a veces, por llamadas urgentes a su m¨®vil. Para Ghanouchi, el principal sacrificio no ha sido renunciar a incluir a la shar¨ªa (ley isl¨¢mica) como fuente de derecho en la Constituci¨®n, o consagrar la igualdad entre ambos sexos ¡ªEnnahda quiso, en un principio, que la mujer fuese considerada ¡°complementaria¡± del hombre¡ª, sino ¡°renunciar al Gobierno¡±.
¡°Hemos sacrificado el inter¨¦s del partido por el de la naci¨®n¡±
El primer ministro islamista, Ali Larayedh, present¨® el 9 de enero su dimisi¨®n para dejar paso a un Gobierno de independientes que conducir¨¢ el pa¨ªs hasta las pr¨®ximas elecciones. ¡°Gozamos de la mayor¨ªa parlamentaria [40% de los esca?os], contamos con el apoyo de nuestros socios [dos partidos laicos], no hab¨ªa una revuelta masiva en la calle y aun as¨ª nos hemos ido¡±, se?ala Ghanouchi.
?Por qu¨¦ lo hicieron? ¡°Hab¨ªa que elegir entre ir poniendo los cimientos de la democracia, aprobar la Constituci¨®n, o mantenernos en el Gobierno¡±, contesta. A finales del pasado julio, tras el asesinato, el 25 de ese mes, de un segundo diputado izquierdista, Mohamed Brahmi, a manos de terroristas, la oposici¨®n laica anunci¨® que se retiraba de la Asamblea Nacional Constituyente hasta la dimisi¨®n del Gobierno.
¡°Pese al boicoteo pod¨ªamos legalmente haber acabado de redactar la Constituci¨®n con nuestros socios, pero no lo quisimos¡±, explica Ghanouchi. ¡°No quer¨ªamos una situaci¨®n a la egipcia con una sociedad enfrentada entre, digamos, promusulmanes y prolaicos¡±. ¡°Aspir¨¢bamos a tener una Constituci¨®n en la que tuvieran cabida todos los tunecinos¡±.
¡°Parte de nuestra gente no est¨¢ muy conforme¡± con la salida del Ejecutivo, se?ala. ¡°Y nos lo han hecho saber¡±. ¡°Pero ahora se han dado cuenta que¡±, tras la dimisi¨®n de Larayedh, ¡°la situaci¨®n se ha apaciguado¡±. ¡°La oposici¨®n laica se proclama ganadora de este pulso con nosotros, pero no estoy seguro de que cuando lleguen las elecciones y vea los resultados siga pensando lo mismo¡±, vaticina con una ligera sonrisa. ¡°Presiento que volveremos a ganar¡±.
La oposici¨®n laica la constituyen, ante todo, el Frente Popular, que reagrupa a una docena de peque?as formaciones y asociaciones de izquierdas, y Nidaa Tunes (la Llamada de T¨²nez), un partido tambi¨¦n integrado por izquierdistas, liberales y miembros no destacados del antiguo r¨¦gimen que lidera Beji Caid Essebsi, de 87 a?os, que fue ministro del Interior (1965-1969) en tiempos del presidente Habib Burguiba.
Lo que hemos pactado en T¨²nez se podr¨¢ aprobar en otros pa¨ªses ¨¢rabes¡±
?Por qu¨¦ en T¨²nez ha sido posible ese consenso a la espa?ola para sacar adelante la transici¨®n que ha resultado imposible en otros pa¨ªses empezando por Egipto? ¡°No es conveniente comparar, pero digamos que aqu¨ª tenemos un Ej¨¦rcito apol¨ªtico; un nivel de escolarizaci¨®n m¨¢s elevado; una sociedad civil m¨¢s desarrollada y un movimiento isl¨¢mico dialogante¡±, responde el dirigente.
Dialogante, pero que ha cometido errores en el Gobierno. ¡°Reconozco que entre todos hemos alargado mucho la transici¨®n, que empez¨® hace tres a?os, porque la Asamblea se ha dedicado, adem¨¢s de elaborar la Constituci¨®n, a controlar al Gobierno, ratificar tratados, etc¨¦tera¡±, se?ala Ghanouchi.
¡°Tambi¨¦n deber¨ªamos haber puesto antes en marcha un mecanismo que obligue a rendir cuentas a los responsables de la represi¨®n¡± en la dictadura. Hubo que esperar hasta el 15 de diciembre para que se adoptase la llamada ley sobre la justicia transicional.
Pese a los frecuentes enfrentamientos entre los dos bandos, pese al azote del terrorismo, Ghanouchi afirma ¡°no haber pensando nunca que la transici¨®n tunecina pudiese descarrilar¡± como lo han hecho todas las dem¨¢s de la primaveras ¨¢rabe. El camino hacia la democracia, admite, ¡°no est¨¢ a¨²n del todo exento de riesgos¡±.
¡°Puede haber sorpresas desagradables¡±, advierte. La primera es, seg¨²n ¨¦l, ¡°el terrorismo, a pesar de que las fuerzas de seguridad han logrado reducir la amenaza¡±. ¡°Est¨¢n adem¨¢s ahora mejor equipadas y tienen m¨¢s confianza en s¨ª mismas¡±, a?ade. En la sierra de Chaambi, en el oeste del pa¨ªs, un pu?ado de yihadistas resisten desde hace m¨¢s de un a?o los asaltos del Ej¨¦rcito.
Acaso la cr¨ªtica m¨¢s recurrente que formulan los laicos a Ennahda es haber sido demasiado comprensivo con Ansar al Shar¨ªa (Partidarios de la Shar¨ªa) el grupo islamista radical tunecino que en 2012 acab¨® apostando por el terrorismo. Solo fue ilegalizado en agosto pasado.
¡°Al principio ellos no eran agresivos¡±, replica Ghanouchi defendi¨¦ndose. ¡°Trabajaban en el seno de la sociedad civil; hicieron una buena labor acogiendo a refugiados que llegaban de Libia¡± durante la guerra civil que asol¨® a ese pa¨ªs. ¡°Nosotros desarrollamos un di¨¢logo con ellos, para evitar su radicalizaci¨®n, que no dio frutos¡±. ¡°Cuando traspasaron la l¨ªnea roja y recurrieron a la violencia, les cay¨® encima todo el peso de la ley¡±.
El l¨ªder islamista se hace eco del ¡°sentimiento generalizado que prevalece en T¨²nez de que hay fuerzas ocultas, extranjeras, empe?adas en que la transici¨®n salga mal parada¡±. ¡°En primera fila estar¨ªan aquellas potencias que tienen miedo al contagio democr¨¢tico; pero no tenemos pruebas y no voy a se?alar a nadie¡±, recalca.
Cuando expresa su ¡°tristeza ante el fracaso¡± de Egipto, Ghanouchi prodiga un consejo a los Hermanos Musulmanes egipcios, un movimiento af¨ªn a Ennahda: ¡°Rehuir de la violencia¡±. ¡°La contra revoluci¨®n les incita a que la empleen para as¨ª tener un pretexto m¨¢s para liquidarles¡±, advierte. ¡°En Egipto y en otros lugares el viento de la revoluci¨®n volver¨¢ a soplar alg¨²n d¨ªa y se impondr¨¢ la voluntad del pueblo¡±, vaticina.
?Tambi¨¦n soplar¨¢ en esas partes del mundo ¨¢rabe donde nunca lo hizo? ¡°En un mundo globalizado nadie se va a librar de los nuevos aires¡±, contesta con un cierto entusiasmo aunque trata de no herir la susceptibilidad de sus vecinos a los que apenas ha rozado la primavera ¨¢rabe. ¡°Estoy, sin embargo, seguro de que habr¨¢ gobernantes sabios que sabr¨¢n hacer reformas sin necesidad de esperar a las revueltas¡±, concluye diplom¨¢ticamente.
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