Reeleccionismo m¨¢gico latinoamericano
Los presidentes de Am¨¦rica Latina est¨¢n haciendo reformas constitucionales para facilitar sus propias reelecciones
Luego de organizar treinta y dos levantamientos armados contra el gobierno, el coronel Aureliano Buend¨ªa regres¨® a Macondo desencantado de la pol¨ªtica:
Encerrado en su taller, su ¨²nica relaci¨®n con el resto del mundo era el comercio de pescaditos de oro. Uno de los antiguos soldados que vigilaron su casa en los primeros d¨ªas de la paz, iba a venderlos a las poblaciones de la ci¨¦naga, y regresaba cargado de monedas y de noticias. Que el gobierno conservador, dec¨ªa, con el apoyo de los liberales, estaba reformando el calendario para que cada presidente estuviera cien a?os en el poder. Que por fin se hab¨ªa firmado el concordato con la Santa Sede, y que hab¨ªa venido desde Roma un cardenal con una corona de diamantes y en un trono de oro macizo, y que los ministros liberales se hab¨ªan hecho retratar de rodillas en el acto de besarle el anillo. Que la corista principal de una compa?¨ªa espa?ola, de paso por la capital, hab¨ªa sido secuestrada en su camerino por un grupo de enmascarados, y el domingo siguiente hab¨ªa bailado desnuda en la casa de verano del presidente de la rep¨²blica. ?No me hables de pol¨ªtica ¡ªle dec¨ªa el coronel¡ª. Nuestro asunto es vender pescaditos.?
La desverg¨¹enza que desencant¨® al coronel Buend¨ªa sigue estando tan vigente hoy en Am¨¦rica Latina como cuando Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez public¨® la novela genial que le ganar¨ªa el Premio Nobel de Literatura. Entre antojadizos fraudes electorales, pelotones de fusilamiento, alzamientos armados, golpes de Estado y masacres genocidas, ¡°Cien A?os de Soledad¡± relata la historia universal y fabulosa que experimenta una familia prol¨ªfica y longeva en un pueblito de la selva colombiana. La historia est¨¢ contada de manera tan fant¨¢stica que, en vez de indignaci¨®n e impotencia, los abusos del gobierno provocan en el peor de los casos resignaci¨®n, en el mejor esperanza, y con seguridad diversi¨®n.
Las reformas constitucionales promovidas por los presidentes latinoamericanos de turno para facilitar sus propias reelecciones son la clase de triqui?uelas que conviene ver con ojos de realismo m¨¢gico para evitar caer en la desesperanza. En un art¨ªculo previo sobre la nutrida historia de reeleccionismo en el continente americano, ya explicamos en t¨¦rminos jur¨ªdicos por qu¨¦ este tipo de reformas violan el derecho internacional y por qu¨¦ deber¨ªan provocar el rechazo de la Organizaci¨®n de Estados Americanos.
Recientemente, el Frente Sandinista del presidente Daniel Ortega aprovech¨® su mayor¨ªa parlamentaria para reformar la constituci¨®n de Nicaragua de manera que el excomandante guerrillero pueda ser reelegido indefinidamente. En realidad, el art¨ªculo derogado (147) ya hab¨ªa sido declarado ¡°inaplicable¡± por el Tribunal Supremo nicarag¨¹ense en el 2009, por lo que la reforma fue simplemente para ponerle un sello m¨¢s grande y solemne a un atropello constitucional previo. (Algo as¨ª como cuando luego de la apelaci¨®n definitiva a cargo de los abogados de la compa?¨ªa bananera ¡°se estableci¨® por fallo de tribunal y se proclam¨® en bandos solemnes la inexistencia de los trabajadores¡±.)
En 2010, los magistrados del bloque sandinista convocaron a una reuni¨®n secreta (sin los magistrados afines al partido opositor) y ratificaron una sentencia de 2009 que establece que, dado que los legisladores s¨ª pueden ser reelectos seg¨²n la constituci¨®n, la prohibici¨®n de la reelecci¨®n presidencial era ¡°discriminatoria¡± contra Ortega y violatoria del principio de ¡°igualdad incondicional de todo ciudadano nicarag¨¹ense¡±.
Bajo ese argumento desvergonzado, cualquier legislador nicarag¨¹ense (o cualquier ciudadano) podr¨ªa arrogarse la potestad de emitir decretos, de comandar la polic¨ªa y las fuerzas armadas, o de manejar las relaciones exteriores del pa¨ªs ¡ªtodas ¨¦stas atribuciones que la constituci¨®n otorga exclusivamente al presidente¡ª porque prohib¨ªrselo ser¨ªa discriminatorio, anticonstitucional e ¡°inaplicable¡±.
En un ejercicio similar de alquimia constitucional, el tribunal constitucional de Bolivia autoriz¨® en abril de 2013 la segunda reelecci¨®n consecutiva del presidente Evo Morales contradiciendo el texto expreso de la constituci¨®n que la prohib¨ªa (disposici¨®n transitoria segunda). Seg¨²n el razonamiento de este tribunal, el primer mandato del presidente (2006-2010) no cont¨® porque en esos momentos Morales era el presidente de la Rep¨²blica de Bolivia, mientras que en 2010 habr¨ªa sido electo ¡ªpor primera vez¡ª como presidente del ¡°refundado¡± Estado Plurinacional de Bolivia.
Como en Nicaragua, los nuevos jurisconsultos de Bolivia no son ni juristas, ni probos, ni independientes, ni cayeron del cielo. Al llegar al poder, Morales redujo el salario de los antiguos magistrados; les mand¨® una turba de mineros que dinamitaron el tribunal; y luego, con su constituci¨®n de 2010, cre¨® el nuevo ¡°Tribunal Constitucional Plurinacional¡± e hizo elegir catorce nuevos jueces por voto popular, en un proceso que el Colegio de Abogados de Bolivia calific¨® de ¡°nulo¡± (en vano por supuesto).
Uno de los flamantes magistrados electos se llama Gualberto Cusi Mamani, quien se hizo famoso en 2012 cuando realiz¨® una demostraci¨®n televisada de c¨®mo ¨¦l le¨ªa las hojas de coca para decidir sus fallos (no todos sus fallos, s¨®lo los ¡°complejos¡±, valga la aclaraci¨®n). El esc¨¢ndalo fue tal que sus colegas magistrados rechazaron sus declaraciones y aclararon que el m¨¦todo jurisdiccional de Cusi Mamani ¡°de ninguna manera representaba¡± la pr¨¢ctica del resto del tribunal. Hasta una comisi¨®n de la Asamblea Plurinacional oficialista le convoc¨® para que se explique. Cusi Mamani afirm¨® a los legisladores que ¡°no cualquier gil lee la coca¡±, sino solamente los ¡°seres sagrados¡±, los ¡°impactados por un rayo¡± o los ¡°gemelos¡±.
Tan realista y m¨¢gica es la situaci¨®n actual de Bolivia que luego de este episodio Cusi Mamani se ha convertido en la ¨²nica esperanza de disidencia en la justicia constitucional boliviana. Molesto por la ridiculizaci¨®n a la que fue sometido por sus colegas, Cusi Mamani se anim¨® a denunciar presiones directas del ejecutivo en el tribunal constitucional y, argumentando ¡°problemas de salud¡±, fue el ¨²nico magistrado que se excus¨® de conocer el asunto de la reelecci¨®n de Morales. Meses despu¨¦s del fallo reeleccionista y ante una gran expectativa, el magistrado dijo a la prensa que hab¨ªa le¨ªdo en las hojas de coca que Morales ser¨ªa reelecto en 2014, pero que no terminar¨ªa su mandato. Digamos que la opini¨®n c¨®smica del magistrado Cusi Mamani no es una de esas opiniones disidentes que terminar¨¢n sentando las bases de s¨®lidas l¨ªneas jurisprudenciales futuras (como las de Oliver Wendell Holmes Jr. en la Corte Suprema de EEUU a inicios del siglo XX), pero convengamos tambi¨¦n que su temeridad y su lastimado orgullo lo convierten hoy por hoy en el juez m¨¢s honrado de esa corte de justicia.
La manera escandalosamente tramposa en que Ortega y Morales han pisoteado las constituciones de sus pa¨ªses para lograr su propia re-reelecci¨®n bien pudiera ser el producto de la fantas¨ªa de alg¨²n escritor (una especie de ¡°reeleccionismo m¨¢gico¡±) pero es tan real como que M¨¦nem (1994), Cardozo (1997), Fujimori (1993) Ch¨¢vez (1999-2009), Uribe (2004) y Correa (2008) hicieron lo mismo en sus respectivos pa¨ªses, con sellos congresales y fallos de cortes supremas de por medio. Lastimosamente, la historia del desprecio por el orden constitucional en Am¨¦rica Latina es tan real como que Pinochet bombarde¨® el palacio presidencial chileno con aviones de la fuerza a¨¦rea y con el presidente dentro, como que Videla arroj¨® miles de prisioneros drogados y desnudos al Atl¨¢ntico y explic¨® luego por televisi¨®n a sus familias que el ¡°desaparecido, en tanto est¨¦ como tal, es una inc¨®gnita [¡] no tiene entidad, no est¨¢¡± y que por eso en el gobierno nacional ¡°no podemos hacer nada¡±, y como que la dictadura comunista cubana cumpli¨® este mes cincuenta y cinco a?os en el poder rebalsada del cari?o y la admiraci¨®n (y acaso una gota de sana envidia) de todos los presidentes latinoamericanos que le est¨¢n visitando en La Habana.
En Cien A?os de Soledad, el coronel Aureliano Buend¨ªa se volvi¨® liberal tras presenciar incr¨¦dulo c¨®mo don Apolinar Moscote, suegro suyo y corregidor de Macondo por el partido conservador, hab¨ªa abierto con toda soltura las ¨¢nforas de las elecciones generales y sacado una por una las papeletas rojas con los votos liberales, antes de sellar las cajas nuevamente y enviarlas a la capital llenas de papeletas azules. ¡°Si hay que ser algo ser¨ªa liberal ¡ªdijo poco tiempo despu¨¦s el coronel¡ª, porque los conservadores son unos tramposos¡±. Pero despu¨¦s de liderar treinta y dos levantamientos armados contra el gobierno conservador, por la ¨¦poca en que se dedicaba ya solamente a sus pecaditos de oro, se le oy¨® decir resignado: ¡°La ¨²nica diferencia actual entre liberales y conservadores, es que los liberales van a misa de cinco y los conservadores van a misa de ocho¡±.
Javier El-Hage es director jur¨ªdico internacional y Thor Halvorssen presidente de Human Rights Foundation, una organizaci¨®n de derechos humanos con sede en Nueva York.
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