?lite contra ¨¦lite en Tailandia
Las urnas medir¨¢n el pulso de una sociedad fuertemente polarizada entre las ¨¦lites tradicionales y sectores de la poblaci¨®n que han prosperado y exigen su cuota de poder pol¨ªtico
Las calles m¨¢s tur¨ªsticas de la capital de Tailandia no est¨¢n tan llenas de reci¨¦n casados, de parejas gays y heterosexuales o de mochileros como corresponde al invierno local, temporada alta gracias a los veintitantos grados sin lluvia. Las protestas callejeras que exigen la ca¨ªda del Gobierno y han ahuyentado a algunos visitantes e inversores for¨¢neos son el ¨²ltimo asalto del formidable pulso por el poder que libran desde hace una d¨¦cada las ¨¦lites tailandesas: los ricos y poderosos de toda la vida frente a los nuevos ricos; Bangkok y el sur frente al norte, m¨¢s poblado pero m¨¢s rural y pobre. El catalizador de esta guerra de desgaste es Taksin Shinawatra, de 64 a?os, un polic¨ªa convertido en magnate de las telecomunicaciones que logr¨® ser primer ministro en 2001 al capitalizar las demandas de los pobres del campo, los asalariados urbanos y parte de las clases medias, explica Kim McQuay en su despacho de la Asia Foundation en Bangkok. Y as¨ª se convierte en su opini¨®n en ¡°el pol¨ªtico m¨¢s exitoso de la Tailandia moderna¡±.
Las ¨¦lites tradicionales ¡ªmilitares, bur¨®cratas y la corte¡ªse vieron amenazadas ante las reiteradas victorias electorales de los fieles a Taksin (todos son conocidos por el nombre de pila). Con golpes militares o con lo que aqu¨ª se conoce como golpes legales (v¨ªa tribunales), los que durante medio siglo coparon el poder han intentado torpedear a Taksin. Como este vive en Dub¨¢i para eludir una condena por corrupci¨®n a dos a?os de c¨¢rcel, coloc¨® de candidata a su hermana peque?a Yingluck, una empresaria de 46 a?os, y la convirti¨® en primera ministra. El eslogan electoral dejaba claro qui¨¦n llevaba las riendas: ¡°Taksin piensa, [el partido] Pheu Thai ejecuta¡±.
Desde hace tres meses miles de personas ¨Cm¨¢s bien de la ¨¦lite y de clase media¡ªmarchan a diario contra el Gobierno de Shinawatra convertidos en el Comit¨¦ Popular para la Reforma Democr¨¢tica (CPRD). Diez personas han muerto en incidentes espor¨¢dicos, el ¨²ltimo este s¨¢bado, cuando un seguidor de Taksin result¨® herido de bala. Los antigobierno levantaron hace un mes campamentos en siete cruces neur¨¢lgicos de esta ciudad de 12 millones de habitantes. Ah¨ª siguen. Los cruces, ahora peatonales, se llenan por las tardes cuando los oficinistas salen del trabajo y las se?oras bien se les unen para escuchar las arengas del l¨ªder, un veterano diputado del Partido Dem¨®crata, Suthep Thaugsuban, de 64 a?os, que dej¨® el acta para echarse a la calle. Junto a las tiendas de campa?a, hay colas para recibir comida gratis ¨CSuthep asegura que paga la protesta de su bolsillo-- y puestos en los que venden camisetas con el lema ¡°Restart Thailand¡± (reiniciemos Tailandia). Pocos duermen en los campamentos. Kan Kasetjaroen, ingeniero de 25 a?os, verbalizaba el viernes en pocas palabras un sentimiento que subyace en muchos los alzados contra la corrupci¨®n de Taksin: ¡°Bangkok es civilizado, aqu¨ª la gente sabe qu¨¦ es la democracia. Pero en provincia es muy f¨¢cil comprar votos¡±, explicaba Kan tras repartir comida gratis a quien se acercara. El rencor hacia el contrario es visceral. Los analistas m¨¢s pesimistas empiezan a mencionar la posibilidad de conflicto civil que podr¨ªa culminar en una secesi¨®n del norte.
Las protestas son el ¨²ltimo asalto de un pulso que se libra desde hace una d¨¦cada
Apelando a la democracia, acosan al Gobierno para que caiga y que los Shinawatra dejen el pa¨ªs. Proponen sustituir el poder electo por un consejo de sabios que purifique el sistema antes de volver a celebrar elecciones. ¡°Un grupo para el que los m¨¦dicos elijan a un representante, los abogados a otro, los agricultores otro, quiz¨¢ los maestros, los economistas¡¡±, detalla Lalil Varasin, empresaria del acero de 32 a?os, en la protesta de Asok. Su amiga Arada Kraideg, empresaria de la misma edad, reconoce que votar ¡°es lo ideal en democracia¡± pero a?ade que ¡°quiz¨¢ ahora aqu¨ª no es pr¨¢ctico¡±.
La primera ministra Yingluck replic¨® a los manifestantes con la convocatoria de los comicios de hoy. Poca esperanza existe de que cierren la crisis porque esa elite tradicional representada por el Partido Dem¨®crata las boicotea --aunque no respalda el consejo de sabios-- y porque los antigubernamentales han impedido que haya candidatos en buena parte del sur, su feudo.
Estas crisis recurrentes se han agravado con los a?os ante la fr¨¢gil salud del venerad¨ªsimo monarca y la incertidumbre por la sucesi¨®n. Todos quieren estar bien colocados cuando llegue el momento de designar oficialmente al heredero. Los observadores coinciden en que no parece que ahora Bhumibol Adulyandej, de 86 a?os, m¨¢s veterano en el trono que Isabel II y que ha vivido los ¨²ltimos a?os en un hospital con su esposa, Sirikit, vaya a intervenir como en ocasiones anteriores. Casi nada se habla de ello. Una ley de les¨¨ majest¨¨ castiga hasta con 15 a?os de prisi¨®n cualquier observaci¨®n que se considere cr¨ªtica con la monarqu¨ªa. El Ej¨¦rcito se mantiene al margen por ahora, seg¨²n algunos analistas, porque la tropa podr¨ªa no seguir a sus mandos en caso de golpe.
Diez personas han muerto en choques entre ambos bandos; seis han resultado heridas este s¨¢bado
El analista Thitinan Pongsudhirak, director del Instituto de Seguridad y Estudios Internacionales de la Universidad de Chulalongkorn, en Bangkok, sostiene que la ¨²nica salida es que la oposici¨®n regrese a la contienda electoral con la lucha contra la corrupci¨®n como bandera, que reconozca la igualdad de los tailandeses ante las urnas y que el pr¨®ximo Gobierno (presumiblemente de Yingluck) priorice el combate a la corrupci¨®n, end¨¦mica. Durante su mandato, Tailandia ha ca¨ªdo del puesto 80 al 102 en el ¨ªndice de Transparencia Internacional.
Los tailandeses que no comulgan con ninguno de los bandos tienen la opci¨®n de votar por ¡°ninguno de los arriba mencionados¡±. Precisamente la opci¨®n, si nadie se lo impide hoy, de Tob, un empleado de recursos humanos de 26 a?os, harto de ¡°la corrupci¨®n del r¨¦gimen de Taksin¡± y convencido de que ¡°lo que los manifestantes piden es imposible en democracia¡±.
El pol¨¦mico Taksin levant¨® ampollas al implantar como primer ministro medidas sociales que en la pr¨®spera Bangkok se tildan de populistas como un sistema de atenci¨®n sanitaria a 30 bath (menos de un euro) la visita o la implantaci¨®n de un salario m¨ªnimo. Desde entonces los suyos arrasan en las urnas. Pero una brutal campa?a antidroga en 2004 en la que murieron 2.275 personas e incluy¨® ejecuciones extrajudiciales y su creciente autoritarismo alienaron a parte de la clase media.
El combate a la corrupci¨®n es la principal bandera de los opositores antigubernamentales
Su hermana Yingluck ha dirigido el Gobierno durante los dos a?os m¨¢s tranquilos de la ¨²ltima d¨¦cada gracias a un pacto con el ej¨¦rcito y el palacio, seg¨²n escribe Duncan McCargo, experto en Tailandia de la Universidad de Leeds, en Foreign Affairs: ¡°Ella seguir¨ªa en el puesto mientras no entrara en asuntos sensibles como la sacrosanta monarqu¨ªa o el hinchado presupuesto del Ej¨¦rcito. Otra condici¨®n, impl¨ªcita, era que Taksin no regresara a Tailandia¡±. La convivencia parec¨ªa arm¨®nica hasta que la primera ministra se sac¨® de la manga con nocturnidad una ley que hubiera amnistiado a su hermano (y tambi¨¦n parad¨®jicamente al l¨ªder de las protestas, que orden¨® la represi¨®n de manifestantes que en 2010 caus¨® 90 muertos). La ley, instigada por Taksin y aparcada ante la indignaci¨®n de sus detractores y partidarios, unida al monumental fiasco de un sistema de subsidios para pagar el arroz a los productores por encima del precio de mercado debieron colmar la paciencia de las viejas elites. Desde hace semanas, Yingluck y el resto de sus ministros han abandonado sus despachos y trabajan fuertemente protegidos en la semiclandestinidad.
Tailandia, un pa¨ªs de renta media con 67 millones de habitantes, ha logrado atraer con hospitalidad, sonrisas y bajos precios a un turismo diverso como en pocos lugares del mundo. Triunfa en las lunas de miel de los espa?oles, es uno de los destinos favoritos de los israel¨ªes mientras busca nuevos mercados entre sus vecinos musulmanes o apela a los homosexuales viajeros con una campa?a oficial titulada ¡°Ven a Tailandia. S¨¦ libre¡±. Pero la pol¨ªtica interna es, en cambio, una monta?a rusa que, desde el fin de la monarqu¨ªa absoluta, en 1932, incluye 17 Constituciones y 18 golpes de Estado.
Anand Panyarachun, que fue designado primer ministro tras el golpe de 1991 y miembro actual del Club de Madrid, no ve ahora mismo ninguna salida pero conf¨ªa en la isiosincrasia tailandesa. ¡°Somos pragm¨¢ticos, evitamos ser colonizados con muchas concesiones a los poderes occidentales y somos independientes hace 800 a?os. No somos dogm¨¢ticos. Esto no es Oriente Pr¨®ximo. Este es un problema de poder personal, de avaricia. Y no somos beligerantes¡±, asegura en su despacho, donde se declara fan del Bar?a y entre las muchas fotograf¨ªas tiene una arrodillado ante el rey Bhumibol, como manda el protocolo.
La fr¨¢gil salud del rey y la incertidumbre acerca de su sucesi¨®n han agravado la crisis
Pero s¨ª tienen tendencia los tailandeses, se?ala el experto McQuay, a cerrar disputas en falso y dejar que los problemas de enquisten. Sostiene que ambos bandos est¨¢n de acuerdo en las reformas que requiere el sistema: descentralizaci¨®n, sistema electoral, anticorrupci¨®n, educaci¨®n y polic¨ªa. Falta el acuerdo para empezar.
Los c¨®digos de colores de anteriores crisis no sirven en esta. Porque el movimiento de los camisas rojas, los afines al controvertido Taksin, se han mantenido b¨¢sicamente en la retaguardia. Y los que fueron camisas amarillas han cambiado el color de la monarqu¨ªa por la tricolor de la bandera. Las diferencias sociales son evidentes. Los antigubernamentales tienen mucha m¨¢s formaci¨®n y dos tercios de ellos ganan m¨¢s de mil d¨®lares (740 euros), seg¨²n una encuesta realizada a finales de a?o.
La estad¨ªstica dice que un tailand¨¦s es tres veces m¨¢s rico que sus padres, pero el reparto es desigual. Quienes han logrado prosperar ahora exigen su cuota de poder pol¨ªtico.
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