La hora de la venganza en la Rep¨²blica Centroafricana
Los hospitales siguen recibiendo heridos a diario, en una rutina violenta en la que se enfrentan ya vecinos contra vecinos
En Bangui la violencia no cesa. No con la misma intensidad que en diciembre, cuando las milicias de autodefensa, los Antibalaka, llevaron la guerra a la capital de la Rep¨²blica Centroafricana (RCA) enfrentadas a las fuerzas de la ex-S¨¦l¨¦ka, la coalici¨®n, disuelta, que hab¨ªa aupado al poder al primer presidente musulm¨¢n del pa¨ªs, Michel Djotodia.
Ya no retumba la artiller¨ªa pesada y no se cuentan los muertos por centenares. En muchos barrios reina una calma incierta. Pero los hospitales siguen recibiendo heridos por bala o por machete a diario, en una rutina violenta en la que se enfrentan ya vecinos contra vecinos, enemigos no por apoyar a uno u otro grupo armado, si no por ser musulm¨¢n o cristiano.
Las im¨¢genes son horrendas: una turba, una decena de hombres, se turna para dar palos a tres, cuatro v¨ªctimas que, aturdidas en el suelo ensangrentado, apenas claman por sus vidas. El v¨ªdeo se grab¨® el 27 de diciembre en el barrio PK5 (a cinco kil¨®metros del centro), una zona de mercado cuyas tiendas son de musulmanes.
La ira del gent¨ªo, causada porque poco antes hab¨ªan llevado el cad¨¢ver de un musulm¨¢n, linchado en otro barrio por cristianos. Hora de vengarse. Quince d¨ªas despu¨¦s fue en el centro de la ciudad y filmado ante las c¨¢maras de la prensa internacional, que la turba, esta vez cristiana, se cebaba con dos musulmanes, a quienes acabaron prendiendo fuego. Un toma y daca visceral que no cesa y que la renuncia de Djotodia y el nombramiento de una nueva presidenta, Catherine Samba- Panza, no ha hecho amainar y que ha sembrado el miedo en las comunidades: Bangui ostenta medio mill¨®n de desplazados.
La mayor¨ªa de los cristianos, refugiados en centros religiosos o en campos de desplazados como el del aeropuerto (protegido por los franceses) donde se hacinan m¨¢s de 100.000 personas. Los musulmanes se reagrupan en sus barrios y muchos, por miles, han iniciado el camino del exilio y dejan Bangui y la RCA.
"Hay mucho odio, demasiado. Yo me voy a Chad, pero mi madre y mis hermanos se fueron hace unos d¨ªas a Mauritania, de donde era mi padre, ya fallecido. Nunca han estado en Mauritania, ni yo en Chad. Los mensajes de odio, que han llegado incluso por la radio internacional, diciendo que iban a matar a los musulmanes, nos han traumatizado. Es posible que yo vuelva, porque Chad est¨¢ cerca, pero el resto de mi familia no volver¨¢. Tienen demasiado miedo", explica Ousman desde PK5. "Es desolador dejar mi pa¨ªs, soy centroafricano, pero me expulsan".
Ousman dice que la presencia de las tropas francesas en la ciudad (1.600 hombres en la operaci¨®n Sangaris) no es bien recibida por su comunidad, "han desarmado a los ex-S¨¦l¨¦ka, pero no a los Anti-Balaka, los musulmanes sienten que los franceses los han dejado desprotegidos". Las pintadas en el pilar de una estatua en le barrio lo confirma: "Hollande, criminal", "Franceses, llevaos los recursos de la RCA, pero dejad de matar".
El v¨ªdeo de la matanza en PK5 llega de la mano de un joven, Serge, refugiado en el campo del recinto religioso de Don Bosco. Serge lo muestra en su tel¨¦fono m¨®vil. Es posible que as¨ª muriera su hermano. "Llev¨¢bamos ya unas semanas en Don Bosco, y nos est¨¢bamos quedando sin dinero. Mi hermano dijo que ir¨ªa a PK5 a buscar trabajo. Era el 27 de diciembre. No lo veo en el v¨ªdeo. Pero es posible que muriera all¨ª. La Cruz Roja dijo que los cuerpos recogidos ese d¨ªa estaban muy maltrechos para ser reconocidos". Serge, estudiante de inform¨¢tica, cuenta que fue un amigo musulm¨¢n el que le pas¨® el v¨ªdeo.
Si los musulmanes culpan a los franceses de las muertes en Bangui, los cristianos durante mucho tiempo han desconfiado de parte de las tropas que se supone que tambi¨¦n deben protegerles, la MISCA, de la Uni¨®n Africana y, entre las que destacan soldados chadianos. Chad, el vecino acusado de entrometerse en la vida pol¨ªtica de la RCA, en el hacer y deshacer de presidentes y al que se vislumbra detr¨¢s del golpe de Estado de Djotodia. Muchos de los soldados de fortuna integrantes de la S¨¦l¨¦ka provienen de Chad (o Sud¨¢n), para m¨¢s inri.
El miedo y la venganza, caras de la misma moneda, se extienden m¨¢s all¨¢ de Bangui. Durante meses, casi un a?o, los hombres de la S¨¦l¨¦ka, desorganizados y mal pagados, han abusado de la poblaci¨®n civil, mayoritariamente cristiana, de la RCA.La incapacidad de Djotodia de controlarlos, de atajar sus atrocidades, y de evitar la consecuente formaci¨®n de grupos de autodefensa, le llev¨® a su propia dimisi¨®n, presionado por la comunidad internacional.
Los musulmanes, tradicionalmente marginados, m¨¢s prominentes en el norte (donde se form¨® S¨¦l¨¦ka), considerados "extranjeros" en discurso p¨²blico imperante hasta la actualidad, ahora son acusados sin excepci¨®n de apoyar a S¨¦l¨¦ka y las barbaridades cometidas por sus hombres.
Hay miedo entre los cristianos que viven en la ruta hacia el norte a emprender por los ex-S¨¦l¨¦ka en su vuelta a casa. Hay miedo entre las poblaciones musulmanas a ser atacados por sus vecinos o por los Antibalaka en las carreteras, en su camino hacia el exilio.
Si en Bouca, poblaci¨®n del Noreste, ya no hay musulmanes, antes numerosos en la ciudad de 15.000 personas, en la vecina Batangafo, de acuerdo con M¨¦dicos Sin Fronteras (MSF), 3.000 cristianos se refugian por la noche en el recinto del hospital ante persistentes rumores de ataques.
Catherine Samba-Panza tiene un a?o para darle la vuelta a la situaci¨®n, estabilizar el pa¨ªs y convocar elecciones. Samba-Panza ha incluido ha su gobierno tanto a ministros de Djotodia como a miembros de los Anti-Balaka. El pasado martes, al igual que solicitan grupos como Human Rights Watch y Amnist¨ªa Internacional, pidi¨® la presencia de fuerzas de las Naciones Unidas dada la imposibilidad de parar los pillajes y las muertes en Bangui y para que puedan desplegarse tambi¨¦n en las provincias. La RCA, uno de los pa¨ªses m¨¢s pobres del mundo, es rica en miedo.
Lali Cambra es responsable de prensa para RCA en M¨¦dicos Sin Fronteras.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.