Derechos humanos
Intervenir en un pa¨ªs apelando a los derechos humanos es injustificado y poco realista
Un primer esbozo de los derechos humanos aparece ya en la Declaraci¨®n de Independencia de Estados Unidos (1776), pero la primera formulaci¨®n cabal la encontramos en la Declaraci¨®n de los Derechos del Hombre y del Ciudadano que proclama la Asamblea francesa en 1789.
Al ser considerados consustanciales con nuestra naturaleza, los derechos humanos se proclaman universales, v¨¢lidos para todos y en toda ocasi¨®n, aunque en este texto no se haya a¨²n suprimido la esclavitud, ni se mencionen los derechos de la mujer, como si su naturaleza fuera de rango inferior. La Declaraci¨®n Universal de los Derechos Humanos, que aprueba la Asamblea General de Naciones Unidas en 1948, es el documento fundamental, tanto por su contenido, al incluir los derechos individuales y los sociales ¡ªproducto de la cooperaci¨®n de Estados Unidos, que puso ¨¦nfasis en los individuales, con la Uni¨®n Sovi¨¦tica, que insisti¨® en los sociales¡ª como por haber conseguido un reconocimiento universal, al aprobarlos la mayor parte de los Estados que entonces exist¨ªan.
Todas las grandes culturas, desde la greco-latina, la hind¨², la china, hasta las americanas precolombinas, ignoran la noci¨®n de derechos humanos, un producto exclusivo de la Ilustraci¨®n europea. En este sentido, son todo menos universales, aunque aspiren a serlo y se presenten como tales.
La cultura europea proclama la universalidad de los derechos humanos en un momento en que ha llegado hasta el ¨²ltimo rinc¨®n del planeta, dispuesta a proseguir con la gran expansi¨®n colonial que se inici¨® en el XVI. Apela a los derechos humanos cuando Europa se extiende a toda marcha por tres continentes, machacando los derechos que pregona. En las metr¨®polis se lucha por establecer los derechos humanos que se pisotean en las colonias.
Esta contradicci¨®n pervive hasta hoy. Los derechos humanos no est¨¢n en el mejor momento en los pa¨ªses occidentales en los que se fraguaron; al contrario, la potencia hegem¨®nica occidental se los salta a menudo, desde el derecho de privacidad a las normas m¨¢s elementales del derecho penal (Guant¨¢namo). Un mal ejemplo que siguen sus principales aliados, cuando tienen ocasi¨®n.
No habr¨¢ que insistir en que la implantaci¨®n, consolidaci¨®n y defensa de los derechos humanos, sobre todo en un momento en que se ven cada vez m¨¢s amenazados, sigue siendo el objetivo principal de toda pol¨ªtica democr¨¢tica. Pero no por ello habr¨¢ que dejar de criticar la pol¨ªtica intervencionista en el plano internacional con el argumento de defender los derechos humanos.
Las relaciones internacionales deben regirse por el principio de no intervenci¨®n en los asuntos internos de otros Estados, poniendo como el objetivo principal el mantenimiento de la paz.
Intervenir, directa o indirectamente, en un pa¨ªs apelando a los derechos humanos, est¨¢ tan injustificado, como es poco realista. Actuar en cada caso de violaci¨®n de los derechos humanos sobrepasa con mucho la capacidad hasta del m¨¢s poderoso, y como pretexto para hostigar al competidor, se desenmascara como mera hipocres¨ªa. Y ante los grandes, China o Rusia, resulta tan rid¨ªculo como contraproducente.
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