La tentaci¨®n del proteccionismo
Obama tropieza con el Congreso a la hora de impulsar un tratado de libre comercio con la UE
Una de las cuestiones centrales de la visita oficial del presidente franc¨¦s, Fran?ois Hollande, a Washington, donde fue recibido por Barack Obama, ha sido la negociaci¨®n de un tratado de libre comercio entre Europa y Estados Unidos. El presidente franc¨¦s, que en esta ocasi¨®n actuaba como portavoz de la Uni¨®n Europea, abog¨®, como buen europe¨ªsta, por una negociaci¨®n r¨¢pida, a lo que el presidente norteamericano respondi¨® favorablemente. Pero, mir¨¢ndolo bien, este asunto es de todo menos sencillo. Una negociaci¨®n as¨ª reviste, en efecto, un alcance estrat¨¦gico capital, pues si la UE y EE UU consiguen ponerse de acuerdo sobre un amplio tratado de libre comercio, dar¨¢n origen a una verdadera comunidad econ¨®mica transatl¨¢ntica que podr¨ªa ser la zona m¨¢s pr¨®spera del planeta durante mucho tiempo.
Pero, pese al optimismo que han dejado entrever Barack Obama y Fran?ois Hollande, por ahora la negociaci¨®n ha empezado con mal pie. Hace solo algunos a?os, era evidente considerar ¡ªexperiencia obliga¡ª que la liberalizaci¨®n de los intercambios era el principal motor del crecimiento mundial. Desde el comienzo de la crisis, que podemos situar en el hundimiento del banco Lehman Brothers durante el oto?o de 2008, los partidarios del repliegue y la protecci¨®n, por no decir del proteccionismo, recuperan poco a poco la ventaja. Y, so pretexto de que la crisis ha complicado seriamente algunas de las consecuencias ¡ªsociales, sobre todo¡ª de la mundializaci¨®n, lo cual es cierto, aducen que un nuevo tratado de libre comercio agravar¨ªa la situaci¨®n.
Este debate es particularmente vivo en EE UU. Una parte del Partido Republicano, la m¨¢s cercana a los ultraconservadores del Tea Party, predica el aislacionismo y el proteccionismo, y se opone a la negociaci¨®n r¨¢pida de un tratado con la UE. Pero es en el seno del Partido Dem¨®crata donde Obama tropieza con m¨¢s obst¨¢culos, tanto entre los congresistas como entre los senadores, que, en nombre de la protecci¨®n del empleo, son m¨¢s favorables al levantamiento de nuevas barreras comerciales que a dar nuevos pasos hacia la liberalizaci¨®n de los intercambios.
En el seno del propio Partido Socialista franc¨¦s tambi¨¦n existe un discurso proteccionista, encarnado en la figura del ministro de Industria, Arnaud Montebourg
?Y qu¨¦ decir de Francia? En el seno del propio Partido Socialista tambi¨¦n existe un discurso proteccionista, de hecho, encarnado en el ministro de Industria, Arnaud Montebourg, que, antes de entrar en el Gobierno, defend¨ªa la desglobalizaci¨®n en un libro que pretend¨ªa ser el resumen de su doctrina. La consigna m¨¢s repetida en Francia, como en otros muchos pa¨ªses europeos, es la protecci¨®n. Y ya se sabe que de la protecci¨®n al proteccionismo solo hay un paso tan f¨¢cil de dar como desastroso en sus consecuencias.
No se trata aqu¨ª de proponer que la UE deba vivir con las puertas y las ventanas abiertas de par en par cuando los EE UU, a trav¨¦s de m¨²ltiples reglamentaciones, apenas consienten en abrir las suyas. Tampoco se trata de subestimar los esfuerzos en t¨¦rminos de competitividad y productividad que deber¨ªan acompa?ar, si se pretende que tenga ¨¦xito, una iniciativa tendente al establecimiento de un nuevo tratado de libre comercio. Pero, hasta hoy, la Comisi¨®n Europea nunca ha dejado de defender los intereses del Viejo Continente fuera de sus fronteras. Muy al contrario: especialmente en el seno de la OMC, las instituciones europeas siempre han defendido los intereses de cada uno de nuestros pa¨ªses. Pero con un lastre. En EE UU, esta clase de negociaciones siempre vienen precedidas de estudios, an¨¢lisis punteros, investigaciones por parte de especialistas universitarios, economistas y, por supuesto, representantes de los sectores implicados; de modo que las delegaciones norteamericanas llegan a la mesa de negociaciones con unos objetivos precisos y perfectamente preparados.
No es el caso de nuestros pa¨ªses, que delegan en los eur¨®cratas para luego ver cargar a Gobierno y opini¨®n p¨²blica contra los negociadores de Bruselas cuando descubren tal o cual tema en el transcurso de una negociaci¨®n comercial. De modo que, antes de lanzarse a una aventura as¨ª, no estar¨ªa de m¨¢s pensarlo dos veces y armarse al menos tan bien como EE UU, pues ser¨ªa una verdadera l¨¢stima desaprovechar la perspectiva hist¨®rica que podr¨ªa ofrecer un buen tratado entre la UE y EE UU. A menos que nos contentemos con los habituales lamentos sobre el irresistible ascenso del gigante chino. Hoy en d¨ªa, las barreras comerciales han dejado de ser esencialmente tarifarias para obedecer a normas y reglamentaciones de todas clases, sobre todo medioambientales. Un acuerdo con EE UU significar¨ªa para Europa dotarse de normas comunes transatl¨¢nticas y, de facto, impon¨¦rselas al resto del mundo. De no ser as¨ª, ser¨¢ China, por supuesto, quien lo haga en nuestro lugar.
Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
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