¡°Pobre pa¨ªs rico¡±, si no reacciona
La indignaci¨®n en las calles de Colombia y en las redes no puede resultar tan incoherente en las urnas. O votamos bien, o nos gobernar¨¢n mal
El proceso electoral que se vivi¨® hace ocho d¨ªas en Colombia podr¨ªa leerse como el m¨¢s importante en muchos a?os. Los comicios dejaron conformado un Congreso que tiene las mayores responsabilidades en la reglamentaci¨®n del marco jur¨ªdico para la paz - de llegar a firmarse en La Habana un acuerdo con las FARC -, la reformulaci¨®n de la pol¨ªtica y sus instrumentos de participaci¨®n, la reforma a la salud, la de la justicia -que se corrompi¨® - y todo lo que se convenga en materia de tierras, modelo econ¨®mico, lucha contra los cultivos il¨ªcitos y el negocio de la droga.
Este Congreso, que deber¨ªa enorgullecernos por la diversidad de sus integrantes y la experiencia de otros, nos averg¨¹enza en muchos casos por razones de forma pero, sobre todo, de fondo.
Qued¨® conformado por un expresidente - Alvaro Uribe - que por su liderazgo caudillista lleg¨® al Congreso llevando de la mano a 18 senadores m¨¢s del Centro Democr¨¢tico. Se trata del 20 por ciento del Senado que representa esa otra forma de concebir el poder y su ejercicio de la pol¨ªtica, y que reclama la recuperaci¨®n de una Colombia segura. Tambi¨¦n est¨¢ compuesto por un Partido Conservador que, si bien dividido, logr¨® imponerse a las encuestas que lo daban casi extinto. La composici¨®n la completa el Partido de Gobierno - La U - que tiene en sus huestes a varios de los m¨¢s cuestionados pol¨ªticos colombianos y unos liberales que reclaman el triunfo aritm¨¦tico sobre el pol¨ªtico. Adem¨¢s, un minoritario Polo de izquierda, cuyo l¨ªder - un dogm¨¢tico y coherente senador - repite con una de las votaciones m¨¢s altas del pa¨ªs.
En ese mismo Congreso, esta vez creci¨® la cuota femenina -mujeres valientes y libertarias - entraron los ind¨ªgenas y unos negros no tan negros que usan los espacios de organizaciones electorales para las minor¨ªas cuando los rechazan en otros partidos.
Hasta ah¨ª, todo parece m¨¢s o menos lo esperable. Pero el mismo Centro Democr¨¢tico de Alvaro Uribe le dijo al pa¨ªs que las 19 curules logradas son buenas, pero que le faltaron dos y por lo tanto, asegura que hubo fraude. Los ganadores en el Gobierno, los del partido de La U, que obtuvieron las dos curules que reclama el CD, son senadores acusados del m¨¢s descarado clientelismo para mantener sus privilegios legislativos.
Algunos blancos se inscribieron en el Partido del ?bano para meterse en las curules que, desde la Constituci¨®n del 91, se le reconocen a los afrodescendientes. Lo hacen para seguir marginando poblaciones enteras porque en la miseria de esas vulnerabilidades tienen la fuente de su negocio. No hay m¨¢s mirar el registro de sus propiedades.
Y en cada uno de los partidos de la Unidad Nacional - La U, Cambio Radical, Conservadores y Liberales - los herederos de las estructuras paramilitares lograron sus curules para seguir ensuciando de sangre regiones enteras como lo hicieron en el pasado.
Ese Congreso que elegimos, con variadas excepciones, no est¨¢ preocupado por reducir la burocracia ni hacer m¨¢s efectivo el funcionamiento del Estado. Tampoco por las crisis de nuestras sociedades sumidas en procesos de indignaci¨®n juvenil y desesperanza colectiva porque no funcionan los sistemas de transporte o porque la educaci¨®n resulta costosa a pesar de los indicadores que nos ubican como la tercera econom¨ªa de Am¨¦rica y en donde petroleras y bancos generan utilidades casi a diario. Un "pobre pa¨ªs rico¡±
Y, a pesar de que es el momento para la reflexi¨®n que permita encontrar salidas, el sesgo y la polarizaci¨®n imposibilita el equilibrio y el debate. Cualquier intento por llamar las cosas por su nombre y recordarle a quienes - en la aurora del poder - hicieron las mismas trampas que hoy denuncian, es considerado por ellos como activismo de oposici¨®n. Las noticias se publican a medias para calmar la conciencia que calla, las venganzas se sirven a la carta y las cr¨ªticas vuelven a quienes las hacen enemigos de turno.
Por otro lado, las realidades de Bogot¨¢ tendr¨¢n efectos pol¨ªticos nacionales. La capital espera estos d¨ªas una definici¨®n sobre el futuro de su alcalde, destituido por faltas disciplinarias al haber cambiado el esquema de recolecci¨®n de basuras. La decisi¨®n est¨¢ pendiente de amparos en instancias judiciales superiores e incluso ante la Comisi¨®n Interamericana de Derechos Humanos. Y, por otro lado, tiene pendiente para abril una votaci¨®n popular de revocatoria del mandato, que se vuelve una apuesta para los pol¨ªticos. Unos se muestran a favor de Petro ¨C ¡°?Petro no se va!¡± - y otros se suman al ¡°?Chao Petro!¡±, polarizando el ambiente en Bogot¨¢ y contaminando la elecci¨®n presidencial. Dif¨ªcilmente esa campa?a podr¨¢ sacudirse del efecto de una crisis sin precedentes en la capital que estallar¨¢ como muy tarde en abril.
La ¨²nica salida - porque tiene que existir una - parece buscar ese punto que nos devuelva al equilibrio y encontrar un consenso nacional, en el que nos comprometamos con unos m¨ªnimos que no se rompan mientras se alzan las voces de la diferencia, ojal¨¢ cada vez m¨¢s altas¡
El consenso lo construyen los ciudadanos, quienes deben recordar que la forma en la que votan determina c¨®mo los gobiernan y que deben exigirle a los candidatos presidenciales que demuestren que est¨¢n a la altura del lugar que pretenden. Son Clara L¨®pez, una mujer nacida de la cuna aristocr¨¢tica que opt¨® por la izquierda y esta misma semana se uni¨® a otra valiente: A¨ªda Avella, quien recuper¨® para el pa¨ªs la memoria de la UP. Tambi¨¦n Enrique Pe?alosa quien, desde una Alianza Verde, termin¨® ganando una consulta y tendr¨¢ que dejar su arrogancia para decirle a los colombianos que es un gran gerente. Lo mismo ocurre con Oscar Iv¨¢n Zuluaga, quien parece sufrir el s¨ªndrome de Estocolmo, secuestrado en un partido donde sus compa?eros son sus propios contrincantes y le montan bulling en las redes. O Martha Lucia Ram¨ªrez, si logra dejar su posici¨®n de victima incomprendida y demuestra cu¨¢l es su talante.
Y el mismo presidente Juan Manuel Santos, de quien esperamos que asuma las posiciones que corresponden frente a quienes usan y abusan del poder.
La indignaci¨®n en las calles y en las redes no puede resultar tan incoherente en las urnas. O votamos bien, o nos gobernar¨¢n mal.
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