Ra¨²l no es Fidel
El presidente cubano, a diferencia de su hermano, se preocup¨® desde un principio por las instituciones
¡°Cuba no est¨¢ cambiando. Cuba est¨¢ reafirmando su posici¨®n, sus ideales, sus objetivos. El que est¨¢ cambiando es el mundo¡±, afirmaba Fidel Castro en 1998. Con la llamada actualizaci¨®n Cuba rectifica pol¨ªticas que a lo largo de d¨¦cadas dejaron pocos logros econ¨®micos. Ya no se puede decir que la ¨¦lite est¨¦ paralizada como lo estuvo a partir de 1995 hasta que la salud postr¨® al Comandante.
No obstante, es l¨®gico preguntarse si las reformas son irreversibles. Despu¨¦s de todo, La Habana tiene una larga historia de alterar pol¨ªticas de la noche a la ma?ana. Ra¨²l Castro, sin embargo, no es como su hermano. Desde el principio se preocup¨® por las instituciones ¡ªverticales y un¨ªsonas¡ª pero instituciones al fin y al cabo.
Afortunadamente, no puede gobernar por la fuerza de su personalidad y, por tanto, si se diera la marcha atr¨¢s, ser¨ªa por consenso de la ¨¦lite y no de sopet¨®n por voluntad unipersonal. El que Rusia y M¨¦xico renegociaran la deuda en condiciones favorables para La Habana as¨ª como la inversi¨®n de 1,000 millones de d¨®lares de Brasil en el puerto del Mariel son indicios de que al menos estos tres pa¨ªses conf¨ªan en la perdurabilidad de la reformas.
Empero Ra¨²l y los hist¨®ricos est¨¢n entre la espada y la pared. Ante todo no pueden ser ellos los que pierdan el poder otrora revolucionario. A la par se escudan tras el legado fidelista pues no hay otro si bien el Comandante nunca coloc¨® en el centro de sus pol¨ªticas los intereses cotidianos de los cubanos y las cubanas de a pie. Sus zigzagueos se daban invariablemente contra la liberalizaci¨®n econ¨®mica como sucedi¨® a mediados de los 90. Para Fidel la constancia ideol¨®gica val¨ªa m¨¢s que mejorar la vida de la gente.
El nacionalismo y la esperanza de que una Cuba mejor era posible impulsaron el apoyo popular a la revoluci¨®n en 1959. Incluso despu¨¦s de que la plaza p¨²blica admitiera solo a los revolucionarios y la oposici¨®n fuera encarcelada, fusilada, exiliada o silenciada, la mayor¨ªa respaldaba el proyecto revolucionario.
As¨ª y todo, el nacionalismo cubano tambi¨¦n fue lastimado. La d¨¦cada del 60 se perdi¨® por descalabros econ¨®micos y, sobre todo, por el desgaste emocional de la gente. Alguna vez Carlos Rafael Rodr¨ªguez (1913-1997) us¨® la frase ¡°resignaci¨®n de apoyo¡± para representar a los cubanos de entonces.
La econom¨ªa repunt¨® solo porque Mosc¨² impuso condiciones a los subsidios que proporcionaba a La Habana. Fue en los 70 y principios de los 80 cuando el pueblo por fin mejor¨® algo su vida cotidiana. Sin embargo, esa mejor¨ªa no se pudo mantener.
En 1986, el Comandante dio otro viraje con la ¡°rectificaci¨®n de errores¡± aunque la sabidur¨ªa popular prefiri¨® llamarla la ratificaci¨®n de errores. Cuba enfrent¨® las ca¨ªdas del Muro de Berl¨ªn y de la Uni¨®n Sovi¨¦tica en la peor penuria econ¨®mica desde los a?os 30. A fines de los 90 llega Hugo Ch¨¢vez al poder y poco despu¨¦s el petr¨®leo venezolano flu¨ªa a la Isla. La URSS y luego Ch¨¢vez permitieron a Cuba sobrevivir con recursos ajenos. Los primeros se acabaron hace rato y los de Caracas puede que tengan los d¨ªas contados.
Las reformas impulsadas por Ra¨²l buscan aliviar la vida material a la gente. No pocos lo logran con el trabajo por cuenta propia que, a su vez, facilita bienes y servicios que el Estado jam¨¢s consigui¨®. Hasta el momento, sin embargo, las reformas no han atenuado la angustia de poner la mesa con las tres comidas del d¨ªa. Adem¨¢s han agudizado las diferencias sociales, raciales y regionales.
Cuba, en efecto, est¨¢ cambiando pero no del todo. Sin una econom¨ªa productiva basada en el esfuerzo propio, la soberan¨ªa nacional no es sostenible ni tampoco la unificaci¨®n de la moneda. Sobre todo, sin una ciudadan¨ªa soberana, una Cuba mejor no ser¨¢ posible si es que los cubanos de ahora guardan esa ilusi¨®n. En pocas palabras, las libertades y los derechos nos pertenecen a todos por nuestra condici¨®n humana e incumbe a los gobiernos garantizarlos a la ciudadan¨ªa.
En ese sentido, Ra¨²l y su hermano son iguales.
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