Veinte a?os de oportunidades perdidas
M¨¦xico reflexiona sobre el mito de Luis Donaldo Colosio, asesinado en marzo de 1994
De no haber sido asesinado, Luis Donaldo Colosio hubiera concluido su presidencia en diciembre del a?o 2000. Su mandato hubiera estado marcado por un notable aumento de inversi¨®n en la pol¨ªtica social que habr¨ªa complementado las reformas econ¨®micas promovidas por su antecesor Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), entre ellas el tratado de libre comercio firmado con Estados Unidos y Canad¨¢. La relaci¨®n entre ambos expresidentes se habr¨ªa fracturado a pocos meses del inicio del sexenio de Colosio.
Si todo esto hubiera sucedido significar¨ªa dos cosas: que M¨¦xico no habr¨ªa vivido en 1994 su annus horribilis. Pero no fue as¨ª, Luis Donaldo Colosio perdi¨® la vida el 23 de marzo de aquel fat¨ªdico a?o en un suelo terregoso de Tijuana despu¨¦s de haber recibido un disparo en la sien.? Y la segunda, que los mexicanos creen que la nostalgia se puede gobernar en retrospectiva y saber lo que el "hubiera" esconde.
M¨¦xico ejercita su memoria para evaluar el peso e influencia del mito de Colosio a veinte a?os del magnicidio del candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI). ¡°Su muerte nos quit¨® a los mexicanos una oportunidad extraordinaria de la que todav¨ªa no nos reponemos¡±, se?ala el escritor H¨¦ctor Aguilar Cam¨ªn.
Aguilar Cam¨ªn, director de la revista Nexos, considera que si Mario Aburto, que purga una condena de 45 a?os de prisi¨®n por el crimen, hubiera fracasado en su cometido, M¨¦xico se hubiera ahorrado la severa crisis de 1994, que hundi¨® a miles de familias en deudas y dio origen a la desestabilizaci¨®n de varios mercados internacionales conocida como el Efecto Tequila.
¡°No habr¨ªa habido la fuga de 14,000 millones de d¨®lares que produjo su muerte. Hubi¨¦ramos tenido una d¨¦cada extraordinaria¡±
¡°No habr¨ªa habido la fuga de 14,000 millones de d¨®lares que produjo su muerte y que empez¨® a producir el desequilibrio de las cuentas externas. Hubi¨¦ramos tenido una d¨¦cada extraordinaria¡±, se?ala el autor de varios libros sobre pol¨ªticos de Sonora, incluyendo uno sobre el hijo de la localidad Magdalena de Kino.
Colosio es la ¨²ltima imagen canonizada en el escaso santoral que la clase pol¨ªtica mexicana ha generado. Dos de cada tres personas opinan que hubiera sido un gran presidente de no haber sido asesinado, seg¨²n encuestas realizadas esta semana. La tragedia de Lomas Taurinas es una imagen que qued¨® marcada en varias generaciones. El 40% de los mexicanos dice recordar lo que hac¨ªa al momento de enterarse del magnicidio.
El candidato naci¨® en 1950 en un poblado de 26.000 habitantes en Sonora (un estado des¨¦rtico al norte de M¨¦xico). La narrativa m¨ªstica que van tejiendo los aspirantes al poder se?ala que abandon¨® sus ra¨ªces rurales para ir escalando las empinadas pendientes de los estratos sociales mexicanos. Consigui¨® una beca para estudiar en una universidad privada y continu¨® sus estudios en Estados Unidos y culmin¨® con un doctorado en Austria. Como pol¨ªtico fue diputado, senador y?presidente del PRI (donde reconoci¨® la primera derrota de su partido en unas elecciones estatales). En 1992 fue designado por el presidente Salinas como ministro de Desarrollo Social, un puesto clave que le dio la visibilidad suficiente para hacerlo aspirante a Los Pinos, la residencia oficial de M¨¦xico.
¡°Luis Donaldo se dedic¨® a ganarle la candidatura a Carlos Salinas, no a Manuel Camacho¡±
Una tarde de finales de 1993 el tel¨¦fono del despacho del secretario de Desarrollo Social timbr¨®. Era un aparato rojo, que conectaba con los m¨¢s altos puestos del Gobierno. El ministro no estaba en la oficina. Su secretario particular, Alfonso Durazo, levant¨® la bocina. Al otro lado estaba Manuel Camacho Sol¨ªs, el alcalde de la Ciudad de M¨¦xico y quien hab¨ªa hecho p¨²blico su inter¨¦s por contender a la presidencia. Durazo pas¨® el mensaje a su jefe horas despu¨¦s. ¡°Le hice saber que sent¨ª un poco presionado a Manuel Camacho. Un poco inc¨®modo¡±. Colosio le respondi¨® con una sonrisa y dijo ¡°no te preocupes, ¨¦l no es nuestro competidor¡±. ¡°Luis Donaldo se dedic¨® a ganarle la candidatura a Carlos Salinas, no a Manuel Camacho¡±, asegura Durazo.
Comenzaban las danzas invisibles para cortejar al presidente Salinas y ganarse la nominaci¨®n. En el PRI, ese partido hegem¨®nico que hab¨ªa gobernado ininterrumpidamente desde 1929, el poder no se tomaba. Se heredaba. Dentro de la m¨ªstica que acompa?a la biograf¨ªa pol¨ªtica de Colosio suele contarse que el presidente Salinas le notific¨® que ¨¦l era el ungido mientras hac¨ªan footing.
A finales de noviembre de 1993, cumpliendo el retorcido rito pr¨ªista Colosio fue nombrado candidato. Todos sab¨ªan qui¨¦n lo hab¨ªa designado, pero no todos lo felicitaron. Manuel Camacho, el jefe de la capital mexicana, no encaj¨® bien la derrota. Su desacato a las reglas no escritas derivar¨ªa en una crisis mayor. Camacho acept¨® como consolaci¨®n el ministerio de Relaciones Exteriores, pero con el levantamiento zapatista de enero de 1994 exigi¨® a Salinas ser el mediados del conflicto en Chiapas. Su fuerza creci¨® como un cicl¨®n: todo era Chiapas, Colosio pas¨® a un segundo plano.
La campa?a comenz¨® y el equipo cercano al candidato percibi¨® se?ales que que generaron preocupaci¨®n. ¡°Estuve en los m¨ªtines y la gente recib¨ªa a Donaldo con mucho ¨¢nimo y espontaneidad¡±, dice Agust¨ªn Basave, un exdiputado federal que fue consejero. Los peri¨®dicos del d¨ªa siguiente, sin embargo, reportaban eventos ¡°desangelados¡±. Colosio ¡°no conectaba con la gente¡±, sentenciaban. El c¨ªrculo cercano lo llam¨® la campa?a contra la campa?a y responsabiliz¨® al Gobierno del presidente Salinas, que ejerc¨ªa gran control sobre los medios de comunicaci¨®n, de enviar se?ales confusas, alimentando los rumores de que Camacho pod¨ªa sustituir a Colosio como candidato.
Un momento marca un parteaguas en el breve tiempo de proselitismo, que dur¨® dos semanas y 13 d¨ªas. El 6 de marzo ofrece un discurso en la Ciudad de M¨¦xico.? en el monumento a la Revoluci¨®n, por el aniversario del PRI. Muchos, quiz¨¢ por el peso y la solemnidad que cobran los recuerdos con el paso de los a?os, consideran que con esas palabras el candidato firm¨® su tr¨¢gico destino.
¡°La transici¨®n hubiera sido m¨¢s tersa y se habr¨ªa culminado. Habr¨ªa impulsado una democratizaci¨®n verdadera del PRI¡±.
El texto se confeccion¨® cuidadosamente durante ocho semanas. Todos los lunes por la tarde el candidato se reun¨ªa con su equipo de asesores para pulirlo y ensayarlo. ¡°El tema central era la reforma del poder. Hablaba de la relaci¨®n entre el poder oficial y el poder del ciudadano¡±, explica Samuel Palma, que fue coordinador de asesores y uno de sus autores. La pieza incorpor¨® un vocabulario de cambio, cuestion¨® las pol¨ªticas aplicadas en los ¨²ltimos a?os y habl¨® del hartazgo del pueblo. No parec¨ªan las palabras de un candidato del partido en el poder.
¡°Luis Donaldo decidi¨® excluir la menci¨®n al presidente, que en la tradici¨®n priista es m¨¢s obligada que protocolaria para agradecerle y hacer apolog¨ªa de su desempe?o, lo mereciera o no¡±, cuenta Durazo. Los te¨®ricos del complot, que creen que el asesinato de Colosio fue ideado en las altas esferas del poder, se?alan el discurso del 6 de marzo como el motivo del rompimiento del candidato con la c¨²pula del Gobierno.
A 20 a?os de su muerte el texto es reconocido, incluso por la oposici¨®n, como una hist¨®rica pieza democr¨¢tica. Alejandro Encinas, un senador del izquierdista PRD, escribe en el libro Colosio: el futuro que no fue que ¡°sacudi¨® las fibras m¨¢s sensibles del poder, del priismo tradicional y de las ambiciones transexenales de la familia Salinas de Gortari¡±.
Un hecho ha dividido la opini¨®n de los intelectuales. ?La transici¨®n pol¨ªtica del a?o 2000, donde el PAN arrebat¨® la presidencia tras siete d¨¦cadas de priistas en el poder, hubiera llegado sin el asesinato de Colosio? Aguilar Cam¨ªn cree que no. ¡°Hubi¨¦ramos tenido un presidente muy fuerte, con una sensibilidad que los tecn¨®cratas no ten¨ªan. Probablemente el PRI no hubiera perdido hasta ahora, solo que hubiera sido un PRI m¨¢s abierto, m¨¢s democr¨¢tico¡±, asegura.
Otros creen que de cualquier forma se habr¨ªa dado la alternancia. ¡°La transici¨®n hubiera sido m¨¢s tersa y se habr¨ªa culminado. Habr¨ªa impulsado una democratizaci¨®n verdadera del PRI. El partido que est¨¢ hoy en el poder ser¨ªa muy diferente. Este es el viejo PRI¡±, dice Basave.
El magnicidio, el m¨¢s importante en la vida pol¨ªtica de M¨¦xico desde el asesinato del presidente electo ?lvaro Obreg¨®n en 1928, ¡°manda el mensaje de que todo se vale, ya no hay limites¡±, asegura Basave. Meses despu¨¦s, tambi¨¦n en ese 1994, el secretario del PRI, Jos¨¦ Francisco Ruiz Massieu, caer¨ªa muerto a tiros en la capital el 28 de septiembre. ¡°La muerte de Colosio abri¨® la puerta a la degradaci¨®n y a la barbarie. A este salvajismo que hoy vivimos con un contexto m¨¢s complejo¡±, puntualiza.
El aniversario luctuoso de Colosio ha provocado ejercicios especulativos y desencadenado una reflexi¨®n sobre el ejercicio del poder que el PRI desplegaba hacia finales del siglo XX. Son muy pocos los que hablan ya, despu¨¦s de dos d¨¦cadas, sobre la investigaci¨®n judicial del crimen. El trabajo de cuatro fiscales se encuentra en un expediente de 68,000 hojas. A pesar de una pesquisa exhaustiva permanece la creencia de que la verdad sobre el asesinato nunca se sabr¨¢. Los mexicanos tienen otra certeza. Nunca antes dos balas hab¨ªan cambiado tanto la historia moderna del pa¨ªs.?
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