Putin y los valores tradicionales
El presidente ruso puede desprestigiar un impulso reaccionario que parec¨ªa imparable en Europa
La nueva encarnaci¨®n del imperialismo ruso, consagrada con la invasi¨®n y anexi¨®n de Crimea, anda a la b¨²squeda de perfil ideol¨®gico propio. La Rusia zarista fue durante un siglo la mayor defensora en Europa del absolutismo m¨¢s rancio; hacia ella se giraron esperanzados los ultraconservadores hasta la Primera Guerra Mundial. La Uni¨®n Sovi¨¦tica bas¨® su propio programa imperial en la ideolog¨ªa comunista, atractiva para millones de personas. Putin se ve ahora como el palad¨ªn de una reacci¨®n en defensa de los valores tradicionales ante un Occidente al que percibe como decadente y falto de moralidad. No est¨¢ nada claro, sin embargo, que los defensores de esta visi¨®n reaccionaria, sobre todo en Europa central y oriental, est¨¦n dispuestos a reconocerle como a su l¨ªder.
A priori, la idea de Putin tiene sentido. Las guerras culturales de las tres ¨²ltimas d¨¦cadas en Estados Unidos se dan ahora a escala global. Libertad de culto, igualdad de g¨¦nero, derechos de las minor¨ªas sexuales o salud reproductiva son objeto de debates nacionales, conectados internacionalmente. La injerencia occidental, de gobiernos o de organizaciones civiles, en cuestiones de derechos y libertades genera resquemores que Putin cree poder aprovechar. En Europa, un fuerte impulso reaccionario contra de la diversidad (sexual, ¨¦tnica y religiosa) est¨¢ encontrando eco en fuerzas conservadoras convencionales pero, sobre todo, en exitosos movimientos populistas xen¨®fobos y antieuropeos. Entre ellos, partidos como el b¨²lgaro Ataka, el h¨²ngaro Jobbik, el griego Amanecer Dorado o el Partido Nacional Brit¨¢nico no ocultan sus tendencias prorrusas. Mosc¨² deposita en ellos sus esperanzas, y les invita como observadores en el refer¨¦ndum de Crimea.
Las contradicciones de esta estrategia afloraron claramente con Euromaid¨¢n. En la propaganda rusa, la revoluci¨®n ucrania es un golpe de provincianos fascistas ucranios y un complot de la Eurosodoma liberal organizado desde Occidente. El odio al r¨¦gimen de Yanuk¨®vich uni¨® en las barricadas a ultranacionalistas ucranios con jud¨ªos, dem¨®cratas rus¨®fonos y activistas de los derechos de gays y lesbianas. La posterior agresi¨®n rusa les ayudar¨¢ a mantenerse unidos. En el resto de Europa, muchos defensores de los valores tradicionales han empezado a sentirse inc¨®modos al verse en el mismo bando que Putin. En Lituania, por ejemplo, los democristianos impidieron con su abstenci¨®n una legislaci¨®n contra la propaganda gay de reminiscencias putinistas y la jerarqu¨ªa cat¨®lica ha trocado su habitual tono nacionalista por una entusiasta declaraci¨®n pro Europa.
Ante una UE pusil¨¢nime y unos Estados Unidos girados hacia el Pac¨ªfico, a Putin le resulta f¨¢cil ganar la partida geopol¨ªtica. Pero, apostando por el conservadurismo esencialista, Putin puede desprestigiar en muchos lugares del centro y del este de Europa un impulso reaccionario que parec¨ªa imparable. Y as¨ª, sin quererlo, reforzar la democracia a la que tanto menosprecia.
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