Bob Crow, correoso sindicalista ingl¨¦s
Representaba el l¨ªder obrero de corte cl¨¢sico que casi se extingui¨® durante el thatcherismo
A Bob Crow, durante la ¨²ltima d¨¦cada la voz m¨¢s prominente del sindicalismo brit¨¢nico, no le importaba que sus cr¨ªticos le tildaran de ¡°dinosaurio¡±. ¡°Los dinosaurios estuvieron dando guerra durante bastante tiempo¡±, les respond¨ªa hace apenas un mes cuando al frente del sindicato de transporte RMT estuvo a punto de paralizar el metro de Londres por una disputa laboral. El pasado d¨ªa 11, y en plenas negociaciones que acabaron frenando aquella huelga, Crow falleci¨® a causa de un infarto con solo 52 a?os.
La seguridad en el empleo, el mejor salario posible y unas pensiones dignas conformaban el lema inapelable que convirti¨® a Crow en h¨¦roe de un movimiento sindical muy debilitado desde la era thatcherista, en uno de sus escasos l¨ªderes realmente temido por el empresario. Negociador duro y habilidoso, esgrimi¨® toda la fuerza de las movilizaciones y paros para confrontar la l¨®gica econ¨®mica de los nuevos tiempos, de los recortes de plantillas y sueldos. El RMT (Rail, Maritime and Transport Union) representa desde a trabajadores de las plataformas petrol¨ªferas del Mar del Norte hasta a empleados de la red ferroviaria, pero fueron sus sucesivos pulsos con los gestores del transporte p¨²blico de la capital brit¨¢nica los que procuraron especial notoriedad a Crow. Los libr¨® con el ¨¦xito que supuso incrementos del salario incluso y otras ventajosas condiciones para su plantilla.
Con su f¨ªsico de boxeador y sus camisetas del Millwall ¡ªel equipo de f¨²tbol del sudeste de Londres¡ª, este comunista en su juventud y luego laborista del ala izquierda respond¨ªa al perfil casi extinto del l¨ªder sindical cl¨¢sico. Trabajador del metro desde los 16 a?os, cuando abandon¨® los estudios para ser aprendiz al cuidado de las v¨ªas, fue elegido representante sindical apenas cumplidos los 20. En 2002 era elegido secretario general del RMT, donde consigui¨® incrementar el n¨²mero de afiliados desde 50.000 a m¨¢s de 80.000.
Crow, que manten¨ªa en su despacho un busto de Lenin y bautiz¨® a su perro Castro en honor a Fidel, era una de las bestias negras de la prensa conservadora, objeto de repetidos art¨ªculos sobre su tren de vida y abultado sueldo o sobre las vacaciones que se tom¨® en R¨ªo de Janeiro en v¨ªsperas de una anunciada huelga en el metro de Londres. ¡°?Qu¨¦ esper¨¢is que haga? ?Que me pase el d¨ªa bajo un ¨¢rbol leyendo libros de Karl Marx?¡±, replic¨® impasible a esos tabloides que, como el Daily Mail, lo caracterizaban como un bon vivant enmascarado de dirigente obrero. Para los afiliados de su sindicato Bob Crow era, sin embargo, el l¨ªder que les consigui¨® los mejores acuerdos laborales y que segu¨ªa dispuesto a desafiar el paquete de reformas que, en el caso del metro londinense, amenazan con una nueva reducci¨®n de plantilla traducida en la p¨¦rdida de m¨¢s de 700 empleos. Y, a pesar de las incomodidades que entra?an para el usuario, las encuestas han indicado que un importante sector de la opini¨®n p¨²blica no le restaba raz¨®n.?
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