Venezuela da la batalla del d¨ªa a d¨ªa
La escasez de productos b¨¢sicos, las barricadas y las tensiones sociales convierten la vida en Caracas en una carrera de obst¨¢culos
La escena puede apreciarse cualquier d¨ªa en los principales supermercados de Caracas. A las ocho de la ma?ana del martes unas doscientas personas guardan cola ante la puerta del Excelsior Gama de Santa Eduvigis, uno de los centros mejor abastecidos de la capital. La mayor¨ªa no sabe qu¨¦ producto llegar¨¢. Pero siempre cae algo a precios subvencionados: caf¨¦, harina, arroz, aceite, frijoles. Hoy se rumorea que habr¨¢ leche, dos cajas en polvo y dos latas de leche condesada. El gerente ha dispuesto unas carpas para repartirlas. ¡°Nos hemos convertido en un pa¨ªs de carpas¡±, lamenta una se?ora.
-No los quiero ver peleando ¨Cadvierte el gerente-, sino haciendo valer sus derechos. Aqu¨ª no hay funcionarios que se coleen (que se salten la cola), ni ninguna de esas vainas. No se peleen.
Mujeres y hombres han llegado al este desde todas las zonas de Caracas. Del mismo este, que es donde viven los de mayor poder adquisitivo, y del oeste. Hay una raya tan clara como invisible entre las dos partes de la ciudad. Los estudiantes que levantan barricadas contra el Gobierno de Nicol¨¢s Maduro desde el 12 de febrero lo hacen en el este. Y los chavistas convocan sus marchas en el oeste. Sin embargo, cada d¨ªa miles de personas cruzan esa raya para trabajar o comprar.
-?Chavistas, que sois todos chavistas!, espeta una se?ora a los primeros de la cola.
Es rubia, de ojos azules y origen alem¨¢n. Tiene 67 a?os, es t¨¦cnica radi¨®loga y se llama Palma Panucza. Despu¨¦s explica: ¡°Estos son todos buhoneros (comerciantes callejeros), se quejan del Gobierno pero despu¨¦s aplauden como focas a Maduro. Nos estamos cubanizando. En un pa¨ªs con tantas riquezas se ha vuelto normal hacer estas colas para conseguir un poco de carne congelada que viene de Brasil y cuando la abres y la hueles se te quita el apetito. Yo les digo: ¡®?Pero qu¨¦ os cre¨¦is, que esto es Suiza?¡¯ Y despu¨¦s pienso, ¡®?qu¨¦ hablo yo si no saben ni d¨®nde est¨¢ Suiza!¡¯"
Muchos de los consultados opinan que la escasez de alimentos obedece a la mala gesti¨®n del Gobierno. Pero tampoco comparten la estrategia de los estudiantes que levantan barricadas, llamadas coloquialmente guarimbas.
¡°No digo que no protesten¡±, explica Ra¨²l Montero, alba?il de 30 a?os, ¡°pero que lo hagan de forma pac¨ªfica. Si se presenta una emergencia, ?c¨®mo hacer para pasar por la carretera? Por culpa de ellos la gente llega tarde al trabajo y los ni?os a la escuela¡±.
Desde la acera de enfrente unos cinco muchachos levantan las manos ri¨¦ndose y entonan Patria querida, la canci¨®n que cant¨® Hugo Ch¨¢vez antes de viajar a Cuba por ¨²ltima vez.
¡°Se burlan de nosotros, nos est¨¢n llamando chavistas¡±, dice un hombre que vino a la cola desde uno de los barrios m¨¢s humildes de Caracas. ¡°Nos est¨¢n diciendo: ¡®ah¨ª la tienen, ¨¦sta es la patria que ustedes quer¨ªan'¡±. Otra mujer a?ade: ¡°Pero seguro que la mam¨¢ de ellos hace cola aqu¨ª tambi¨¦n¡±.
Unos critican al Gobierno y otros se culpan ellos mismos por la escasez. Una mujer lamenta:
-Hay gente que viene todos los d¨ªas a la cola. ?Para qu¨¦? Para vender lo que compran.
Y otra le responde:
-No, se?ora. Un d¨ªa se viene a por el caf¨¦, otro a por el az¨²car, la leche...
Y las dos llevan raz¨®n. Hay comerciantes callejeros que revenden lo que compran, hay miles de ciudadanos que han montado en su casa una despensa alternativa con v¨ªveres para sobrevivir durante meses. Hay contrabando de alimentos en la frontera con Colombia. Y hay una escasez de productos b¨¢sicos como nunca la hubo desde que Hugo Ch¨¢vez lleg¨® al poder en 1998. El desabastecimiento ha tra¨ªdo peque?as y grandes corruptelas. Hay vigilantes en los centros que cobran dinero por avisar a tiempo del producto que llega cada ma?ana. ¡°Los que trabajan en los supermercados ganan m¨¢s revendiendo que con el sueldo que les pagan. Lo s¨¦ porque yo he contribuido a eso¡±, reconoce una se?ora.
Hay miles de ciudadanos que han montado en su casa una despensa alternativa con v¨ªveres para sobrevivir durante meses
La gente ha desarrollado unos rayos X naturales para adivinar en las calles el contenido de las bolsas. Un encuestador que trabaja para el Gobierno chavista y prefiere preservar el anonimato reconoce que el problema del que m¨¢s se quejan los ciudadanos es el de la escasez de alimentos. ¡°La escasez est¨¢ nueve puntos por encima de la inflaci¨®n en la valoraci¨®n de la gente¡±, se?ala. ¡°Pero es falso que el pa¨ªs est¨¦ a punto de estallar. La inflaci¨®n es muy alta, pero los salarios han subido por encima de la inflaci¨®n. Hay dinero para comprar los alimentos. En caso contrario no habr¨ªa colas. Y, al contrario de lo que ocurre en las grandes ciudades de Latinoam¨¦rica, en Caracas no se ve a ni?os pidiendo por las calles. Se est¨¢ infinitamente mejor que en 1998, antes de la llegada de Ch¨¢vez. Es cierto que hay corrupci¨®n, pero no m¨¢s que en la mayor¨ªa de Latinoam¨¦rica, desde M¨¦xico a la Patagonia. Y menos que en pa¨ªses ultracapitalistas como Paraguay¡±.
Ch¨¢vez sol¨ªa culpar de los desabastecimientos ¡°a los empresarios acaparadores¡±. Y el mensaje cal¨® en sus seguidores. Jos¨¦ Villanueva, agrimensor de 54 a?os, cree que ahora hay m¨¢s escasez porque Ch¨¢vez expropiaba en cuanto los empresarios ¡°frenaban sus plantas¡± mientras Maduro no expropia.
Ese razonamiento lo sostiene tambi¨¦n el citado consultor chavista, quien culpa de la escasez y de la inflaci¨®n a los empresarios. ¡°El mecanismo es muy simple: Un importador le pide al Estado d¨®lares subsidiados a un precio de 6,30 bol¨ªvares por d¨®lar para comprar diez relojes. Se va a Panam¨¢. ?Compra diez relojes? No, compra cinco. Los d¨®lares para los otros cinco relojes se quedan en Panam¨¢: fuga de capitales. ?Trae los cinco relojes a Venezuela? No; dos los vende en Colombia porque all¨ª los precios son mucho m¨¢s altos y le va a sacar m¨¢s rentabilidad. Quedan tres relojes, pero solo saca dos al mercado. Hay escasez de relojes, la demanda sube y los precios tambi¨¦n. Y al mes saca el tercero¡±.
A media ma?ana los taxis se comunican por frecuencias de radio las zonas adonde no se puede circular porque ¡°los guarimberos¡± han taponado la v¨ªa o levantado las alcantarillas. Al caer la tarde comienzan a montarse barricadas en la plaza de Altamira, sede inicial de las protestas. Desde el 12 de febrero han muerto 39 personas. Maduro insiste en que el objetivo es darle un golpe de Estado. Y eso mismo opinan muchos chavistas. Sin embargo, el estudiante Carlos Gonz¨¢lez, quien se encuentra el martes en la plaza de Altamira, se?ala: ¡°Los golpes los dan los militares. Nosotros somos civiles. Y en mi caso, puedo decir que soy del oeste. Pero me manifiesto en el este porque si bien aqu¨ª nos echan gases y perdigones, en el oeste nos tiran puro plomo. Hasta ahora, ni una manifestaci¨®n de opositores ha sido grabada disparando¡±.
Maduro insiste en que el objetivo es darle un golpe de Estado. Y eso mismo opinan muchos chavistas
Un d¨ªa despu¨¦s, el mi¨¦rcoles, dos agentes de la Polic¨ªa Nacional Bolivariana recibieron sendos balazos en la cabeza y en una pierna cuando intentaban disolver una manifestaci¨®n de opositores. Al d¨ªa siguiente, un estudiante opositor fue desnudado y encapuchado por un grupo de militantes chavistas. En ninguno de los canales de televisi¨®n del pa¨ªs se informa sobre las protestas. A menos que resulte herido alg¨²n agente. Los ciudadanos s¨®lo se informan en directo por las redes sociales.
En el Gobierno est¨¢n convencidos de que las barricadas han servido para cohesionar a sus electores. ¡°El 87% de la poblaci¨®n est¨¢ contra ellas¡±, indica el citado consultor. ¡°Si la oposici¨®n sigue infravalorando a Maduro, si siguen pensando que el chavismo gana porque compramos a los pobres con subsidios y porque controlamos los medios de comunicaci¨®n. Para nosotros es una excelente noticia, porque as¨ª nunca nos van a ganar¡±.
A la ma?ana siguiente vuelven las colas a los supermercados, las carpas, los cortes de calle y las manifestaciones en el este. Pero las zonas m¨¢s pobres, los inmensos cerros que rodean la capital, contin¨²an en silencio.
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