La anexi¨®n desgarra Sebastopol
La ciudad m¨¢s rusa de Crimea celebra su incorporaci¨®n a Mosc¨² La minor¨ªa ucrania de la pen¨ªnsula huye a Kiev o cambia de bando
El oficial V¨ªctor Yulenko deja caer dos pesados petates ante la taquilla de la estaci¨®n de tren de Sebastopol. En unas horas marcha hacia Kiev para que le reasignen destino. A diferencia de muchos de los soldados de su cuartel, que se han pasado en masa al enemigo porque tienen ¡°familia, hijos y la vida hecha en Crimea¡±, Yulenko ha decidido permanecer leal a Ucrania y eso implica un exilio interior, vital y geogr¨¢fico, acompa?ado por su esposa, tambi¨¦n ucrania. ¡°No me resulta f¨¢cil cambiar una lealtad por otra como quien muda de camisa. Eleg¨ª servir a una bandera y no puedo traicionarla por otra¡±, confiesa abatido. Es uno de los ¨²ltimos soldados ucranios que abandonan Crimea, y uno de los muchos miembros de esa comunidad que dejan la ciudad. ¡°La vida para nosotros en Sebastopol se ha vuelto irrespirable¡±, admite.
Como Yulenko, que ha participado en misiones de paz internacionales en Sierra Leona y Kosovo y que ahora ser¨¢ destinado como refuerzo al este de Ucrania, donde la rebeli¨®n de la mayor¨ªa rusohablante tiene en jaque al Gobierno, muchos de los ucranios que viv¨ªan hasta ahora en Sebastopol, la ciudad rusa por antonomasia de Crimea, han huido, y los que no, reh¨²san hablar con periodistas por miedo a que los vean sus vecinos (Yulenko es la excepci¨®n, tiene ya el pie en el estribo del tren). Siempre han sido una minor¨ªa silenciosa (22% de la poblaci¨®n, frente al 72% ruso) dentro de esta especie de ciudad-Estado de 380.000 habitantes, con estatus especial en Crimea ¡ªy tambi¨¦n dentro de la Federaci¨®n Rusa, como entidad regional n¨²mero 84¡ª, pero ahora se sienten como los cristianos de las catacumbas. Algunos relatan persecuciones y hostigamiento en las calles; otros, una simple y llana desmoralizaci¨®n que les impide articular palabra.
Sebastopol es una ciudad que respira aires de imperio mar¨ªtimo, con amplias e impolutas avenidas de bellos edificios blancos por las que desfilan decenas de guardiamarinas con sus gorras de plato y sus abrigos de pa?o negro, en un contraste de damero con el blanco de los trajes de los oficiales; un decorado decadente, como de balneario, que resplandece entre jardines en flor y que huele a domingo.
Principal base de la flota rusa del mar Negro, arrendada por la Ucrania independiente durante los ¨²ltimos 23 a?os por 72 millones de euros al a?o, la ciudad exhibe por doquier la bandera tricolor de la Federaci¨®n rusa y el emblema de la ciudad, pero apenas se ve la de Crimea; Sebastopol siempre ha tenido hilo directo con Mosc¨².
Bajo la Uni¨®n Sovi¨¦tica, los astilleros de la ciudad dedicaban el 85% de su capacidad a trabajos de mantenimiento de la flota, que entonces dispon¨ªa de 800 barcos y hoy no llega a 200, del m¨¢ximo de 388 permitido por los ¨²ltimos acuerdos suscritos con Ucrania. Pero desde los a?os noventa languidecen, ¡°lastrados por una sucesi¨®n de cambios en el accionariado e infrautilizados a solo el 8% de su capacidad, con unos pocos encargos del extranjero que ahora han quedado congelados¡±, seg¨²n denuncia el director de los astilleros, Konstantin Kastorskin, que la semana pasada pidi¨® ayuda ante la Duma. Los astilleros, como la flota, son un emblema al que ahora todos sacan brillo.
Siempre he estado en contra de la anexi¨®n rusa, pero constatar c¨®mo Kiev ha perdido el control,? me ha hecho reconsiderarlo todo¡± Olga Sorokina, historiadora
El padre de Olga Sorokina trabaj¨® toda su vida en los astilleros, y ahora lamenta verlos cambiar de manos, aunque lleven a?os arrumbados y la chatarra ¡ªmonta?as de piezas oxidadas¡ª se acumule en las d¨¢rsenas. Sorokina, historiadora, se encuentra ahora entre la espada y la pared. Con familia en el continente y la pen¨ªnsula, cuenta que m¨¢s de la mitad de sus parientes y amigos ucranios se han ido; tambi¨¦n de Simfer¨®pol, la capital, a otros puntos no tan expuestos de la pen¨ªnsula. ¡°Siempre he estado en contra de la anexi¨®n rusa, pero constatar c¨®mo Kiev ha perdido el control, el grado de caos en que se est¨¢ sumiendo Ucrania, que puede empeorar incluso tras las elecciones [del 25 de mayo], me ha hecho reconsiderarlo todo. Lo que ha pasado tal vez sea lo mejor¡±.
¡°No me creo todas esas promesas de felicidad que repiten los rusos, pero al menos tendremos una vida m¨¢s estable aqu¨ª que en Ucrania¡±, subraya Sorokina, a la que hizo cambiar de bando un hecho capital: el abandono por parte de Kiev de la unidad militar donde su esposo, tambi¨¦n ucranio, serv¨ªa como oficial. ¡°Kiev aseguraba que estaba todo bajo control, pero lo cierto es que el cuartel estaba rodeado de blindados rusos, sin comida y con la conexi¨®n a Internet cortada por el proveedor ucranio. Si no llega a ser por las bolsas de comida que le tiraba por la verja, habr¨ªa pasado hambre¡±.
La decisi¨®n del oficial Sorokin de jurar obediencia al Ej¨¦rcito ruso ha ca¨ªdo como una bomba en las dos familias. ¡°Nuestros padres no entienden por qu¨¦ lo hemos hecho. Es un tema que no puede discutirse en casa porque la relaci¨®n se ha vuelto fr¨ªa y muy tensa, solo espero que lo superemos¡±. La primera recompensa de su decisi¨®n, al equiparar su rango de teniente con el correspondiente escal¨®n ruso, ha sido una subida del 25% de su sueldo, hasta que se homologue al 100%, explica Sorokina.
En la imprenta del campus local de la Russian Economic University, Tatiana Borushina no da abasto serigrafiando la bandera tricolor rusa y el emblema de la ciudad en pegatinas para la multitud de puestos ambulantes que hacen su agosto gracias al nuevo fervor patri¨®tico. Es rusa, y tambi¨¦n la orgullosa madre de un cadete de la Academia de la Armada que, asegura, ¡°come much¨ªsimo mejor desde que llegaron los rusos¡±. ¡°Sebastopol es nuestra desde hace 300 a?os, lo de Ucrania solo ha sido una an¨¦cdota en el tiempo¡±, advierte.
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