La fiebre del hierro abre grietas en Suecia
La demanda asi¨¢tica de minerales dispara la extracci¨®n en Laponia. Los ind¨ªgeneas samis temen por su futuro
Matti Berg es un fornido ind¨ªgena del norte de Suecia que creci¨® con una advertencia firme de su padre: ¡°Cuando haya tormenta, no te acerques a la monta?a. Sobre todo, si hay rayos¡±. Hace siglos que los samis saben que en Laponia, su venerada madre tierra, hay minerales ultramagn¨¦ticos. Lo que el ¨²ltimo pueblo ind¨ªgena de Europa tal vez no supiera es que se asienta sobre la laja de minerales de hierro m¨¢s grande del mundo y que esa coincidencia, en ¨¦poca de bonanza mercantil, podr¨ªa acabar con su cultura ancestral.
La fuerte subida del precio mundial de los minerales, impulsada por la sed de acero de una China en construcci¨®n, junto a los progresos tecnol¨®gicos han animado a las empresas a perforar en lugares en los que antes no les resultaba rentable. La bella Laponia sueca est¨¢ repleta de potenciales minas. En Kiruna, la ciudad m¨¢s septentrional de Suecia, a unos 65 kil¨®metros al norte del c¨ªrculo polar, el trasiego de contratistas y empresarios es continuo. La oportunidad de hacer grandes negocios se palpa en esta ciudad g¨¦lida y remota.
Las administraciones y la poblaci¨®n local dan la bienvenida al man¨¢ minero, pero como los samis, temen que la avaricia acabe por destrozar su para¨ªso natural. Intuyen que la paradoja de la abundancia acostumbra a no perdonar. Para el Estado sueco, el boom supone una fuente ingresos vital cuando las econom¨ªas europeas se esfuerzan por competir en un mercado global que sienten que se les escapa de las manos. La producci¨®n minera supone por ejemplo un tercio del potente gasto sueco en educaci¨®n superior e I+D. A pesar de que las proyecciones apuntan a una leve ca¨ªda de la demanda de algunos minerales, Marie Wickberg, asesora pol¨ªtica del Ministerio de Industria, conf¨ªa en que ¡°mientras haya una creciente clase media mundial, seguiremos manteniendo nuestra posici¨®n de liderazgo en la UE¡±. Suecia proyecta duplicar el n¨²mero de minas en 2020.
A unos diez kil¨®metros de Kiruna, Niila Inga, un hombre de 33 a?os, se despide en sami de sus renos, que pastan entre la nieve que todav¨ªa lo cubre todo en el mes de abril. Este es uno de los campamentos base de su comunidad, Laevas, al que los samis van y vienen siguiendo a los renos. Los animales rigen su calendario y su vida n¨®mada. El a?o sami empieza en mayo, cuando nacen las cr¨ªas de reno. Los animales y sus pastores suben y bajan de las monta?as a las llanuras huyendo de las moscas, al olor de los champi?ones frescos o con la llegada de las primeras nieves. En septiembre llega la matanza y venden la carne, pieles y cuernos. As¨ª desde hace miles de a?os.
De los casi 80.000 samis de Escandinavia y Rusia ¡ª20.000 en Suecia¡ª no todos viven como Inga, de los renos. La mayor¨ªa se ha asentado en las ciudades y muchos han perdido pr¨¢cticamente el contacto con su cultura, tras a?os de discriminaciones e intentos de asimilaci¨®n por parte de las autoridades. Las relaciones con ¡°los suecos¡± han mejorado mucho y las nuevas generaciones son m¨¢s asertivas y cuentan con una renovada identidad sami. ¡°Los suecos ahora nos aceptan como sus ind¨ªgenas. Les gustamos para hacerse fotos con nosotros, pero nosotros queremos derechos y tierras¡±, pide Inga
Pero para los samis, los renos siguen siendo el gran referente del que depende el resto de fuentes de ingresos, como el turismo o la artesan¨ªa. Sin los renos, dicen, se convertir¨ªan en una cultura f¨®sil, en un zoo humano de las nieves. ¡°Si los renos no migran, se mueren y con ellos, nuestra cultura. El lenguaje sami por ejemplo, se ha mantenido vivo gracias a los renos¡±, piensa Inga, que explica que tienen hasta 100 palabras para describir el estado de la nieve que transitan los renos. C?onu por ejemplo es el hielo que se forma cuando ha habido un m¨ªnimo deshielo durante el d¨ªa que luego se congela durante la noche. Se emplea para las heladas de invierno no de primavera, que tienen otro nombre. No son buenas para los renos.
Un traslado piedra a piedra
En un aparcamiento de Kiruna, un peque?o artefacto incrustado en el asfalto mide los movimientos de la tierra. Detecta el avance de las gigantescas grietas causadas por la mina de la que procede el 90% de los minerales de hierro que consume la UE. Las fallas han obligado a la empresa estatal LKAB a medidas radicales: va a trasladar la ciudad de Kiruna y a la mayor¨ªa de sus 20.000 habitantes.
El Ayuntamiento ser¨¢ el primero en emigrar, en 2016. Luego lo har¨¢n los dem¨¢s, incluida la emblem¨¢tica iglesia neog¨®tica, que ser¨¢ trasladada piedra a piedra. Supone un desaf¨ªo jur¨ªdico y econ¨®mico descomunal. ¡°Nos va a costar much¨ªsimo dinero, pero somos una compa?¨ªa rentable y nos lo podemos permitir¡±, explica David Petersson, director de marketing de LKAB. Seg¨²n las primeras estimaciones, el traslado costar¨¢ 1.430 millones de euros.
Los avances tecnol¨®gicos ¡ªpotentes y precisos martillos hidr¨¢ulicos¡ª permitieron abrir el a?o pasado una nueva galer¨ªa a 1.365 metros de profundidad, causante de las grietas.
La poblaci¨®n acepta resignada la mudanza. Sabe que se debe a una cat¨¢strofe creada por el hombre para generar beneficios, y que ellos, los vecinos de Kiruna, participan del fil¨®n. Michael Karlsson due?o de un restaurante lo explica: ¡°No tenemos otra opci¨®n que el traslado. Si la mina cierra, Kiruna muere¡±.
Lo que en la jerga minera se conoce como ¡°el superciclo¡±, el que ha cuadriplicado el precio de ciertos metales en diez a?os, es lo que preocupa a Berg. Cree que la proliferaci¨®n de minas e infraestructuras asociadas supone una grave amenaza para los reba?os trashumantes de renos, cada vez m¨¢s acorralados. A las minas se le suman los parques e¨®licos, la deforestaci¨®n y el cambio clim¨¢tico, que tambi¨¦n compiten con los renos por el manto nevado de Laponia. Un recorrido de la mano de Berg, da una idea de la magnitud de los proyectos. ¡°Ah¨ª a la derecha quieren abrir los australianos una mina de cobre. Un poco m¨¢s all¨¢, habr¨¢ otra pronto¡±. Vagones de tren, cargados de minerales, atraviesan en hilera el paisaje nevado y tapizado de pinos.
Ann-Catrin Fredriksson, abogada del Ayuntamiento de Kiruna, confirma las predicciones de Berg. En su ordenador muestra el mapa minero de la regi¨®n. Entre prospecciones y yacimientos, la superficie aparece pr¨¢cticamente cubierta por ellas. Fredriksson cree que sin la miner¨ªa, Kiruna probablemente no existir¨ªa. La industria garantiza que haya varios vuelos al d¨ªa, trenes y consumo. La abogada recuerda las vacas flacas de los precios del hierro en los ochenta, los despidos, la emigraci¨®n masiva. Ese recuerdo mantiene vivo el apoyo de la mayor¨ªa de la poblaci¨®n a las extracciones, pero como tambi¨¦n reconoce Fredriksson, ¡°la gente aqu¨ª empieza a pensar que tal vez esto sea excesivo. Que no es necesario extraer todo posible en esta generaci¨®n s¨®lo porque el precio est¨¦ por las nubes. No tenemos necesidades econ¨®micas, ni un alto desempleo. ?Por qu¨¦ nos arriesgarnos a destrozar nuestro medio ambiente?¡±. Un portavoz de LKBA, la gran mina de minerales de hierro de Kiruna, considera que utilizan ¡°muy poca superficie de tierras¡±. Explica que se consulta a los sami en las grandes decisiones de la mina y que ahora buscan ¡°soluciones, como abrir pasos para el ganado¡±, dice el portavoz, Fredrik Bj?rkenwall. LKBA cifra en 2.300 los puestos de trabajo creados en la mina.
En un apartamento medio vac¨ªo de Kiruna, Anna Inga pasa los meses entre las migraciones de los renos. Hoy ayuda a su hijo de ocho a?os con los deberes de la escuela sami. Recortan en una gomaespuma marcas en orejas de reno, que indican a qu¨¦ familia pertenecen los animales. El peque?o, que sabe hacer fuego, desollar a un animal y sobrevivir en el monte a 40 grados bajo cero, quiere dedicarse a los renos cuando sea mayor. Igual que su hermano, su t¨ªo y su abuelo. Su madre no ve el futuro con tanta claridad. ¡°No quiero que pierda el contacto con los suecos. No sabemos cu¨¢nto va a durar nuestra cultura¡±, teme Inga, que deposita sus esperanza en Bruselas. ¡°El Gobierno nos ha dejado tirados frente a las empresas mineras. Espero que en Bruselas nos puedan ayudar¡±.
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