Lecciones de cannabis en Holanda
13 'coffeeshops' de Amsterdam, abocados al cierre por su cercan¨ªa a una escuela privada Proponen comprar el centro educativo para poder sobrevivir
En el centro de la capital holandesa, junto a los famosos canales del Siglo de Oro, hay una escuela privada de secundaria, Amsterdamsche School, rodeada de coffeeshops, los locales donde el consumo de marihuana es legal. Son 13 y tienen un problema: est¨¢n ubicados a menos de 250 metros del centro educativo. Demasiado cerca de unos alumnos de entre 12 y 18 a?os, que forman parte de la poblaci¨®n protegida por el Gobierno de los efectos de una droga nociva para su cerebro. Ante la obligaci¨®n de cerrar durante las horas de clase (en la pr¨¢ctica hasta las seis de la tarde), los 13 han hecho una propuesta que dar¨ªa un vuelco a la situaci¨®n. Quieren comprar el colegio para que se traslade a otro barrio y les deje el campo libre.
La oferta es casi una par¨¢frasis del manoseado refr¨¢n "si no puedes vencer a tu enemigo ¨²nete a ¨¦l". Solo que aqu¨ª, los matices nacionales, nada belicosos, marcan m¨¢s que nunca la diferencia. En ?msterdam hay 220 coffeeshops abocados a la misma suerte que el grupo en cuesti¨®n. Si no se trasforman en bares tradicionales, desaparecer¨¢n entre el pr¨®ximo verano y enero de 2016. Con todo, su situaci¨®n es privilegiada, porque est¨¢n abiertos a clientes nacionales y extranjeros por expreso deseo del alcalde socialdem¨®crata, Eberhard van der Laan. Cerca de un mill¨®n de turistas los visita anualmente, y el edil ha decidido franquear la entrada para no dejarles a merced de los traficantes callejeros. Como el Ministerio de Justicia hab¨ªa impuesto el derecho de admisi¨®n en el resto de pa¨ªs (con otros 430 coffeeshops) donde solo entran holandeses, o residentes legales, los que vulneren la norma de los 250 metros en la capital tendr¨¢n que bajar la persiana.
"Una barbaridad", seg¨²n Ferry de Groot, miembro de la Asociaci¨®n de Venta al Detalle del Canabis. Si lo que pretende el Gobierno es acabar con el turismo de la droga, "clausurar locales o restringir la clientela favorece la venta ilegal, cuando el consumo est¨¢ regulado desde 1976", asegura. La ciudad de Maastricht, al sur, junto a la frontera belga y alemana, es el ejemplo cl¨¢sico del dilema generado por la tolerancia en material de drogas blandas. Una especialidad holandesa que le ha valido cr¨ªticas constantes de sus socios comunitarios. Casi cuatro d¨¦cadas despu¨¦s, la tolerancia se interpreta en nombre de la selecci¨®n de la clientela para evitar los disturbios asociados a una droga todav¨ªa prohibida en la mayor¨ªa de pa¨ªses de origen de los turistas.
En 2010, por ejemplo, 135.000 espa?oles entraron en estos caf¨¦s en Holanda. De Estados Unidos llegaron 175.000 personas. De Italia, unos 85.000. Belgas, germanos y luxemburgueses cruzan tambi¨¦n la frontera del sur de Holanda atra¨ªdos por la posibilidad de fumar, inhalar o comer pasteles de marihuana, siempre que no sobrepasen los cinco gramos por persona y d¨ªa. "Antes de controlar la nacionalidad quisieron imponer carn¨¦s de socio y no funcion¨®. Los pases tienen mala fama en Holanda. Recuerdan episodios nefastos de nuestra historia, cuando los ciudadanos eran divididos por su origen. Aunque el contexto es distinto, era un estilo regulador abocado al fracaso", recuerda De Groot.
De vuelta a la capital, la curiosa oferta de compra atrajo al principio a la direcci¨®n de la Amsterdamsche School. "No digo que no por definici¨®n. Habr¨¢ que ver la cifra ofrecida", se?al¨® su responsable, Bas Roosen, provocando cierto revuelo. No en vano, el centro, abierto desde hace 28 a?os, ofrece aulas de 10 alumnos a precios que oscilan entre los 21.000 y los 26.000 euros por curso. Pero sus buenas instalaciones no impiden la presencia del alumnado en la calle. Y los 13 coffeeshops en cuesti¨®n, a un tiro de piedra, son un riesgo que el Ministerio de Justicia prefiere evitar. Sobre todo desde que, hace dos a?os, un informe oficial apuntara los "trastornos psic¨®ticos del canabis fuerte entre los adolescentes porque la droga interfiere en su desarrollo cerebral", en palabras de Margriet van Laar, su coordinadora.
Al estudio se uni¨® la constataci¨®n de que el canabis de cultivo nacional es mucho m¨¢s fuerte que el importado. Tiene una concentraci¨®n de tetrahidrocannabiol (THC) de entre el 15% y el 18%, y Justicia lo convirti¨® en 2012 en una droga dura con tolerancia cero. En este contexto, la llamada de Michael Veling, due?o de un coffeeshop cercano a la escuela particular y presidente la Asociaci¨®n de Detallistas, a practicar "una diplomacia callada", no parece haber dado resultado. "El asunto est¨¢ parado y no creemos que llegue a buen puerto. En todo caso, es una iniciativa de algunos de nuestros asociados. Lo esencial es que Justicia entienda que los adolescentes no entran en coffeeshops cercanos a su escuela. Ser¨ªa absurdo. Cerrarnos abre la venta clandestina al resto de la sociedad, incluidos los j¨®venes", repite Ferry de Groot.
En realidad, la Ley holandesa del Opio penaliza el consumo por encima de los cinco gramos, adem¨¢s del tr¨¢fico y cultivo. Al remitir al usuario a los coffeeshops, el legislador de los a?os setenta pensaba lograr la deseada separaci¨®n entre drogas blandas y duras. Pero la normativa tiene un tal¨®n de Aquiles admitida por el propio Ejecutivo. Se refiere al hecho de que los due?os de los bares solo puedan almacenar 500 gramos. Como est¨¢ prohibido cultivar la hierba, para comprarla hay que recurrir al circuito ilegal. Aunque la evidencia es innegable, la polic¨ªa hace la vista gorda siempre que los caf¨¦s no tengan m¨¢s existencias de las permitidas. Prima la paz social de tener al fumador controlado sobre el origen de la materia prima. En Holanda, el arreglo funciona. En el resto de la UE, se considera poco menos que una aberraci¨®n.
A todo ello se une la inesperada fortaleza de la mar¨ªa holandesa, que ha favorecido un lucrativo circuito delictivo de exportaci¨®n: unas 40.000 plantaciones clandestinas locales generan beneficios cercanos a los 2.000 millones de euros. Aqu¨ª, ni siquiera los gobernantes aplican la tolerancia. Lo malo es que, m¨¢s all¨¢ de la legalizaci¨®n completa, rechazada por el Ejecutivo, para solucionar este nuevo problema no hay recetas.
La pol¨ªtica de la marihuana
El Informe Mundial sobre las Drogas, de Naciones Unidas, cifra en unos 224 millones los consumidores de canabis. Hasta la fecha, Corea del Norte es el ¨²nico pa¨ªs que ha ido m¨¢s all¨¢ de la legalizaci¨®n, puesto que no considera droga la marihuana y el opio. En consecuencia, su cultivo, venta y consumo no son delictivos.
Entre los pa¨ªses europeos suele destacar Holanda, que penaliza el tr¨¢fico, posesi¨®n y venta de m¨¢s de 30 gramos, pero permite el uso de hasta cinco gramos en los coffeeshops. Sin embargo, Portugal fue el primero en legalizar en 2001 la posesi¨®n de drogas, ya fuera marihuana, coca¨ªna, hero¨ªna o metanfetamina. La dosis m¨¢xima de hach¨ªs permitida es de cinco gramos. La de marihuana no puede sobrepasar los 25 gramos. Por encima de ambas cantidades, se presume la venta de droga y se imponen sanciones.
En 2013, Uruguay se convirti¨® en el primer Estado latinoamericano en regular la producci¨®n, distribuci¨®n y venta de marihuana. Un registro especial permite adquirir mensualmente, solo a los nacionales, hasta 40 gramos en farmacias autorizadas. Aunque el Gobierno del presidente Jos¨¦ Mujica asegura que el control estatal servir¨¢ de modelo para otras capitales, un 63% de la poblaci¨®n es contraria a la regulaci¨®n, seg¨²n los sondeos locales.
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