La ciudad envenenada de Italia
El Estado italiano sigue desoyendo las advertencias de jueces y ecologistas sobre los efectos perniciosos para la poblaci¨®n de Taranto de una planta sider¨²rgica
?Salud o trabajo?, les plantearon durante a?os, y ellos se creyeron que no hab¨ªa otra alternativa, y entre el peligro de una enfermedad probable y el hambre inmediata de sus hijos, eligieron seguir trabajando en la gran f¨¢brica de acero instalada al costado de sus casas. Y ahora est¨¢n aqu¨ª, llevando al reportero de un lado a otro a trav¨¦s de un barrio pintado de marr¨®n para disimular el polvo de hierro que llueve lentamente sobre sus cabezas. Y desde el cementerio a una escuela infantil donde est¨¢ prohibido jugar en los jardines, envueltos en cinta naranja como regalos envenenados, se paran delante de la placa que mand¨® colocar el se?or Corisi en la fachada de su casa aquel d¨ªa que los m¨¦dicos le avisaron de su destino inminente: ¡°En¨¦simo fallecido por neoplasia pulmonar. Tamburi (Taranto). 8 de marzo de 2012¡±.
Malas pr¨¢cticas
- La acer¨ªa de Ilva perteneci¨® al Estado italiano desde su apertura en 1965 hasta 1995. Desde entonces es propiedad de la familia Riva.
- Los estudios encargados por la justicia revelan los peligros para la salud derivados de las malas pr¨¢cticas de la factor¨ªa.
- Ocho directivos de la empresa fueron detenidos hace dos a?os, entre ellos el patriarca de la familia.
En realidad, Giuseppe Corisi quer¨ªa que, en vez de ¡°en¨¦simo¡±, su esposa Graziella y sus hijas Stefania y Sabrina pusiesen el n¨²mero exacto que a ¨¦l le correspond¨ªa en la larga lista de los ca¨ªdos por culpa de los efluvios de la planta de Ilva, uno de los grupos sider¨²rgicos m¨¢s grandes de Europa. Pero ni entonces hubo, ni todav¨ªa hay, manera de encontrar el dato exacto. Solo un informe encargado hace un par de a?os por la fiscal¨ªa de Taranto, una ciudad de casi 200.000 habitantes en la regi¨®n de Puglia ¡ªen el tac¨®n de la bota italiana¡ª arroja una idea del desastre silenciado. Desde 2005 a 2012, unas 11.000 personas fallecieron por enfermedades ¡ªprincipalmente cardiovasculares y respiratorias¡ª provocadas por los vertidos sin control de sustancias cancer¨ªgenas como las dioxinas y los benzopirenos.
La fiscal¨ªa sostiene que la familia Riva, due?a desde 1995 de la acer¨ªa que hasta entonces hab¨ªa pertenecido al Estado, es la responsable de ¡°una constante y repetida actividad contaminante realizada con conciencia y voluntad, por deliberada elecci¨®n de los propietarios y directivos¡±, pero no solo de eso. De las interceptaciones telef¨®nicas practicadas se desprende que tambi¨¦n invirti¨® una parte?de los grandes beneficios de una planta que da trabajo directo a 12.000 personas e indirecto a 8.000, en tejer una red de sobornos y favores en la que supo atrapar hasta al obispo. Literalmente.
¡°Las autoridades dejan que se violen
¡°?O usted qui¨¦n cree que levant¨® esta parroquia tan nueva en este barrio que se cae a pedazos?¡±. Gianfranco Carriglio fue de los primeros vecinos de Tamburi que se armaron de valor y, ante la reticencia e incluso la hostilidad de los sindicatos, denunci¨® los efectos venenosos de la gran f¨¢brica de acero. Un simple paseo desde la parroquia de Jes¨²s Divino Trabajador hasta la escuela infantil Maria Grazia Deledda, situada a solo unas decenas de metros de la chimenea sider¨²rgica m¨¢s alta de Europa, permite comprobar muy gr¨¢ficamente hasta qu¨¦ punto el sur de Italia es v¨ªctima todav¨ªa de un sistema corrupto, lento e ineficaz que siempre golpea a los m¨¢s d¨¦biles.
¡°Mire¡±, dice Carriglio, ¡°en ese portal vive un ni?o peque?o que ahora est¨¢ recibiendo quimioterapia por la leucemia, nieto de un trabajador del Ilva que muri¨® de c¨¢ncer. Pero en aquel otro portal de all¨ª enfrente vive un chaval al que ya le han detectado un tumor en la pr¨®stata y no tendr¨¢ ni nueve a?os. Es dif¨ªcil encontrar una casa donde no haya alg¨²n enfermo de c¨¢ncer o de asma, pero curiosamente en el hospital de Taranto no hay un servicio de oncolog¨ªa pedi¨¢trica y, por tanto, tampoco un registro de casos. ?Y no se ha dado cuenta de que los jardines est¨¢n rodeados de una cinta naranja y de un cartel con la ordenanza municipal que proh¨ªbe entrar y sobre todo jugar o hacer ejercicio? La ley dice que es peligroso entrar en los parques, pero no vivir alrededor. Y todav¨ªa no ha visto lo mejor¡¡±.
La factor¨ªa emplea a 12.000 personas y a otras 8.000 de forma indirecta
De los labios de Gianfranco, 66 a?os de edad vividos en su mayor¨ªa en el barrio, antes incluso de que se pusiera la primera piedra de la acer¨ªa, brota una iron¨ªa amarga, un comentario de fastidio y hasta de verg¨¹enza por tener que mostrar a un periodista extranjero el colmo de la indignidad: ¡°Mire, esa es la escuela. Una escuela infantil con los patios clausurados por las cintas naranjas y la prohibici¨®n expresa de que los ni?os jueguen al aire libre. Cuando los muchachos vuelven a casa, sus madres tienen que lavarles la cara porque la traen brillante del polvo del mineral. Como si vinieran de una fiesta¡±.
Ni a los partidos pol¨ªticos ni a los sindicatos ni tampoco a Nichi Vendola, presidente de la regi¨®n de Puglia desde hace nueve a?os, l¨ªder de un partido que se llama Izquierda, Ecolog¨ªa y Libertad (SEL), se les ha ocurrido trasladar, al menos, la escuela de sitio, protegerla de la brisa del norte que lleva hasta el recreo las part¨ªculas de mineral y los gases contaminantes de la f¨¢brica de acero. Seg¨²n un estudio encargado por Alessandro Marescotti, presidente de Peacelink, la primera asociaci¨®n que denunci¨® los peligros de Ilva, ¡°los ni?os del barrio de Tamburi respiran un aire tan contaminado que sufren los mismos efectos que si fumaran 1.000 cigarrillos cada a?o¡±. Desgraciadamente, nadie ha desmentido el informe.
De 2005 a 2012 han muerto unas 11.000 personas por los vertidos sin control
Marescotti, maestro de profesi¨®n, dispara datos de espanto: ¡°Los gramos de dioxinas que produce Ilva, y que est¨¢n por encima de los permitidos, superan los de Espa?a, Reino Unido, Grecia y Austria juntas. Pero si estos datos son dif¨ªciles de entender, tal vez estos no: aqu¨ª tenemos prohibido comer el queso de nuestras ovejas o probar nuestros mejillones [aunque las mafias sigan controlando su venta en cada esquina y las autoridades permiti¨¦ndolo] y est¨¢ prohibido apacentar a los animales a 20 kil¨®metros a la redonda. Tampoco a las madres se les recomienda dar de mamar a sus hijos, porque se ha detectado veneno en la leche materna¡ La clave del asunto es que las autoridades italianas, a diferencias de las alemanas, han permitido durante a?os que la producci¨®n siguiera sin atenerse a las normas de seguridad. Y ahora ya es demasiado tarde y costoso¡±.
La doctora Annamaria Moschetti es una de las pediatras que m¨¢s ha estudiado los efectos perniciosos de la planta sider¨²rgica sobre la salud de los vecinos de Taranto y, en especial, del barrio de Tamburi. No le gusta hacer conjeturas sobre el n¨²mero de muertes, pero s¨ª quiere dejar claro que, tras los estudios encargados por la justicia, ya no queda duda cient¨ªfica del peligro para la salud que han provocado las malas pr¨¢cticas de Ilva. De ah¨ª que la justicia ordenara hace dos a?os la detenci¨®n de ocho directivos de la empresa familiar, incluido el patriarca, Emilio Riva, fallecido hace unos d¨ªas a los 88 a?os.
Ilva, la mayor f¨¢brica de acero de Europa, linda con una escuela infantil
Por tanto, lo que la doctora Moschetti denuncia es que el Estado italiano, gobierno tras gobierno, siga poniendo en la misma balanza los intereses estrat¨¦gicos de la industria del acero con las vidas de los vecinos de Tamburi: ¡°Si Italia no es capaz de garantizar una producci¨®n de acero presentable sin poner en peligro la salud de los ni?os, que pare la producci¨®n, que se dedique a otra cosa. Y ahora perm¨ªtame que no le hable como m¨¦dico, sino como una madre de familia con sentido com¨²n: ?cu¨¢ntos kilos de acero hacen falta para compensar la muerte de un ni?o?¡±.
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