Juncker: ¡°Parece absurdo anunciar el fin de la crisis con este paro¡±
El ex primer ministro de Luxemburgo es el candidato de los populares europeos
El peque?o avi¨®n privado se aproxima a Barajas. El l¨ªder de los populares europeos, Jean-Claude Juncker (Redange, Luxemburgo, 1954), se acerca a la parte trasera del aparato para conceder una entrevista a¨¦rea a este diario, invitado a un viaje a Espa?a y Francia dentro del marat¨®n que le lleva por todo el continente en la campa?a de las elecciones europeas. Juncker ha tenido tiempo para cenar, para preparar sus intervenciones, incluso para bromear con su equipo. Amable y desenvuelto, combina un discurso profesional con agudos latigazos de iron¨ªa, que ya le acompa?aban durante sus 18 a?os como primer ministro luxemburgu¨¦s, siempre en primera l¨ªnea de la pol¨ªtica europea. Las preguntas sospechosas habituales se entremezclan con las sospechosas respuestas habituales, hasta llegar a la r¨¢faga final, con el jet iniciando ya el descenso. ?Est¨¢n Europa y Espa?a en estado de negaci¨®n? ?No hay un optimismo enga?oso ante una recuperaci¨®n lenta, casi sin empleo? Juncker se revuelve en su asiento y apura el tercer cigarrillo en media hora, pero en lugar de responder tiene que agarrarse al asiento. Una sacudida. Otra. Los cielos velazque?os de Madrid tienen efectos secundarios: hay turbulencias. ¡°Tambi¨¦n dec¨ªan los socialistas que lo de Espa?a iba a ser un aterrizaje suave¡±, se sonr¨ªe.
Cuando termina el zarandeo, Juncker vuelve a acercarse a la grabadora y deja claro su mensaje. Sobre Espa?a: ¡°El Gobierno ha hecho lo que deb¨ªa. Espa?a ha logrado impresionar a Europa y a los mercados. Si siguen las reformas y se controlan el d¨¦ficit y la deuda, el mercado laboral ya ha dado s¨ªntomas de estabilizaci¨®n: cuando mejore el desempleo ser¨¢ el momento de decir que la crisis se ha acabado, para Espa?a y para Europa. Hasta que el paro no haya bajado de las alturas es absurdo anunciar el fin de la crisis, aunque sea innegable la mejor¨ªa¡±. Sobre Catalu?a: ¡°Es evidente que si declara su independencia no se convertir¨¢ en un Estado de la UE de la noche a la ma?ana. ?De verdad se han puesto las grandes empresas catalanas y sus trabajadores a pensar en las consecuencias de ese paso?¡±. Y sobre la austeridad que ¨¦l mismo decret¨® al frente del Eurogrupo: ¡°Es evidente que en los pa¨ªses rescatados las troikas no midieron bien las consecuencias sociales de los ajustes. Dicho eso, las recetas iban en la buena direcci¨®n y nadie pidi¨® nada diferente: la prueba es que hab¨ªa 12 Gobiernos socialistas en el Consejo, y 12 ministros socialistas en el Eurogrupo, y le aseguro que nadie, nunca, dijo nada distinto¡±.
Jean-Claude Juncker va a terminar pareci¨¦ndose a los personajes de los cuentos de Raymond Carver. La atm¨®sfera de esas historias es aparentemente serena, pero aun as¨ª el lector est¨¢ todo el tiempo inquieto porque intuye que algo est¨¢ a punto de ocurrir. Con el socialcristiano luxemburgu¨¦s sucede algo similar. Juncker es reflexivo, a lo largo de dos d¨ªas no tiene m¨¢s que amabilidad, sonrisas y una inagotable capacidad de an¨¢lisis cada vez que se acerca al periodista. Si acaso parece algo cansado: viene de Alemania y enfila la recta final de su campa?a en Madrid; despu¨¦s vendr¨¢n Burdeos, Par¨ªs, Lisboa, Atenas, qui¨¦n sabe qu¨¦ m¨¢s ciudades y debates, entrevistas, discursos, esas cosas que explican, en parte, la fatiga. Al bajar del avi¨®n, Juncker se dirige a un c¨¦ntrico hotel madrile?o ¡ª¡°nos quitan hasta las vistas al mar¡±, luce una pintada¡ª, donde le espera Miguel Arias Ca?ete. Durante unas horas se ver¨¢ con las ¨¦lites espa?olas en el Ritz, visitar¨¢ la red social Tuenti y se acercar¨¢ a la sede del PP en G¨¦nova para hablar con varios j¨®venes. En medio de un pasillo, y con un sandwich en la mano, hay tiempo para alguna otra pregunta. ?Teme que l¨ªderes como el brit¨¢nico David Cameron le impidan acceder a la Comisi¨®n Europea? Y ah¨ª, de alguna manera extra?a, reaparecen las turbulencias del vuelo. Por una vez, Juncker replica con un redoble de tambores en un tono duro, severo, cortante, como uno de aquellos personajes de Carver: ¡°Son los ciudadanos quienes van a decirle a Cameron qui¨¦n ser¨¢ el presidente de la Comisi¨®n. De lo contrario ser¨¢ un fracaso de la democracia¡±.
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