Schulz: ¡°Solo somos Jean-Claude o yo, no hay nadie m¨¢s¡±
El Presidente del Parlamento Europeo es el candidato de los socialdem¨®cratas
Por el ventanuco de la avioneta ¡ªlas entrevistas a¨¦reas como subg¨¦nero period¨ªstico¡ª se divisa a lo lejos una bell¨ªsima Viena y el candidato socialdem¨®crata europeo, Martin Schulz (Hehlrath, Alemania, 1955) se pone a cantar a todo pulm¨®n algo que parece un aria de alguna ¨®pera conocida; imposible saberlo con certeza. ¡°Si esto se ve por televisi¨®n, pierdo medio mill¨®n de votos¡±. Schulz est¨¢ de buen humor. Viene de un mitin en Barcelona con la espa?ola Elena Valenciano, el primer ministro franc¨¦s, Manuel Valls, y el expresidente Felipe Gonz¨¢lez, que le llaman ¡°alem¨¢n del sur¡± y ¡°norte?o perif¨¦rico¡± por defender un discurso pol¨ªtico alejado del relato moral predominante en Berl¨ªn. Est¨¢ fuerte. Se le ve confiado, en¨¦rgico, resuelto. Aprovecha el vuelo para dar una cabezada ¡ªse adormila cantando; suma as¨ª dos episodios sospechosos en un par de horas¡ª desayuna despu¨¦s copiosamente y accede a mantener una charla con este diario, salpicada de divertidas e irreproducibles an¨¦cdotas con la canciller Angela Merkel. Al final se pone serio para hablar de pol¨ªtica: entonces emerge un Martin Schulz sangu¨ªneo, que enumera los grandes logros del proyecto europeo sin olvidarse de los errores cometidos y de las debilidades existentes. ¡°Por primera vez, el fracaso de la UE es un escenario realista¡±, avisa. Para evitarlo, subraya que la Uni¨®n ¡°tiene que volver a enamorar a los europeos¡±. ¡°Hay que volver a ganarles¡±, a?ade.
Schulz es el gran impulsor de un cambio en el m¨¦todo de elecci¨®n del presidente de la Comisi¨®n Europea: seg¨²n el Tratado de Lisboa, son los primeros ministros quienes proponen el nombre, pero por mayor¨ªa ¡ªlo que dificulta el vetismo, ese deporte tan brit¨¢nico¡ª y teniendo en cuenta los resultados electorales, para que despu¨¦s la Euroc¨¢mara lo ratifique. Pese a que el sistema es lo suficientemente ambiguo, el presidente del Europarlamento ha logrado que cale el mensaje de que solo los candidatos a las elecciones est¨¢n legitimados para el cargo. ¡°Somos Jean-Claude Juncker o yo, somos los candidatos; no hay nadie m¨¢s, el Consejo Europeo no puede sacarse de la manga un nombre m¨¢s manejable, favorable a sus intereses. Se acab¨® eso de hacer las cosas de espaldas a la gente si no queremos dinamitar las bases democr¨¢ticas de la UE¡±.
Con ese formato, las europeas han tenido una campa?a m¨¢s a la americana que otras veces, con los candidatos recorriendo ciudades y pa¨ªses, con debates televisivos, con ganas de hacer algo parecido a aquello que ped¨ªa George Steiner, meter los asuntos europeos en los caf¨¦s. Y en esos asuntos, Schulz juega casi siempre al ataque: ¡°La Comisi¨®n ha impulsado una agenda neoliberal; si toda Europa es austera a la vez corremos el riesgo de una depresi¨®n. Los recortes son imprescindibles, pero hay que combinarlos con inversiones, con est¨ªmulos al empleo juvenil¡±. Frente a los serpenteos, a los giros de 180 grados, a las dilaciones, diluciones y bloqueos en la gesti¨®n de la crisis por parte de Bruselas y sobre todo de Berl¨ªn, propone volver al llamado m¨¦todo comunitario, con una Comisi¨®n m¨¢s ambiciosa, que recupere la iniciativa y deje de ponerse de perfil a la espera de lo que digan Alemania y Francia. ¡°La gesti¨®n de los jefes de Gobierno retard¨® y encareci¨® la salida de la crisis¡±, critica. ¡°Hay que dejar de lado ese p¨®quer permanente de ego¨ªsmos nacionales, con ganadores y perdedores, que ha provocado una grave fractura Norte-Sur¡±, a?ade con la misma firmeza, que solo flaquea cuando se le recuerda que el 70% de las veces su partido vota lo mismo que el PP: ¡°Esa estad¨ªstica es enga?osa; los debates previos son muy controvertidos y antes de votar hay siempre duras negociaciones para consensuar las propuestas¡±, se defiende.
Ya en Viena se cambia de traje en los aseos del aeropuerto, mete a todo su equipo en una furgoneta y con ellos repasa el pr¨®ximo discurso a la carrera. Dentro del veh¨ªculo, uno de sus colaboradores explica a este corresponsal los detalles de un encuentro de Schulz con el excanciller Helmut Schmidt en Hamburgo, justo antes de viajar a Barcelona. Pero el candidato reclama su atenci¨®n: ¡°Hay que ganar las elecciones¡±. El mismo hombre que hace 25 minutos contaba historias sobre su etapa como librero, explicaba an¨¦cdotas de Merkel con el Papa y relataba que se hizo socialdem¨®crata pese a que su madre fue fundadora del partido conservador en Renania ¡ª¡°o quiz¨¢ por eso¡±¡ª no duda en echar mano de esa coletilla (¡°hay que ganar las elecciones¡±) cuando detecta que alguien baja una marcha. En apenas unas horas a su lado, Schulz cuenta historias de todo tipo. Apunta que Carlomagno no sab¨ªa leer, pero levant¨® la mejor biblioteca de Europa en Aquisgr¨¢n, al lado de su ciudad. Asegura que cuando deje la pol¨ªtica planea escribir un libro sobre Carlos I ¡ªo Carlos V, tanto monta¡ª ¡°que en su lecho de muerte lament¨® no haber acabado con Lutero¡±. ¡°Carlomagno, Carlos V y ahora Martin I de Europa¡±, bromea poco antes de ponerse a cantar la canci¨®n del primer p¨¢rrafo de esta cr¨®nica. Se acaba el tiempo y Schulz emplaza a seguir otro d¨ªa con la conversaci¨®n. Por el camino se ha declarado ¡°un reformista permanente¡±. Y entre canci¨®n y canci¨®n, ha recordado un texto de Benedetti aplicable a Europa: ¡°Cuando cre¨ªamos tener todas las respuestas, de pronto cambiaron todas las preguntas¡±. Al cabo, un librero es siempre un librero.
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