La Francia tripartita
Sin minimizar la victoria del FN, la principal lecci¨®n de estas elecciones es la divisi¨®n del electorado entre izquierda, derecha y extrema derecha
![La líder del Frente Nacional, Marine Le Pen.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/EPWMJ2SGPXWVTPKZFC6ETTEHW4.jpg?auth=d2fa01d3e24c00492e0c18a3d79cb3c2b21c6de9dabbc54c1525f663e95aa81b&width=414)
Las elecciones europeas han favorecido al Frente Nacional. El partido de la familia Le Pen ha conseguido el apoyo de un franc¨¦s de cada cuatro. A juzgar por el eco medi¨¢tico y pol¨ªtico nacional, se dir¨ªa que estamos al d¨ªa siguiente de unas elecciones presidenciales: la prueba es el tono grandilocuente de Marine Le Pen ¨C"dispuesta a asumir sus responsabilidades"- y sobre todo su demanda de disoluci¨®n de la Asamblea Nacional, a condici¨®n sin embargo de que venga acompa?ada de la introducci¨®n de la proporcionalidad. Resulta dif¨ªcil, por tanto, abstraerse de la m¨¢quina de producir emociones. Eso no impide contemplar las elecciones de otro modo.
Lo que se decid¨ªa, record¨¦moslo, era la composici¨®n del Parlamento Europeo. Y, en funci¨®n de esta, el color pol¨ªtico y el programa del futuro presidente de la Comisi¨®n Europea. La derecha conserva una mayor¨ªa relativa y reivindica, por tanto, la presidencia, pero ha perdido 60 esca?os. Globalmente, la izquierda ha progresado. Y los partidos eur¨®fobos, euroesc¨¦pticos y extremistas no han protagonizado el avance esperado: si se coaligaran, lo que es pol¨ªticamente imposible (por ejemplo, el UKIP se niega a aliarse con el FN, al que juzga antisemita), totalizar¨ªan un poco menos de 150 diputados y no estar¨ªan en posici¨®n de trastocar el funcionamiento del Parlamento ni de destruir las instituciones europeas desde dentro, seg¨²n la ambici¨®n proclamada por algunos.
De hecho, el avance de estos movimientos es sensible, sobre todo, en Francia, pero tambi¨¦n en Austria, Dinamarca y Hungr¨ªa, pa¨ªses en los que la extrema derecha contin¨²a progresando. Tambi¨¦n es espectacular en Gran Breta?a, con el triunfo del UKIP. El ejemplo austriaco muestra, adem¨¢s, que la crisis no basta como explicaci¨®n, pues ese pa¨ªs disfruta de pleno empleo. Los puntos comunes hay que buscarlos en el lado m¨¢s peligroso, el que ve c¨®mo las tentaciones xen¨®fobas, e incluso racistas y antisemitas, se aproximan al gran movimiento anti-¨¦lite que recorre el continente. Cuando estas dos corrientes coinciden, entonces, s¨ª, la democracia est¨¢ en peligro.
Pero relativizar la emoci¨®n no impide calibrar el impacto pol¨ªtico de las elecciones. La diferencia de culturas es aqu¨ª determinante: en Gran Breta?a, la victoria del UKIP no empuja a nadie a reclamar la dimisi¨®n de David Cameron, cuyo partido ha quedado tercero, mientras que sus aliados, los liberales -dem¨®cratas, est¨¢n a punto de desaparecer de los radares. Las europeas son unas elecciones-desahogo. En Francia, por el contrario, la legitimidad del presidente y su Gobierno han sido inmediatamente puestas en entredicho. No obstante, en cada uno de los pa¨ªses en los que se ha producido esa ascensi¨®n de los extremos, hay que esperar consecuencias sobre las l¨ªneas directivas de las pol¨ªticas europeas. Aunque est¨¢ claro que la aceptaci¨®n por parte de David Cameron de un refer¨¦ndum a favor o en contra de la salida de Gran Breta?a de la Uni¨®n Europea ha legitimado la estrategia del UKIP. Del mismo modo, en Francia, la demanda de Nicolas Sarkozy del fin de los acuerdos de Schengen (para reemplazarlos por Schengen 2) supuso un espaldarazo para el tema central del FN: la inmigraci¨®n. Pero, probablemente, haya que esperar un endurecimiento de las reivindicaciones de los pa¨ªses afectados con respecto a Bruselas, por mucho que sepamos que este juego es totalmente hip¨®crita, pues Bruselas nunca decide lo que los Gobiernos han decidido.
Hay que recordar que, en Francia, solo cuatro franceses de cada diez han participado en las elecciones. De modo que, cuando se anuncia que el 30 % de los j¨®venes ha votado al FN, se trata del 30 % del 40 %. No es lo mismo. Y, entre todos esos votantes, el 40 % ha declarado haberse decidido por motivos nacionales. Lo cual deber¨ªa enfriar el entusiasmo de quienes reclaman una crisis pol¨ªtica inmediata. Si el electorado del FN cierra filas y permanece movilizado comicio tras comicio, el de los partidos proeuropeos esta vez se ha dispersado en una multitud de listas. La abstenci¨®n y la dispersi¨®n deber¨ªan ponderar la lectura de estas elecciones. Y m¨¢s teniendo en cuenta que las elecciones decisivas en Francia, ya sean locales o nacionales, se basan siempre en un sistema mayoritario a dos vueltas, lo que obliga a renuncias o acercamientos entre ambas vueltas, mientras que en estas se votaba a una sola vuelta y en base a un sistema proporcional integral.
Lo cierto es que la misma interpretaci¨®n de las elecciones produce a su vez una realidad pol¨ªtica. Y esta es la que hay que afrontar.
En el plano nacional, se trata de saber si Francia est¨¢ o no pasando del bipartidismo (alternancia entre la derecha y la izquierda) al tripartidismo. Con una opini¨®n globalmente repartida en tres tercios: izquierda, derecha y extrema derecha. Esta es, por supuesto, la principal ense?anza de estas elecciones. Pues resulta impactante constatar que hac¨ªa meses que las encuestas de opini¨®n hab¨ªan anunciado este resultado, es decir, la victoria del FN. De modo que si unos se han abstenido y otros han votado resueltamente al FN, ha sido con total conocimiento de causa. Con respecto a los retos del pa¨ªs ¨Csaneamiento de las cuentas p¨²blicas y reforma estructural para recuperar la competitividad-, esto deber¨ªa conducir a derecha e izquierda a respetarse m¨¢s. Sin embargo, tanto una como otra pasan la mayor parte del tiempo, cuando est¨¢n en la oposici¨®n, deslegitimando al adversario. Fue el caso frente a Nicolas Sarkozy. Y lo es todav¨ªa m¨¢s frente a Fran?ois Hollande. Ahora bien, este juego de la deslegitimaci¨®n permanente conduce indefectiblemente a legitimar al FN.
La comparaci¨®n con la situaci¨®n italiana es cruel para el Gobierno. Efectivamente, en Roma existe un efecto Renzi que ha llevado al fracaso relativo del Movimiento 5 Estrellas y a la victoria neta del partido del primer ministro. Mientras que, en Francia, pese a la popularidad del primer ministro, Manuel Valls, ocho semanas no han bastado para crear un movimiento hacia la confianza, por peque?o que este fuera. Tanto es as¨ª que, en efecto, la disoluci¨®n de la Asamblea Nacional podr¨ªa estar al final del camino. Y no porque Fran?ois Hollande vaya a decidir obedecer a Marine Le Pen, sino porque un n¨²mero suficiente de diputados socialistas, que ya se han manifestado contra Manuel Valls, se encuentran m¨¢s cerca de la extrema izquierda que de su propio Gobierno y reclaman un cambio de pol¨ªtica cuando lo ¨²nico que puede hacer el Ejecutivo es aguantar. El Gobierno est¨¢ inmerso en una pol¨ªtica de reducci¨®n del gasto p¨²blico que, como es sabido, requiere tiempo para producir resultados. Sin embargo, ante la impaciencia de los electores, cierto n¨²mero de diputados quiere pasar a una fase redistributiva hoy por hoy imposible. Por lo tanto, es posible que se nieguen a votar por los textos propuestos por Manuel Valls, especialmente los encaminados a la reducci¨®n del gasto p¨²blico, lo que obligar¨ªa al presidente de la Rep¨²blica, carente de una mayor¨ªa parlamentaria, a pronunciar la disoluci¨®n de la Asamblea.
Finalmente, la desaprobaci¨®n de la oposici¨®n es manifiesta. Aunque no hay que olvidar la lecci¨®n de las municipales (a saber, que la UMP y sus aliados centristas son la ¨²nica alternativa de gobierno), la UMP se tambalea. Los efectos de las elecciones han hecho mella en la formaci¨®n. La presidencia de Jean-Fran?ois Cop¨¦ est¨¢ siendo seriamente cuestionada, especialmente por Alain Jupp¨¦ y Fran?ois Fillon, que son adem¨¢s dos posibles candidatos de la UMP a las presidenciales, en lugar de Nicolas Sarkozy. Y, en este frente, la batalla no ha hecho m¨¢s que empezar.
Traducci¨®n: Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
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