¡°Los resultados de las europeas son un castigo a ese magma llamado Bruselas¡±
El vicepresidente de la Comisi¨®n reclama an¨¢lisis, pero pide tambi¨¦n acci¨®n ante los populistas
Apenas se ha cumplido una semana del shock que supuso la victoria de Marine Le Pen en Francia, mascar¨®n de proa del resultado cosechado por los partidos radicales y una suerte de enmienda a la totalidad del proyecto europeo si esa centrifugaci¨®n del voto hacia opciones euroesc¨¦pticas y antieuropeas se convierte en tendencia. En medio de esa sacudida, una extra?a paz reina en el distrito europeo de Bruselas. La sede de la Comisi¨®n Europea est¨¢ semidesierta el viernes a primera hora: es fiesta. En una de las plantas altas del edificio, el vicepresidente Joaqu¨ªn Almunia (Bilbao, 1948) ofrece caf¨¦ y una animada charla de la que sobresale un alto nivel de preocupaci¨®n por las potenciales consecuencias del 25-M. La esencia de Europa radica en su capacidad de reflexi¨®n: ¡°Una vida no examinada¡±, sosten¨ªa George Steiner, ¡°no merece la pena ser vivida¡±. Almunia reclama an¨¢lisis, pero pide tambi¨¦n acci¨®n: ¡°No hacer nada ser¨ªa un suicidio¡±, dice uno de los socialdem¨®cratas m¨¢s influyentes de Bruselas, que apoya sin reservas al conservador Jean-Claude Juncker para presidir la Comisi¨®n.
Pregunta. Suben los antieuropeos; cae el bipartidismo. ?Qu¨¦ est¨¢n diciendo los votantes?
Respuesta. Es preocupante el auge de esa amalgama de populistas, ultras, euroesc¨¦pticos e incluso xen¨®fobos y fascistas que alcanzan ya una quinta parte del Parlamento. No solo preocupa su tama?o, sino el riesgo de que contaminen los debates del resto de fuerzas pol¨ªticas, como se ha visto con las declaraciones de Nicolas Sarkozy y David Cameron contra la libertad de circulaci¨®n de personas. El peligro es que los grandes partidos adopten actitudes defensivas y seguidistas: eso ya sucede.
P. ?Qu¨¦ reacci¨®n espera?
R. No hacer nada ser¨ªa suicida. El primer paso es respetar los resultados electorales: lo l¨®gico es que Jean-Claude Juncker presida la Comisi¨®n para evitar una confrontaci¨®n institucional, una par¨¢lisis peligrosa.
P. Para eso la socialdemocracia tiene que apoyar al PP europeo. ?No teme que ambas formaciones sean indistinguibles?
R. En Europa no puede haber una gran coalici¨®n a la alemana. La din¨¢mica es distinta: hay coincidencias entre los partidos proeuropeos del Parlamento, como las hay en la Comisi¨®n y en el Consejo, pero eso no significa que haya disciplina de voto ni una mayor¨ªa estable, sino que las decisiones cruciales se toman por amplio consenso. Despu¨¦s, la izquierda tiene margen para diferenciarse en asuntos como la educaci¨®n, la sanidad, los impuestos. Pero ante estos resultados y la sensaci¨®n de lejan¨ªa de los electores respecto de las instituciones, hay que hacer una reflexi¨®n urgente sobre las decisiones imprescindibles para retomar la senda de crecimiento y creaci¨®n de empleo, y sobre c¨®mo someternos a un mayor control democr¨¢tico.
P. ?No es Juncker, que lleva a?os en puestos relevantes, precisamente lo que los votantes quieren evitar?
R. Yo no eval¨²o a los pol¨ªticos por los a?os que llevan en el cargo, sino por lo que han hecho y son capaces de hacer en el futuro. Y Juncker, que no es de mi familia pol¨ªtica ni el responsable principal de los ajustes y las reformas de estos a?os, me parece de lo mejor dentro del centroderecha.
P. ?Qu¨¦ parte de lo sucedido es achacable a la Comisi¨®n?
R. En algunos pa¨ªses se ha castigado a los Gobiernos; otros est¨¢n satisfechos con sus pol¨ªticas nacionales (Alemania) y han mostrado su rechazo hacia algunos aspectos del proyecto europeo. Pero no creo que se pueda hilar tan fino como para poder discernir qu¨¦ grado de castigo le corresponde a la Comisi¨®n. Los resultados, en todo caso, supondr¨ªan un castigo a ese magma llamado Bruselas: Comisi¨®n, Consejo, Eurogrupo, BCE, Merkel, todo eso.
P. Ese es el problema: ese magma impide a los electores identificar a los responsables de las decisiones, castigarles de forma coherente. El ejemplo es la Comisi¨®n.
R. A la Comisi¨®n se le ha encomendado una tarea ingrata: aplicar las reglas acordadas por las capitales, que incluyen medicinas amargas. Se nos puede criticar por eso. Pero esas reglas las aprobaron los socios en el Consejo.
P. El PP ser¨¢ la primera fuerza del Parlamento 20 a?os seguidos. ?Qu¨¦ le pasa a la izquierda?
R. Para la socialdemocracia los resultados son mediocres. Son buenos en Italia y Rumania, bastante buenos en Alemania y Portugal, pero malos en el Norte y en dos pa¨ªses clave: Francia y Espa?a. No es sencillo sacar conclusiones. Hay una centrifugaci¨®n del voto desde los dos grandes partidos y eso no es una an¨¦cdota: corre el riesgo de convertirse en una tendencia. Para evitarlo, la socialdemocracia tiene que buscar un espacio m¨¢s amplio; abrirse a otros sectores del electorado.
P. ?M¨¢s hacia el centro? ?No m¨¢s hacia la izquierda?
R. M¨¢s hacia delante. La socialdemocracia ha tenido un problema en las ¨²ltimas d¨¦cadas: cuando llegaba al poder, ten¨ªa que arrumbar las grandes promesas anunciadas en campa?a porque no eran consistentes con pol¨ªticas econ¨®micas solventes. Piketty y compa?¨ªa apuntan que hay que redirigir el foco para corregir los resultados del mercado, ser beligerantes en materia de desigualdad. Ese era y es el camino.
P. ?Y en Espa?a?
R. En Espa?a, precisamente, la socialdemocracia hizo eso en los a?os ochenta y noventa: alumbr¨® pol¨ªticas que redujeron las desigualdades. Cuando eso se abandona y se activan pol¨ªticas fiscales injustas, cuando se da un hachazo tras otro a los servicios p¨²blicos o cuando se destruyen millones de empleos y no se act¨²a en consecuencia, vuelven a crecer las desigualdades. Dicho esto, Espa?a no participa de esa tendencia al alza de los radicales. Deber¨ªamos felicitarnos por eso.
P. S¨ª ha habido un mazazo al bipartidismo.
R. Eso forma parte de las consecuencias de la crisis. El aumento vertiginoso del desempleo, la falta de expectativas, la corrupci¨®n, generan la sensaci¨®n de que quienes han gobernado desde el inicio de la crisis no han encarado sus consecuencias con el suficiente rigor ni se han esforzado lo suficiente para explicar sus respuestas a los ciudadanos. Puede que en Espa?a los ciudadanos hayan ido por delante de la pol¨ªtica.
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