Francia, el enfermo de Europa
La antigua potencia ve declinar desde la cultura hasta la econom¨ªa y la pol¨ªtica. Pero nada sustancial cambia y el descalabro sigue su curso
Desde que a mitad del siglo XIX el zar Nicol¨¢s I llam¨® al Imperio Otomano el enfermo de Europa, distintos pa¨ªses han recibido este calificativo: Reino Unido en los a?os 60 y 70, Espa?a en los 90, Italia ya en el siglo XXI. De hacer caso a George Soros, Eric Chaney y a otros muchos, este t¨ªtulo corresponder¨ªa hoy a Francia.
C¨®mo se concatenan los factores que llevan a irse superando en un camino de progreso, o al contrario, se marcha de manera imparable hacia la disoluci¨®n son cuestiones a determinar en cada caso. Lo ¨²nico que cabe generalizar es que nada de lo existente se libra de haber surgido en un momento preciso, se va desarrollando hasta alcanzar su apogeo, para ir luego declinando hasta desaparecer. El haber desconectado las ciencias sociales de las naturales, y con ello la historia de la evoluci¨®n, nos lleva a sorprendernos de lo que debiera ser obvio, que todo lo que nace, muere.
En un largo proceso que arranca de la Edad Media, Francia alcanza la cima en el siglo XVIII. El franc¨¦s es la lengua universal, en la que se escribe la ciencia, la filosof¨ªa, la literatura. La ilustraci¨®n brit¨¢nica y la alemana, sin desplazar todav¨ªa a Francia de su posici¨®n central, anunciaban ya que los competidores ser¨ªan desde comienzos del XIX Gran Breta?a y desde mediados de siglo Alemania.
Despu¨¦s de la II Guerra Mundial, la integraci¨®n europea era la ¨²nica salida que le quedaba a Europa occidental. Los dos pa¨ªses derrotados, Francia por Alemania, y Alemania por los aliados, solo con una estrecha colaboraci¨®n, que otorga la primac¨ªa pol¨ªtica a Francia y la econ¨®mica a Alemania, pod¨ªan recuperarse. La unificaci¨®n de las dos Alemanias, al recuperar la dimensi¨®n pol¨ªtica con la soberan¨ªa plena y seguir aumentando la supremac¨ªa econ¨®mica, acaba con este equilibrio.
Francia deja de estar a la cabeza en el desarrollo de la alta tecnolog¨ªa, desciende su capacidad exportadora, la pol¨ªtica social ¡ªjornada laboral, salarios¡ª no se acopla a la capacidad productiva, se degradan las instituciones docentes desde la escuela maternal a las universidades. Los grandes ¨¦xitos literarios franceses dejan de ser universales. Se traduce mucho m¨¢s del ingl¨¦s que del franc¨¦s a otras lenguas. En suma, en Francia declinan, desde la cultura hasta la econom¨ªa y la pol¨ªtica, evidenciando que forman un ¨²nico entramado.
Se multiplican los libros que se ocupan de la decadencia de Francia, en los que se recapitulan los datos b¨¢sicos, desde la disminuci¨®n del crecimiento econ¨®mico y de la productividad, al deterioro de las grandes empresas, con un desempleo creciente y una deuda p¨²blica que en menos de una d¨¦cada se ha duplicado.
No faltan diagn¨®sticos acertados, ni escasean propuestas de reformas en distintas direcciones, pero nada sustancial cambia y el descalabro sigue su curso. Los ciudadanos que viven conscientes este proceso de disoluci¨®n se sienten tan impotentes, como si se tratase de cat¨¢strofes naturales.
Buscar una salida a la izquierda requiere compartir la ilusi¨®n de un futuro diferente. Pero si nos hemos quedado sin uno previsible que pueda alentar alguna esperanza, solo cabe volver la mirada atr¨¢s, anhelando el para¨ªso perdido de orden y trabajo que ensalza la derecha.
En vez de construir algo nuevo, el discurso se ci?e a exigir desembarazarse de las ligaduras que las instituciones comunitarias y un capitalismo incontrolado nos imponen. Se aprovechan de emigrantes mal pagados que, al venir de un mundo terror¨ªfico de miseria, se dejan explotar alegremente, arrebatando a los nacionales el empleo.
La distinci¨®n b¨¢sica que establece la nueva derecha radical es entre ellos y nosotros, los de aqu¨ª y los de fuera, que sustituye a la anterior de los de abajo y los de arriba. En tiempos en que la desigualdad crece a gran velocidad desviar el odio a los de fuera, no es alivio peque?o para los potentados.
El populismo franc¨¦s de derecha adquiere en Italia y Espa?a rasgos peculiares. En Italia el movimiento cinco estrellas de Beppe Grillo, se coloca fuera del sistema, y ello permite que a¨²n pueda moverse hacia la izquierda, o quedarse en la derecha. En Espa?a la derecha en el poder con mayor¨ªa absoluta incluye a todas sus fracciones, hasta ahora sin otra oposici¨®n, aparte de los movimientos antisistema, que la de partidos que reproducen el mismo modelo.
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