¡°La guerra nos persigue desde 2011¡±
Los refugiados sirios en L¨ªbano asumen que no regresar¨¢n a sus casas a medio plazo
Despu¨¦s de m¨¢s de tres a?os de guerra, las esperanzas de retornar a su hogar se han esfumado para los Halum. De lo que fue su casa no queda ni una piedra por culpa de las bombas. El periplo de esta familia, que incluye dos hijos peque?os y una anciana, se asemeja al de muchas otras que, en una huida constante, primero fueron desplazadas en Siria y ahora van de ciudad en ciudad como refugiadas en L¨ªbano. ¡°Viv¨ªamos en Homs y al final de 2011, el primer a?o de conflicto, nos fuimos a las afueras. Cuando los enfrentamientos llegaron all¨ª, nos mudamos con unos familiares a Al Quseir. Nos persigui¨® la guerra de nuevo y cruzamos ilegalmente hasta llegar a Ersal [ciudad libanesa en la frontera este con Siria]¡± relata Madm¨²n, el cabeza de familia, de 43 a?os.
Hace dos semanas los Halum emprendieron camino de nuevo, esta vez del este al norte del L¨ªbano. ¡°Hay m¨¢s de 100.000 sirios en Ersal. Al campamento donde est¨¢bamos llegaron varios hombres problem¨¢ticos y empezaron las peleas, los tiros y las amenazas. Preferimos hacer la maleta e irnos para evitar m¨¢s problemas¡±, explica Madm¨²n, quien en tres a?os ha consumido todos sus ahorros y solo logra peque?os trabajos espor¨¢dicos en la construcci¨®n.
L¨ªbano acoge a un tercio de los tres millones de refugiados sirios, seg¨²n datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). El Gobierno liban¨¦s ofrece una cifra mayor, en torno al mill¨®n y medio, lo que supone una cuarta parte de la poblaci¨®n (antes del conflicto sirio era de 4,5 millones). Con la ca¨ªda de los ingresos del turismo y la recesi¨®n econ¨®mica, encontrar un trabajo es tarea imposible en L¨ªbano. Seg¨²n el Banco Mundial, la factura de los refugiados para el pa¨ªs de los cedros ha ascendido a 5.500 millones de euros desde 2011. Un peso que muchos locales empiezan a notar y reaccionan con un creciente rechazo hacia la comunidad siria. ¡°Los problemas se perciben mucho m¨¢s ahora, sobretodo desde que las ONG extranjeras han dejado de pagar ayudas de alquiler a los libaneses que acog¨ªan a refugiados. Ese es el mayor problema ahora. Me temo que muchos sirios van a acabar en la calle¡±, explica Ali Bedaui, alcalde del poblado de Rami, en la frontera norte con Siria.
Dana Suleim¨¢n, portavoz de ACNUR en L¨ªbano, asegura que la agencia ha destinado 660 millones de euros en 2013 para mantener a los refugiados sirios en L¨ªbano. ¡°No pensamos que puedan regresar a Siria a medio plazo. Seguimos negociando con el Gobierno liban¨¦s instalar varios campamentos con cabida para 20.000 refugiados cada uno¡±, explica por tel¨¦fono.
Muchas madres amamantan a sus hijos mientras piden limosna
Abu Fares, en la cincuentena, ha optado por una regi¨®n poco masificada como el sur del L¨ªbano, donde trabaja como jornalero. ¡°Cobro un euro por hora¡±, se lamenta mientras arranca pepinos y los coloca en una caja. No parece consciente de tener mejor suerte en el campo, donde la comida no escasea, que la de aquellos que han huido a la ciudad. En Beirut, centenares de ni?os vagan por las calles precipit¨¢ndose en los sem¨¢foros ofreciendo rosas a cambio de unas monedas. Las avenidas del centro est¨¢n atestadas de mujeres que mendigan mientras amamantan a sus hijos ante una creciente indiferencia de los peatones, ya habituados a esquivarlas.
Ante la situaci¨®n, el Gobierno liban¨¦s ha dado por terminada la pol¨ªtica de puertas abiertas. S¨®lo admitir¨¢ a los refugiados que lleguen de zonas de combate. ¡°Con las nuevas medidas no s¨¦ si me dejaran volver. Debo comprar cada mes en Damasco la medicaci¨®n de mi padre, enfermo del coraz¨®n. Ya no nos dan m¨¢s ayudas, y las pastillas cuestan aqu¨ª 180 euros y en Siria, 30¡±, relata Husam, refugiado en Beirut.
Frente a la urgencia de las necesidades materiales el lastre psicol¨®gico queda a un lado. Jaled, el hijo mayor de Madm¨²n, de 10 a?os, relata con naturalidad escenas de guerra, mutilaciones o lluvia de bombas. Detr¨¢s de ¨¦l, su madre ordena las escasas pertenencias en el cuarto que ser¨¢ su duod¨¦cimo hogar en los ¨²ltimos tres a?os.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.