?Est¨¢ Brasil en camino hacia lo nuevo?
Apegarse al pasado es empezar a morir. Abrir caminos nuevos es dejarse poseer por la esperanza
?Est¨¢n los brasile?os perdiendo el miedo a tener miedo? ?A ese temor a cambiar, que los atenaz¨® durante tanto tiempo por temor a enfrentarse a los poderosos, o para no perder los privilegios que le brindaba el caciquismo de turno, al mismo tiempo que les impidi¨® abrir las puertas a la modernidad?
La derrota de la selecci¨®n en la Copa no produjo ning¨²n cataclismo. Los brasile?os acabaron aplaudiendo la t¨¦cnica de los alemanes que les humillaron con el 7 a 1 ?Est¨¢ madurando este pa¨ªs que empieza a entender que es m¨¢s que el pa¨ªs del f¨²tbol?
Si hoy un 73% de los ciudadanos afirma que desea cambios es porque se trata de una sociedad viva, que no se resigna con lo ya obtenido y que se revela cada d¨ªa m¨¢s exigente con las instituciones que lo gobiernan. ¡°Masticamos pero ya no nos tragamos las mentiras¡±, es una de las consignas que recorren las redes sociales de Brasil.
Si el pa¨ªs aparece m¨¢s inconformista es porque el haberse enfrentado al fantasma del miedo empieza a liberarlo de at¨¢vicos atrasos.
Ninguna sociedad cambia y evoluciona atenazada por el miedo.
Por eso har¨ªan mal en esta campa?a electoral tanto el Gobierno como la oposici¨®n, en usar el arma del terror. Los brasile?os est¨¢n iniciando un camino que les vacuna contra esos fantasmas y los lanza a la b¨²squeda de nuevos horizontes de esperanza.
El famoso fil¨®sofo griego Her¨¢clito advert¨ªa que en nuestro mundo todo est¨¢ en movimiento, que nada est¨¢ parado. Y sin embargo, cambiar nos asusta.
Tienen miedo al cambio sobre todo los pol¨ªticos y las instituciones conservadoras y fosilizadas. Prefieren la tranquilidad del inmovilismo. Sin embargo, todo est¨¢ en ebullici¨®n en nuestro min¨²sculo planeta. Se mueve la sangre dentro de nuestras venas. Se agita sobre todo nuestro pensamiento por el que, seg¨²n los neurocient¨ªficos, desfilan cada segundo millones de instant¨¢neas. No hay nada parado en la vida. Ni en las cosas muertas. Donde hay materia hay cambios. Apegarse al pasado es empezar a morir. Querer abrir caminos nuevos es dejarse poseer por la esperanza.
Vivimos en una noria que no se detiene. La naturaleza no conoce lo est¨¢tico. El movimiento, a¨²n el invisible, es su ley. Deber¨ªa ser tambi¨¦n la ley de la pol¨ªtica.
No es, sin embargo, una excepci¨®n que el ser humano tenga miedo al cambio. Estamos paralizados por las costumbres, por las reglas del grupo que nos dan seguridad y cobijo. El grupo abriga, la individualidad atemoriza. Se calcula que un 18% de la humanidad sufren del s¨ªndrome de p¨¢nico, un miedo irracional al peligro que los diferentes poderes, pol¨ªticos y religiosos suelen aprovechar para impedir que las cosas cambien.
Si comprendi¨¦semos que el movimiento es la caracter¨ªstica fundamental de la vida, donde los r¨ªos corren ladera abajo y sobre nuestras cabezas el universo forma una danza sin fin, tendr¨ªamos menos miedo a cambiar.
A los animales les dan miedo las cosas que se mueven y van a cazarlas, o huyen de ellas. Lo mismo ocurre en la vida. Mientras todo permanece igual a nuestro alrededor, mientras somos lo m¨¢s parecido a todos, lo m¨¢s iguales posibles, m¨¢s seguros nos sentimos. Cuando la oveja se aleja del reba?o empieza a notar el peligro en vez de sentirse m¨¢s libre. La verdadera libertad nunca es gregaria. Cada uno la cultiva y la conquista. La libertad es enemiga de la unanimidad, es subversiva, quiebra paradigmas. Los esclavos nunca fueron felices. Los j¨®venes sienten el apremio del cambio en su sangre y los autoritarismos temen hasta el movimiento del viento.
No hay creatividad sin libertad. El artista crea porque se sale de la normalidad. La cultura, cuya etimolog¨ªa evoca el cultivo de la tierra, supone remover lo existente, y abonarlo con nuevas ideas. Con el miedo a lo nuevo no existir¨ªan ni el arte ni la cultura.
Un papel en blanco evoca infinitas formas de rellenar su silencio. Cabe en ¨¦l toda la poes¨ªa del mundo. Est¨¢n presentes todas las posibilidades pict¨®ricas en una tela inmaculada. Con miedo a equivocarse, el lienzo quedar¨¢ en blanco para siempre. Y el barro en el torno inm¨®vil se quedar¨ªa sin forma.
El miedo es siempre, en definitiva, miedo a ser feliz. Por eso el poder teme a los ciudadanos felices o que forcejean para serlo. No es f¨¢cil someter a alguien que ya no tema la felicidad.
Nos da miedo el movimiento que supone un paso hacia lo nuevo y desconocido porque desde que nacemos nos moldean con el imperativo del no movernos: ¡°?Ni?o, estate quieto!¡±, nos gritan cuando m¨¢s necesitamos el movimiento. Desde que abrimos los ojos, condicionan nuestros movimientos a los del grupo. Y cuando la personalidad de un ni?o irrumpe con fuerza y se sobrepone al mont¨®n decimos que va a ser un rebelde.
Tener miedo a lo nuevo es paralizar la vida. Si hubiesen predominado los miedos ancestrales hoy vivir¨ªamos a¨²n encima de los ¨¢rboles por miedo a las fieras o seguir¨ªamos sin conocer el fuego.
?No ser¨¢ este no miedo al cambio lo que agita hoy, sorprendiendo fuera y dentro del pa¨ªs, a los brasile?os que luchan por obtener mayores horizontes de esperanza en busca de la modernidad y de una pol¨ªtica m¨¢s decente y por una democracia m¨¢s real y menos virtual? ?No ser¨¢n esos vientos del cambio que agitan a Brasil lo que asusta a los que se sienten c¨®modos en sus privilegios?
La sociedad como tal es plural, y en ella caben todas las diferencias. Las masas evocan los reba?os obedientes al pastor y constituyen la alegr¨ªa de los poderes autoritarios.
A la sociedad plural la gu¨ªa la libertad. A las masas, uniformadas en un pensamiento ¨²nico, se las maneja mejor con el grito del miedo al lobo que es el grito de guerra de los tiranos.
Un pa¨ªs entra en la modernidad solo cuando pierde los miedos que alimentan los caminos del atraso.
?Estar¨¢ Brasil en camino hacia lo nuevo sin miedo a despojarse del atraso del pasado?
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