Entregar al perseguido
El reciente env¨ªo del Gobierno colombiano de tres estudiantes perseguidos por la polic¨ªa pol¨ªtica de Venezuela es ins¨®lita
Hace mucho tiempo, cuando cursaba Estudios Internacionales en la Universidad Central de Venezuela, estudi¨¢bamos las normas latinoamericanas de Derecho Internacional. En ese momento el asilo era sobre todo una costumbre, una generosa tradici¨®n que caracterizaba nuestro continente. Hemos tenido, en el curso de nuestra historia, p¨¦simos gobiernos y todos sabemos que quienes en un momento dado detentan el poder pueden ser perseguidos pol¨ªticos pocos a?os despu¨¦s. Entre Venezuela y Colombia esa tradici¨®n del asilo ha tenido una enorme importancia. Nuestras fronteras, bastante porosas, han visto pasar innumerables refugiados perseguidos por las dictaduras de turno.
Todos hemos o¨ªdo la historia de alg¨²n abuelo perseguido por la dictadura gomecista que hu¨ªa, con toda la familia, por los ¡°caminos verdes¡± hacia Colombia. All¨ª, sin visto bueno de autoridades migratorias, se dedicaban activamente a la pol¨ªtica. El ejemplo m¨¢s obvio es el Plan de Barranquilla redactado por exiliados venezolanos desde esa ciudad colombiana en 1931 y que es todo un plan de acci¨®n pol¨ªtica, incluyendo el derrocamiento de la dictadura. Garc¨ªa M¨¢rquez narra en sus memorias la importancia que tuvieron esos exiliados en su formaci¨®n. Incluso hasta se financiaban guerrillas, como las de Ar¨¦valo Cede?o, jefe militar de Maisanta, el presunto abuelo de Ch¨¢vez. Posteriormente, durante la dictadura de P¨¦rez Jimenez, M¨¦xico, Costa Rica y algunos pa¨ªses europeos recibieron tambi¨¦n un n¨²mero grande de exiliados venezolanos. Raul Leoni, que luego ser¨ªa Presidente, vivi¨® en Bolivia. Otro grupo numeroso en Chile, pa¨ªs que adopt¨® en ¨¦pocas anteriores a Andr¨¦s Bello como si fuera un chileno m¨¢s. Todos esos venezolanos que nunca dejaron de hacer pol¨ªtica quer¨ªan y admiraban a los pa¨ªses que los recibieron como si fueran su tierra de adopci¨®n.
Al caer P¨¦rez Jimenez, durante los 40 a?os de gobiernos democr¨¢ticos, Venezuela se convierte en tierra de asilo. La Convenci¨®n Interamericana de Derechos Humanos ya hab¨ªa sido redactada en 1969 y puesta en vigor en 1978 y lo que hab¨ªa sido tradici¨®n se convierte en obligaci¨®n. En una Am¨¦rica Latina agobiada por terribles dictaduras militares los gobiernos venezolanos asumen con fuerza la defensa y el asilo de los perseguidos pol¨ªticos.
En la universidad donde yo trabajaba se recibieron centenares de profesores provenientes del cono sur. Fueron un extraordinario aporte para el desarrollo de la ciencia en el pa¨ªs. Al caer las dictaduras, algunos se quedaron en Venezuela, pero la mayor parte regres¨® a sus respectivos pa¨ªses. Muchos de ellos siguen conservando nexos especiales con nosotros a trav¨¦s de sus hijos o nietos venezolanos. En el caso de Chile, Diego Arria, en esa ¨¦poca Gobernador de Caracas, viaj¨® especialmente a Santiago para sacar a Letelier de las c¨¢rceles de Pinochet. En Uruguay, el gobierno militar secuestra y desaparece a una maestra que estaba solicitando asilo en nuestra embajada. Ese hecho tuvo como consecuencia la ruptura de relaciones entre los dos pa¨ªses. En Centroam¨¦rica, Venezuela jug¨® un importante papel en la b¨²squeda de la democracia durante el proceso de Contadora, pero tambi¨¦n antes, cada vez que un Canciller de Venezuela visitaba la regi¨®n, se reun¨ªa con los l¨ªderes opositores, a¨²n en la Nicaragua de Somoza. Jos¨¦ Napole¨®n Duarte interrumpe su exilio en tierras venezolanas para irse de campa?a a su pa¨ªs y ganar la Presidencia en El Salvador.
Quiz¨¢s por este activismo a favor de la democracia en el continente y la preocupaci¨®n constante por la suerte de los opositores en cada uno de estos pa¨ªses los dem¨®cratas venezolanos esperaban mayor solidaridad continental. Algunos antiguos perseguidos est¨¢n hoy en funci¨®n de gobierno en toda Am¨¦rica Latina y mucha gente en Venezuela se ha sorprendido y desilusionado por la indiferencia que han mostrado ante las muy variadas violaciones a los Derechos Humanos ocurridas durante el actual gobierno. Ni siquiera se ha discutido la posibilidad de aplicar la Carta Democr¨¢tica de la OEA a pesar de que existir¨ªan numerosas razones para hacerlo.
La indiferencia del continente se ha tornado en complicidad o sometimiento porque Ch¨¢vez nunca dud¨® en amenazar con ¡°sanciones petroleras¡± a aquellos que se atreviesen a prestar auxilio humanitario o a conversar con l¨ªderes de la oposici¨®n. Como consecuencia, El Salvador sac¨® de su embajada a varias personas que solicitaban asilo diplom¨¢tico en 2002. Rep¨²blica Dominicana le pidi¨® a Carlos Andr¨¦s P¨¦rez que saliera de la isla ante las amenazas de Ch¨¢vez de dejarlos sin petr¨®leo. El Gobierno de Brasil ve con entusiasmo los negocios que hacen sus compa?¨ªas dentro de la mayor corrupci¨®n. La Argentina de los Kirchner ha establecido una fruct¨ªfera alianza entre negocios turbios, arroz, maletines y petr¨®dolares. Antiguos exiliados chilenos manifiestan en privado su verg¨¹enza por no hacer nada, pero oficialmente mantienen un g¨¦lido silencio. El Caribe en bloque se ha convertido en apoyo seguro para el chavismo para no perder las prebendas que les llegan gracias al programa de hidrocarburos baratos PetroCaribe.
El caso m¨¢s doloroso es sin duda el de Colombia. Durante el gobierno del presidente Uribe se denunci¨® valientemente la complicidad chavista con la guerrilla y el narcotr¨¢fico. Como resultado, Ch¨¢vez orden¨® varias veces el cierre de la frontera ocasionando graves da?os para el comercio regional y lleg¨® incluso un d¨ªa a decretar por televisi¨®n una movilizaci¨®n militar en contra del vecino pa¨ªs.
Cuando inicia la presidencia de Santos era l¨®gico que quisiese mejorar las relaciones entre los dos gobiernos y normalizar el tr¨¢fico en la frontera cuyo cierre perjudicaba a los comerciantes colombianos. Cuando calific¨® a Ch¨¢vez como ¡°su nuevo mejor amigo¡± son¨® como una pintoresca hipocres¨ªa. Pero la reciente entrega al Sebin, la polic¨ªa pol¨ªtica de Maduro, de tres estudiantes perseguidos por el r¨¦gimen es ins¨®lita. El coqueteo de Santos con los Castro y su deseo de lograr, como sea, cierta paz con las FARC, no justifica una canallada, una cobard¨ªa, que acaba con la ininterrumpida tradici¨®n de asilo que exist¨ªa entre dos pa¨ªses hermanos.
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