Los referendos se cobran su factura
Puede que haya llegado el momento de situar a los ciudadanos ante sus responsabilidades
La v¨ªa escocesa del referendo, que tanta envidia, ¡°sana envidia¡±, despierta en los nacionalismos catal¨¢n y vasco, concluye colocando a Escocia en la casilla de salida de un proceso auton¨®mico, a la espera de negociar con Londres las competencias que, particularmente en materia fiscal, pueden homologarlo a las autonom¨ªas espa?olas. Escocia parece llamada a inaugurar la transformaci¨®n del Reino Unido en un Estado federal, el estadio que el Gobierno brit¨¢nico trat¨® siempre de eludir y que lo llev¨® a rechazar la negociaci¨®n de nuevas competencias y a plantear el ¨®rdago referendario del s¨ª o no a la independencia.
El rechazo escoc¨¦s a la escisi¨®n ha tenido impactos diferentes en los nacionalismos catal¨¢n y vasco, como diferentes han sido sus respectivas apuestas por el s¨ª a la separaci¨®n de Escocia. Mientras el Gobierno catal¨¢n puso toda la carne en el asador hasta el punto de hacer coincidir la aprobaci¨®n de su ley de consultas con el d¨ªa despu¨¦s de Escocia, el Ejecutivo vasco y el PNV han actuado a lo largo de proceso con un perfil deliberadamente bajo. Desde que los catalanes tomaron el testigo en la v¨ªa del soberanismo emprendida por el anterior lehendakari, Ibarretxe, el PNV ha acentuado su instinto de conservaci¨®n del poder. Sabe que la compa?¨ªa de un Bildu dirigido por los que hasta hace poco abonaron el asesinato de sus oponentes pol¨ªticos no es la mejor tarjeta de presentaci¨®n en los foros internacionales y teme que entregarse al entusiasmo soberanista diese armas a la izquierda abertzale y, como ha ocurrido en Catalu?a, activara el desbordamiento institucional a cargo de los movimientos sociales independentistas. Tampoco descarta que, como salida al conflicto, se otorgue finalmente a Catalu?a un r¨¦gimen similar al del Concierto Econ¨®mico vasco y Convenio navarro, lo que, en la pr¨¢ctica, conlleva el riesgo de que se revisen las cl¨¢usulas de solidaridad y se ponga fin al privilegio foral.
M¨¢s all¨¢ de los gestos dirigidos a mantener la figura y la posici¨®n, el nacionalismo catal¨¢n acusar¨¢ previsiblemente el golpe escoc¨¦s, aunque no dejar¨¢ de reclamar el referendo y de contraponer la actitud de Madrid con la del Gobierno brit¨¢nico, obviando, por ejemplo, que Londres suspendi¨® por cuatro veces la autonom¨ªa norirlandesa. Si, como dice Pep Guardiola en el v¨ªdeo con que promociona la consulta catalana anunciada para el 9 de noviembre, el referendo es ¡°la m¨¢xima expresi¨®n de la democracia¡±, habr¨¢ que convenir que el ¨²ltimo ejercicio de esa suprema manifestaci¨®n democr¨¢tica ha tenido en vilo a los europeos y ha hecho temblar los cimientos del edificio Proyecto Europa. Ahora que la onda del diapas¨®n referendario-soberanista vuelve a cabalgar por par¨¢metros m¨¢s controlados y las tensiones se rebajan, cabr¨ªa preguntar a los escoceses si les han merecido la pena estos largos meses de discusiones, divisiones e incertidumbres, por mucho que hayan dado un ejemplo de civismo colectivo dif¨ªcilmente reproducible en nuestras latitudes. Los amigos de las emociones fuertes dir¨¢n inmediatamente que s¨ª, y tambi¨¦n los irresponsables que obvian por sistema las consecuencias de sus actos, pero, visto el resultado, puede que muchos ciudadanos se pregunten estos d¨ªas si el referendo era la ¨²nica salida a las aspiraciones escocesas y si los debates, algunos fruct¨ªferos y aleccionadores, no habr¨ªan podido tener otro formato.
Cabr¨ªa pregunt¨¢rselo, sobre todo, fuera de micr¨®fonos y en un momento de confidencias y franqueza, a los pol¨ªticos que los condujeron a la ramplona opci¨®n binaria del s¨ª o no y coloc¨¢ndolos ante el panorama de la fractura interna y la ruptura con sus convecinos. Por algo Alex Salmond hab¨ªa anunciado que no volver¨ªa a convocar m¨¢s referendos. Tras superar dos consultas soberanistas que pusieron a prueba su cohesi¨®n pol¨ªtica y social y sus afectos y estabilidad identitarios, muchos quebequeses han acabado por aborrecer ese recurso independentista altamente desestabilizador. Eso ocurre con nacionalismos presentables, tolerantes y respetuosos, que no infunden miedo, que no se permiten reacciones sectarias ni agresivas, que no pretenden homogeneizar cultural y pol¨ªticamente a los ciudadanos, ni se sienten superiores a sus vecinos. El referendo, la ¡°m¨¢s bella¡± expresi¨®n de la democracia, a decir de algunos, se cobra su precio social, pol¨ªtico y econ¨®mico, adem¨¢s de aportar una sobredosis de excitaci¨®n identitaria que puede resultar indigesta.
Quebec y el Tribunal Supremo de Canad¨¢ marcaron la pauta para otras consultas
No es el caso de nuestros nacionalistas catalanes y vascos. Tras d¨¦cadas de democracia y de un proceso auton¨®mico continuado y no correspondido con lealtad estatal, los independentistas perif¨¦ricos espa?oles ans¨ªan m¨¢s que nunca establecer la consulta plebiscitaria soberanista. Da igual que hayan votado ya m¨¢s de medio centenar de veces desde la instauraci¨®n de la democracia y que las leyes aprobadas tambi¨¦n con el concurso catal¨¢n no permitan los referendos independentistas. Es como si hicieran tabla rasa, como si no hubieran votado en su vida ni decidido el curso de la historia de su comunidad y de Espa?a. Pero si cientos de miles de catalanes, entre ellos personas como el jugador de f¨²tbol Xavi Hern¨¢ndez que hab¨ªan mostrado con naturalidad su doble condici¨®n de catal¨¢n y espa?ol, se manifiestan en la calle convencidos de que se les ¡°proh¨ªbe votar y decidir el futuro¡±, es que Espa?a y Catalu?a tienen un serio problema. ?La democracia espa?ola no resulta humillada con esos juicios?
El referendo escoc¨¦s, autorizado por Londres en la creencia enga?osa de que el rechazo a la independencia ser¨ªa abrumador, ha vuelto a romper el principio de que la autodeterminaci¨®n solo puede aplicarse a las situaciones coloniales y que los estados democr¨¢ticos son indivisibles. De nuevo Quebec y el Tribunal Supremo de Canad¨¢ marcan la pauta del qu¨¦ hacer en el caso de que la mayor¨ªa de un territorio manifieste una voluntad inequ¨ªvoca de separarse. Puede que el resultado escoc¨¦s rebaje el souffl¨¦ catal¨¢n y reduzca la ingente masa de energ¨ªa pol¨ªtica dedicada a la causa de la separaci¨®n y recalentada abusivamente desde las instancias y medios p¨²blicos auton¨®micos. Puede que haya llegado el momento de clarificar las cosas, situar a los ciudadanos ante sus responsabilidades reales y darles y tomarles la palabra con todas sus consecuencias. Puede que haya llegado el momento de, con reforma constitucional o sin ella, habilitar una soluci¨®n integradora con garant¨ªas para todas las opciones y voces. Todo, antes de que la frustraci¨®n catalana se haga cr¨®nica y la burbuja de la frivolidad y el victimismo nacionalista siga campeando porque ¡°no les dejan votar¡± y lleve al pa¨ªs a un callej¨®n sin salida.
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