Dilemas nacionalistas
Mejor dejar el mapa como est¨¢, y el multinacionalismo intacto
Como un virus latente, el nacionalismo europeo entr¨® en actividad. La met¨¢fora retrata un cierto ciclo hist¨®rico. La Europa de 1918 fue un orden basado en estados multinacionales, en tensi¨®n permanente con los anhelos nacionalistas. En la entre guerra los movimientos expansionistas vehiculizaron esos anhelos, incluyendo al Fascismo en cualquiera de sus variadas, pero todas anti democr¨¢ticas, versiones. El orden internacional post 1945 busc¨® silenciar las voces nacionalistas, y la Guerra Fr¨ªa fue funcional a ese objetivo. Sirvi¨® para congelar las identidades nacionales, disueltas en un sistema de alianzas e instituciones protectoras de seguridad. El virus volvi¨® a su estado de latencia.
Era esperable entonces que la disoluci¨®n del orden sovi¨¦tico fuera encabezada por movimientos nacionalistas, m¨¢s all¨¢ de que el mismo fuera estrenado en una brutal, genocida y muy europea guerra en los Balcanes. Regresar el virus a su estado de latencia se hizo otra vez necesario si el objetivo era hacer funcionar aquello que llamamos ¡°Occidente¡±, para que el nacionalismo fuera en todo caso como en la ex Checoslovaquia y no como en la ex Yugoslavia. La estrategia fue por una parte expandir el supranacionalismo militar, NATO, y complementarla al mismo tiempo con el regionalismo econ¨®mico, pol¨ªtico y cultural, la Uni¨®n Europea.
Es lo que muchos intelectuales europeos de principio de siglo¡ªde siglo XXI, esto es¡ªllamaron ¡°glocalizaci¨®n¡±, la combinaci¨®n de procesos e instituciones supranacionales en paralelo a procesos subnacionales. No es solo seguridad, comercio y una moneda com¨²n. La glocalizaci¨®n tambi¨¦n incluye las normas, la cultura y el espacio f¨ªsico subnacional, la geograf¨ªa que toma entidad y sirve para la construcci¨®n de una identidad regional. La noci¨®n capt¨® fen¨®menos sociales nuevos y la genialidad de la ingenier¨ªa institucional: disolver la centralidad del estado naci¨®n hacia arriba¡ªla globalizaci¨®n¡ªy hacia abajo¡ªlo local. La pregunta entonces fue si alcanzar¨ªa para inmunizar a Europa del siempre latente virus.
Y por cierto que no fue suficiente, ni hacia arriba ni hacia abajo. Hacia arriba porque la ola nacionalista actual ha sido alimentada por la prolongada crisis econ¨®mica europea, a su vez anclada en un dram¨¢tico fracaso de la regulaci¨®n y supervisi¨®n macroecon¨®mica de la Uni¨®n. La crisis y las fallas regulatorias han abonado extraordinariamente el euro escepticismo, que refuerza el escepticismo casi gen¨¦tico de Westminster, a prop¨®sito de Escocia.
Hacia abajo tampoco ha alcanzado, porque solo hay que recordar que la manifestaci¨®n emp¨ªrica m¨¢s clara de la glocalizaci¨®n supuestamente se ver¨ªa en regiones de transici¨®n, aquellas con econom¨ªas flexibles e identidades superpuestas; Escocia, el Piamonte y Catalu?a, por nombrar algunos ejemplos no al azar. Es para reflexionar, justamente, porqu¨¦ es all¨ª donde lo nacional ha emergido bajo la forma independentista m¨¢s intensa.
Si la historia reciente del nacionalismo est¨¢ plagada de paradojas, su proyecto pol¨ªtico¡ªla secesi¨®n¡ªest¨¢ por su parte invadido de dilemas de dif¨ªcil o imposible resoluci¨®n. Un dilema es de viabilidad burocr¨¢tica, del grado de capacidad estatal. Un estado tiene que cobrar impuestos, regular los servicios p¨²blicos y el transporte, adem¨¢s de impartir justicia y recolectar la basura, para ¡°ser¡± estado. Para algunos lo peque?o es hermoso, pero en este caso la belleza depende del principio organizador de un nuevo estado, o sea, que tan peque?o resulte. Porque si la cuesti¨®n es la identidad desagregada a su m¨ªnima expresi¨®n, ese estado no podr¨¢ funcionar. En definitiva, si por cada tribu termina existiendo un estado, las fallas comenzar¨¢n a ser sist¨¦micas.
Esas fallas tambi¨¦n estar¨¢n localizadas a nivel del sistema internacional. Si por cada tribu hubiera un estado, Europa tendr¨ªa cientos de ellos. ?Es pensable una Uni¨®n Europea con tantos miembros como las Naciones Unidas? Lo peque?o bien puede resultar un gigante, tal vez hermoso pero inmanejable. En realidad, ni siquiera es pensable una UE capaz de tolerar una modesta propagaci¨®n de secesiones. Las incertidumbres generadas por la reconfiguraci¨®n de la geograf¨ªa pol¨ªtica¡ªel mapa¡ªno parecen ser previstas por pol¨ªticos que tal vez desconozcan que esas incertidumbres se volver¨ªan contra ellos mismos a la hora de gobernar.
Si hay incertidumbre acerca del estado, esa misma incertidumbre se proyectar¨¢ inevitablemente sobre la configuraci¨®n del r¨¦gimen pol¨ªtico. Conceptualmente, el nacionalismo llevado a su ¨²ltima expresi¨®n deja de ser democr¨¢tico, y a menudo lo es antes de llegar a esa ¡°¨²ltima expresi¨®n¡±. Es que la propia l¨®gica tribal va en contradicci¨®n con la l¨®gica de una sociedad plural, heterog¨¦nea, multi¨¦tnica y multicultural, es decir, como son las sociedades ¡°realmente existentes¡±. En esas sociedades, las formas pac¨ªficas de regulaci¨®n de la diversidad solo pueden ocurrir bajo un orden pol¨ªtico democr¨¢tico. Paradoja y dilema simult¨¢neo, con menos diversidad pueden haber menos incentivos democr¨¢ticos.
La econom¨ªa pol¨ªtica de los nacionalismos supone diferentes reivindicaciones materiales. Los escoceses reclaman recursos que nunca les llegaron. Tal vez resulte ahora: una externalidad positiva de la derrota en el refer¨¦ndum es haber obligado a Londres a prometer hacer efectiva la tan ansiada y postergada devoluci¨®n. Pero esa devoluci¨®n ya ocurri¨® en los casos de Catalu?a y el Piamonte, por ejemplo, m¨¢s all¨¢ de la legitimidad de renegociarlas. La reivindicaci¨®n del independentismo catal¨¢n y de la Lega Nord no es recibir m¨¢s recursos, sino enviar menos.
Curiosamente, la transferencia de recursos es el meollo de la tributaci¨®n. Decir que los impuestos de una regi¨®n subsidian la ineficiencia de otra¡ªAndaluc¨ªa o Calabria, por ejemplo, a menudo objeto de las quejas nacionalistas¡ªes an¨¢logo a decir que los impuestos de los ricos subvencionan el desempleo de los pobres. Precisamente, de eso se trata, sea clase social o geograf¨ªa. Con categor¨ªas anal¨ªticas marxistas, hasta se podr¨ªa hablar de un nacionalismo proletario y otro burgu¨¦s, valga la soberana heterodoxia.
Finalmente, ?c¨®mo conciliamos estos nacionalismos con el cosmopolitanismo dominante? ?C¨®mo hace una sociedad donde es tan com¨²n encontrar familias con madre y padre de diferentes nacionalidades¡ªe hijos de una tercera¡ªpara organizarse en base a la normatividad ofrecida por una utop¨ªa comunitaria nacionalista? ?Y c¨®mo escogen una sobre otra, entre todas las comunidades nacionales disponibles?
No es un absurdo. Estas son las preguntas de la vida cotidiana europea que el nacionalismo no puede responder. Mejor votar que NO, entonces, dejar los mapas como est¨¢n y el multinacionalismo intacto.
Twitter @hectorschamis
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