Nueva York se levanta sin miedo
La jornada en la mayor ciudad de EE UU arranca con normalidad pese al primer caso de ¨¦bola
Nueva York es una ciudad acostumbrada a espantar sus peores miedos, pese a que vive en alerta constante. Lo hizo al superar el dolor de los atentados del 11-S hace ya 13 a?os, y una d¨¦cada despu¨¦s supo encontrar r¨¢pido la normalidad tras el azote de la tempestad Sandy. A la amenaza terrorista y del cambio clim¨¢tico se le suma ahora otra, que es invisible: el silencioso virus del ¨¦bola.
El popular barrio de Harlem amaneci¨® este viernes tratando de asimilar lo que estaba pasando. El edificio en el que reside Craig Spencer, el joven doctor del hospital universitario de Columbia que lleva el virus en su sangre, hace esquina con Broadway y la calle 147. ¡°Este es un vecindario tranquilo¡±, comenta Luis Salazar, ayudante del portero en el edificio que est¨¢ justo enfrente.
Cuenta, mientras limpia la acera, que se enter¨® de lo que estaba pasando por las c¨¢maras de televisi¨®n que se plantaron all¨ª poco despu¨¦s de llegar los equipos de emergencia para trasladar a Spencer al hospital Bellevue. El rumor de que el ¨¦bola hab¨ªa llegado a Hamilton Heights corri¨® como la p¨®lvora. Nada m¨¢s ser confirmado, el personal del servicio de salud reparti¨® folletos en ingl¨¦s y espa?ol explicando c¨®mo se contrae la enfermedad y c¨®mo se transmite.
¡°No es que tenga miedo, pero s¨ª que voy a ser precavido¡±, se?ala Salazar. ¡°Estoy muy sorprendido, como se puede imaginar¡±. Como otros residentes, no tiene m¨¢s remedio que seguir con su rutina. Los vecinos de Spencer tambi¨¦n. Evitan hablar cuando abandonan sus apartamentos para ir al trabajo, aunque se muestran tranquilos con la informaci¨®n que les llega sobre el caso.
Mark Levine, miembro del consejo municipal, explica que los vecinos de la misma planta en la que reside Spencer pueden seguir de momento en sus casas y no hay intenci¨®n de evacuar el edificio. ¡°Lo ¨²nico que hizo la polic¨ªa fue sellar la puerta del paciente¡±, se?ala. Durante la ma?ana de este viernes, un equipo proceder¨¢ a descontaminar el apartamento del doctor infectado.
La reacci¨®n de algunos vecinos que llaman a su oficina est¨¢ siendo de preocupaci¨®n. Les est¨¢n explicando que si no han tenido contacto directo con el individuo afectado no hay posibilidad de contagio. ¡°No hay motivos para que la gente est¨¦ asustada¡±, insiste.
Es lo que piensa Sidonie Larson, una estudiante del colegio que est¨¢ en mismo bloque donde vive Spencer. La joven, de 16 a?os, se enter¨® de que el ¨¦bola hab¨ªa llegado al barrio en la puerta del centro. ¡°No miro las noticias¡±, comenta, ¡°tampoco han venido a casa a informarnos de la situaci¨®n¡±. Sabe, al igual que sus compa?eros y sus padres, c¨®mo se transmite la enfermedad y sus s¨ªntomas. ¡°Me siento segura, no creo que vaya a contagiarme ni que se vaya a propagar¡±.
Caitlin O?Connel, profesora suplente, de 25 a?os, explica que tiene intenci¨®n de reunirse con el director del colegio para ver c¨®mo abordar la situaci¨®n. Los estudiantes, cuenta, estaban en el centro de la ciudad cuando la calle fue cortada al tr¨¢fico para trasladar a Spencer al hospital. El principal reto para ella es hacer frente al circo medi¨¢tico, ¡°porque lo hacen todo m¨¢s grande de lo que es¡±.
El transporte p¨²blico tambi¨¦n arranc¨® el d¨ªa con normalidad. La residencia del voluntario de M¨¦dicos sin Fronteras est¨¢ entre las l¨ªneas de metro 1 y A, dos de las m¨¢s frecuentadas en la ciudad de Nueva York. La red la usan seis millones de personas al d¨ªa. Craig Spencer tom¨® la l¨ªnea A la noche antes de ser diagnosticado para ir a una bolera en Brooklyn, que fue cerrada de inmediato por precauci¨®n.
El recorrido de la l¨ªnea A hasta la calle 14, donde despu¨¦s cogi¨® la l¨ªnea L para cruzar el East River, requiere cerca de media hora. Entre la calle 145 y la 125 hay una parada. De ah¨ª salta hasta Columbus Circle, en la 59. Son 10 minutos largos bordeando Central Park en los que no se abren las puertas una sola vez. De ah¨ª va a Times Square yPenn Station, dos nodos clave en la red.
En el metro, la gente acude esta ma?ana sin muestras de nerviosismo. No se ven mascarillas. Un usuario, Mathew P., comenta que el ¨¦bola ¡°es como una semilla a la que le lleva tiempo germinar¡±. Sabe que no se contagia por el aire pero est¨¢ convencido de que habr¨¢ m¨¢s casos. ¡°Qu¨¦ le vamos a hacer, son cosas que hay que afrontar¡±.
Matthew no tiene otra opci¨®n que el Metro para desplazarse por Nueva York, lo mismo que Nick Scaglione. Este estudiante vive a un bloque del infectado, al otro lado en Broadway. Tiene que pasar por delante de la puerta del edificio para ir a la estaci¨®n en la calle 148. ¡°No creo que sea tan grave como puede parecer¡±, se?ala. Es el tema de conversaci¨®n con sus amigos.
Su padre, que usa otra l¨ªnea diferente en la misma parada, explica que en casa contaban con que Nueva York fuera en alg¨²n momento protagonista de esta crisis. ¡°Lo que nunca te imaginas es que lo vayas a tener tan cerca y eso es realmente raro¡±, opina. La metr¨®poli tiene cerca de ocho millones de habitantes. ¡°Es casi m¨¢s f¨¢cil que te toque la loter¨ªa¡±, se?ala la cajera de una tienda.
Harlem lleva semanas prepar¨¢ndose para esta eventualidad. Los grupos de inmigrantes africanos organizan charlas con los l¨ªderes locales para explicar la enfermedad. Tambi¨¦n est¨¢n haciendo pr¨¢cticas de emergencia en el hospital. El problema, dicen, llega cuando se niega la crisis y la gente no es informada. Eso, insisten, puede crear situaciones de p¨¢nico innecesarias.
Charles Rangel, representante del distrito de Harlem en el Congreso de EE UU, se muestra confiado con el trabajo de las autoridades p¨²blicas. ¡°Es el mejor sistema sanitario del mundo y la cooperaci¨®n entre las distintas agencias es muy estrecha¡±, explica. Su mensaje a los vecinos es que ¡°no hay motivo de alarma¡±. Pero tampoco cree conveniente que haya que relajarse.
¡°Nadie desea que algo como el ¨¦bola pase en su ciudad, pero Nueva York es el mejor lugar para lidiar con una amenaza as¨ª¡±, comenta echando la vista atr¨¢s a los errores que se cometieron durante la gesti¨®n de la crisis en Dallas. Como se?ala Giuliano A., un joven que espera el Metro en la estaci¨®n de Times Square, este ya no es un problema del ?frica Occidental.
¡°Claro que voy a tomar precauciones. Me pondr¨¦ guantes si es necesario¡±, explica. Se declarapreocupado, no por la gesti¨®n de la crisis, sino por c¨®mo individuos como Spencer, que han estado expuestos al virus en primera l¨ªnea, pueden hacer cosas como utilizar el transporte p¨²blico cuando saben que est¨¢n en el periodo de incubaci¨®n. ¡°Deber¨ªa haber sido m¨¢s responsable¡±, lamenta.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.