Ashura, un d¨ªa te?ido de sangre
La ciudad libanesa de Nabatye mantiene el culto en el que penitentes chi¨ªes se flagelan
![Natalia Sancha](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Fe4893eef-d3f2-42f1-ac66-8493f6854566.png?auth=18c58787e7fe380771638cff74114b709cd91e6dff5819def843081dd63684fa&width=100&height=100&smart=true)
![Un grupo de chicas fotografían a participantes en el día de Ashura.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/XNCX4SEVN3SUUOZA7PZDHV4RF4.jpg?auth=30739de5b5ef5c1e64ccde95477852bb2af4b7d44fe611816fa4d112e678ca44&width=414)
Las calles de Nabatye se ti?en de rojo. Desde la plaza central de esta sure?a localidad libanesa resuenan los golpes en son de mea culpa que se confunden con el chirrido de los machetes golpeando el suelo. Vestidos de negro, los penitentes marchan en grupos rodeando la plaza central. Miles de personas se golpean el pecho con las palmas de las manos abiertas y giradas hacia el coraz¨®n. El sollozo de las mujeres se alterna con el grito de ¡°?Haidar!¡±, uno de los nombres del cuarto califa Al¨ª, acompasando el recorrido de la procesi¨®n. Los penitentes lloran a Husein, hijo de Al¨ª y nieto del profeta Mahoma, asesinado en la batalla de Kerbala en el a?o 680. Las guerras de sucesi¨®n posteriores provocaron una escisi¨®n en el islam, dando a luz al chiismo. Trece siglos m¨¢s tarde, la Ashura pervive como un homenaje al llanto y a la tristeza de aquellos que rememoran la matanza.
Entre la masa negra de penitentes, varios centenares de personas visten de blanco y blanden sables que alzan al cielo antes de golpearse la cabeza. Un reguero de sangre recorre sus rostros y pechos. En uno de los laterales de la plaza aguardan unos cuantos hombres botella de agua oxigenada en el bolsillo y navaja en mano. Aplican un generoso chorro sobre las afiladas cuchillas que parece bastarles por toda esterilizaci¨®n. Con un h¨¢bil y r¨¢pido movimiento de mu?eca aporrean el centro de la cabeza del penitente haciendo una peque?a incisi¨®n. El resto ya depende del fervor de cada cual. Los m¨¢s prudentes o novatos se golpean la testa con las manos, pausando el vertido de sangre. Los j¨®venes m¨¢s impetuosos, que lucen una mir¨ªada de cicatrices, recuerdos de previas Ashuras, se entregan a la sangr¨ªa sin miramientos. Pasar¨¢n pocas horas hasta que el blanco torne rojo y deje charcos de sangre en el asfalto que ni siquiera la lluvia logre barrer.
Nabatye es la ¨²nica ciudad del pa¨ªs en la que se mantiene este culto centenario durante la Ashura en el que los fieles ba?an en sangre su pena. Como la mayor¨ªa del mundo musulm¨¢n chi¨ª, Ir¨¢n y la milicia-partido chi¨ª Hezbol¨¢ han prohibido a sus seguidores verter sangre. Basta con el golpe de pecho. Tan solo una minor¨ªa de seguidores en pa¨ªses como Irak o Indonesia perpet¨²an la sanguinolenta conmemoraci¨®n.
La mayor¨ªa del mundo musulm¨¢n ha prohibido este acto. Basta con unos golpes de pecho
A pesar de lo dantesco de la escena, mujeres, ancianos y ni?os asisten al espect¨¢culo al tiempo que sorben zumos y fotograf¨ªan a sus familiares. Las ambulancias y enfermeros acompa?an a los penitentes en su camino rescatando a aquellos que acaban colapsando. Este a?o, el contagio de la guerra siria al L¨ªbano tambi¨¦n dejaba su huella. El Ej¨¦rcito custodiaba la ciudad para prevenir atentados que derramaran sangre no deseada. Entre las pocas mujeres que se sumaban a la flagelaci¨®n lo hac¨ªa Hana, de 38 a?os. Con el rostro ensangrentado y el benjam¨ªn de sus cinco hijos en brazos, llora al mayor, muerto a los 21 a?os combatiendo en Siria.
En el ¨²ltimo lustro, el n¨²mero de penitentes que se flagelan ha disminuido dr¨¢sticamente. Paralelamente, y con el auge de las redes sociales, Ashura se convierte en Nabatye en un culto m¨¢s social y mediatizado. Adolescentes embutidas en sus vaqueros y velos negros persiguen en su recorrido a los j¨®venes ensangrentados. Con los m¨®viles en alto se lanzan en busca de un selfie. Cuando las j¨®venes desv¨ªan sus miradas, los muchachos aprovechan para embadurnar sus pa?uelos blancos con sangre. Decenas de extranjeros, entre periodistas y turistas curiosos, prosiguen con inter¨¦s el evento luchando por soportar el penetrante olor a sangre.
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