Los galeones de Podemos
Los l¨ªderes del partido apelan a trucos ret¨®ricos para que los votantes espa?oles disculpen su devoci¨®n bolivariana
En su libro El retorno de los galeones, Max Henr¨ªquez Ure?a sostuvo que con el modernismo la literatura espa?ola recibi¨® por primera vez una influencia hispanoamericana. Podemos sue?a con que el populismo de Am¨¦rica Latina impulse un movimiento similar en la pol¨ªtica. Esa pretensi¨®n es problem¨¢tica. Las dificultades para traducir la vida p¨²blica de una orilla a otra del Atl¨¢ntico pueden convertirse en una trampa. Los l¨ªderes de Podemos apelan a trucos ret¨®ricos cada vez m¨¢s evidentes para que los votantes espa?oles disculpen su devoci¨®n bolivariana. Es una de las dimensiones del acelerado ajuste discursivo que emprendieron para transformarse en una alternativa de poder.
Dos dirigentes de Podemos sirvieron al chavismo
Dos dirigentes de la agrupaci¨®n sirvieron al chavismo. ??igo Errej¨®n integr¨® GIS XXI, la encuestadora del ministro de Energ¨ªa de Nicol¨¢s Maduro, Jesse Chac¨®n. Juan Carlos Monedero asesor¨® a Hugo Ch¨¢vez y trabaj¨® en el Centro Internacional Miranda. Pablo Iglesias y Errej¨®n tambi¨¦n se conectaron con los gobiernos populistas a trav¨¦s del Centro de Estudios Pol¨ªticos y Sociales, que conduce Rub¨¦n Mart¨ªnez Dalmau y Roberto Viciano Pastor, consultores de las asambleas constituyentes de Venezuela, Bolivia y Ecuador.
Dalmau y Viciano ensayaron en Am¨¦rica Latina un criterio que Podemos defiende para Espa?a: las cl¨¢usulas p¨¦treas de las constituciones deben ser removidas porque son el cerrojo gracias al cual las oligarqu¨ªas se ponen a salvo del impulso democratizador del pueblo, que siempre es interpretado por el l¨ªder.
Con Argentina, el puente principal de Podemos fue Ernesto Laclau, un te¨®rico inspirado en Gramsci y Lac¨¢n que abandon¨® Buenos Aires para radicarse en Londres. El pasado 13 de abril muri¨® en Sevilla, adonde hab¨ªa ido invitado por Jorge Alem¨¢n, agregado cultural de la Argentina e introductor de Iglesias en el kirchnerismo.
La dificultad de encarar una campa?a electoral bolivariana en Europa excede lo anecd¨®tico
Laclau ofreci¨® una justificaci¨®n acad¨¦mica a las inclinaciones autoritarias de los caudillos populistas. Al d¨ªa siguiente de su muerte, Errej¨®n record¨® que para ¨¦l el populismo era una forma de definir identidades a trav¨¦s del conflicto ¡°nosotros¡± contra ¡°ellos¡±. Laclau confi¨® a esa polarizaci¨®n, a la que son propensas las sociedades sometidas a ajustes econ¨®micos, la constituci¨®n de un sujeto colectivo que reclama la representaci¨®n monop¨®lica del inter¨¦s popular, encarnado por el l¨ªder.
Para Errej¨®n la pol¨ªtica espa?ola deber¨ªa latinoamericanizarse en esos t¨¦rminos. Pero esa idealizaci¨®n del populismo conspira contra la necesidad de seducir a electores europeos. Podemos transporta en sus galeones una carga muy inc¨®moda. Cuando Jordi ?vole le pidi¨® una opini¨®n sobre el cambio de guardia que teatralizaban frente al despacho de Rafael Correa soldados ecuatorianos vestidos de ¨¦poca, Iglesias balbuce¨® su respeto por las costumbres ex¨®ticas. La contrariedad es comprensible. El folclore militar todav¨ªa ti?e la vida latinoamericana. El comandante Ch¨¢vez gobernaba de uniforme. Pero la larga dictadura de Franco satur¨® a Espa?a de esa est¨¦tica.
Podemos promueve, en la senda de Correa o de los Kirchner, la regulaci¨®n estatal de los medios de comunicaci¨®n. Pero su secretario parece avergonzarse con la idea de conducir un programa como el de Ch¨¢vez, Al¨® Presidente. Dice que preferir¨ªa ser entrevistado por periodistas cr¨ªticos.
La corrupci¨®n impide que los reg¨ªmenes bolivarianos se conviertan en modelos de regeneraci¨®n pol¨ªtica
Iglesias tampoco defendi¨® a Maduro cuando Ana Pastor le record¨® el pedido de solidaridad de la esposa de Leopoldo L¨®pez, el l¨ªder opositor en cautiverio. ¡°Queremos analizar la documentaci¨®n en el Parlamento Europeo¡±, se escud¨®. ?Qu¨¦ sentir¨ªa L¨®pez si escuchara esta confesi¨®n de Iglesias ante ?vole?: ¡°En el Parlamento Europeo siento que los parlamentos no sirven para nada¡±.
Despu¨¦s de ver en Ch¨¢vez al precursor de los indignados espa?oles, Monedero debe disimular la represi¨®n de Maduro al movimiento estudiantil.
La corrupci¨®n tambi¨¦n impide que los reg¨ªmenes bolivarianos se conviertan en modelos de regeneraci¨®n pol¨ªtica. El chavismo, el PT y el kirchnerismo est¨¢n corro¨ªdos por esc¨¢ndalos. Iglesias debi¨® admitirlo: ¡°La corrupci¨®n no se elimin¨® de algunos gobiernos latinoamericanos que me gustan¡±.
La carrera hacia el poder exige resignar identidad. La apolog¨ªa bolivariana se est¨¢ reduciendo a la capacidad para disciplinar a los mercados. Pero esta salida est¨¢ obturada. El ascenso de Podemos coincide con el agotamiento material del populismo. La inflaci¨®n venezolana es 64% y la brecha cambiaria lleg¨® al 1.000%. En Argentina la inflaci¨®n alcanz¨® el 40% y en un a?o se destruyeron 400.000 empleos. Amenazada por la recesi¨®n, Dilma Rousseff confiar¨¢ la econom¨ªa a un financista.
Para Errej¨®n la pol¨ªtica espa?ola deber¨ªa latinoamericanizarse
El discurso de Podemos no tiene espacio para estas contradicciones porque adjudica el crecimiento latinoamericano a la heterodoxia populista, olvidando un fen¨®meno mucho m¨¢s determinante: los precios extraordinarios de los productos que exporta la regi¨®n. Una bonanza que hoy declina.
La dificultad de encarar una campa?a electoral bolivariana en Europa excede lo anecd¨®tico. Para el populismo la esencia de la democracia es la imposici¨®n de la voluntad de la mayor¨ªa. ¡°Ch¨¢vez se cans¨® de ganar elecciones¡±, recuerda Iglesias para camuflar el bonapartismo caribe?o. En cambio, la democracia europea de posguerra fue modelada por el espanto al totalitarismo. Su esencia es la defensa de los derechos de las minor¨ªas.
Si ignoraran esta diferencia, los creadores de Podemos deber¨ªan barrer con algo m¨¢s resistente que ¡°la casta¡± o el sistema financiero. Tendr¨ªan que demoler una cultura pol¨ªtica.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.