El presidente ordena, la CIA act¨²a
La guerra sucia marca parte de la historia de la agencia de espionaje de EE UU
Quienes mejor conocen los entresijos de la CIA viven desde el martes una suerte de d¨¦j¨¤ vu. ?Prisiones secretas? Ya existieron antes de los atentados del 11-S. ?Torturas? Tambi¨¦n.
La publicaci¨®n del informe del Comit¨¦ de Inteligencia del Senado ha causado estupor dentro y fuera de Estados Unidos por exponer la guerra sucia de la Agencia Central de Inteligencia en los a?os posteriores a los atentados del 11-S. Pero los abusos, errores y actuaciones fuera de la ley que refleja el documento no son una novedad: seg¨²n expertos consultados, forman parte del ADN de la CIA desde su creaci¨®n en 1947. En estas seis d¨¦cadas, los esc¨¢ndalos han marcado parte de la historia de la instituci¨®n.
Tim Weiner, veterano experiodista del diario The New York Times y de los mayores expertos en la CIA, traza una ¡°l¨ªnea¡± que conecta los inicios del servicio de espionaje de EE UU con las secuelas de los ataques terroristas de 2001. ¡°[En ese per¨ªodo] la CIA tuvo experiencia con prisiones secretas y torturas¡±, afirma en una entrevista telef¨®nica el autor de Legacy of Ashes (Legado de Cenizas), un libro de referencia, publicado en 2008, sobre la historia de la agencia. Pone de ejemplo, las c¨¢rceles secretas en los a?os 50 en Corea, Alemania, Jap¨®n y Panam¨¢.
Desde mediados de siglo, la lista de excesos y chapuzas es larga. La CIA suministr¨® LSD a estadounidenses en experimentos mentales. Fracas¨® en un intento de invadir la Cuba castrista. Cometi¨® asesinatos en Vietnam e intent¨® matar a figuras pol¨ªticas en Cuba, Chile y Rep¨²blica del Congo. Se infiltr¨® en grupos de hippies en EE UU y espi¨® cartas. Financi¨® a los rebeldes nicarag¨¹enses con dinero obtenido con la venta de armas a Ir¨¢n. Y difundi¨® informaci¨®n equivocada sobre las armas de destrucci¨®n masiva que sirvieron como justificaci¨®n para la invasi¨®n de Irak en 2003.
Paul Pillar, analista de la CIA durante 29 a?os, hasta 2005, y especializado en contraterrorismo y Oriente Medio, esgrime que los fiascos son parte de la historia de cualquier organizaci¨®n, no solo de la CIA. ¡°Ha habido ¨¦xitos y fracasos. Pero no creo que haya nada distinto entre el episodio actual [el informe sobre torturas] y las cosas en los 70¡±, sostiene el ahora investigador de seguridad en la Universidad de Georgetown, en Washington.
Tampoco es nuevo el esfuerzo del poder legislativo en investigar y controlar la CIA. Algunos de los esc¨¢ndalos citados fueron analizados en 1975 por un comit¨¦ del Senado, que deriv¨® en mayores restricciones para la agencia. Tras el caso de Ir¨¢n y Nicaragua en los 80, EE UU endureci¨® la supervisi¨®n de las operaciones especiales. Y en 1989, la CIA admiti¨® al Congreso la ineficacia de las torturas ¡°porque no producen inteligencia y posiblemente resultan en respuestas falsas¡±.
El diagn¨®stico cambi¨® en septiembre de 2001. Seis d¨ªas despu¨¦s de los atentados, que causaron cerca de 3.000 muertes, el entonces presidente, el republicano George W. Bush, autoriz¨® a la agencia a detener secretamente a sospechosos de terrorismo. La CIA, seg¨²n el informe elaborado por senadores dem¨®cratas, no estaba preparada: sus torturas no proporcionaron datos clave, y ocult¨® informaci¨®n a la Casa Blanca y al Capitolio.
Weiner cree err¨®neo pensar que el servicio de inteligencia es el principal culpable de ese cap¨ªtulo oscuro de la historia de EE UU. ¡°La CIA no lo hizo porque quisiera, sino porque crey¨® que el presidente lo quer¨ªa. Es un patr¨®n que se repite a lo largo de la historia¡±, se?ala. Su tesis es que todas las pol¨¦micas son simplemente una ejecuci¨®n de una decisi¨®n presidencial y que en muchos casos la CIA plantea objeciones.
El caso de las torturas tras el 11-S, alega, nace de un abuso de poder de Bush y del p¨¢nico por evitar un nuevo atentado. Pillar coincide: ¡°La CIA no tiene supuestamente el poder de determinar pol¨ªticas. Ejecuta decisiones que se han tomado en las m¨¢s altas autoridades hasta el presidente¡±.
Al mismo tiempo, la agencia tambi¨¦n oculta sus errores. En su ensayo, Weiner detalla c¨®mo Langley minti¨® a los presidentes Dwight D. Eisenhower y John F. Kennedy sobre operaciones fallidas. Lo hizo para ¡°preservar su posici¨®n en Washington¡±.
La CIA no tiene supuestamente el poder de determinar pol¨ªticas. Ejecuta decisiones que se han tomado en las m¨¢s altas autoridades hasta el presidente¡± Paul Pillar, analista de la CIA durante 29 a?os, hasta 2005
M¨¢s de 50 a?os despu¨¦s, el Senado hace una acusaci¨®n similar. Y revela ecos del pasado: el jefe de los interrogatorios con torturas te¨®ricamente deb¨ªa haber sido sancionado por un pol¨¦mico programa de espionaje en Am¨¦rica Latina en los 80.
En 2007, la agencia desclasific¨® algunas de sus pifias en los 70. Tard¨® tanto en hacerlo porque tem¨ªa que hundieran su reputaci¨®n. El miedo se repite ahora: el actual director de la CIA y sus predecesores han iniciado una contraofensiva para lavar la imagen de la instituci¨®n. Pillar descarta un gran da?o de credibilidad: el programa de torturas, argumenta, se incorporar¨¢ a la ¡°imagen¡± de la agencia, pero no cambiar¨¢ su modus operandi.
El debate sobre la funci¨®n de la CIA se abre?despu¨¦s de cada esc¨¢ndalo. Desde sus inicios, al margen de recolectar informaci¨®n, hace las ¡°cosas arriesgadas¡± -en palabras del exanalista- que nadie quiere hacer y eso garantiza su supervivencia.
La guerra contra el terrorismo ha ampliado sus funciones: sus bombardeos con drones son clave. Las operaciones encubiertas son las que siempre han generado los esc¨¢ndalos, pero Pillar subraya que, pese a haber crecido, a¨²n suponen una parte peque?a de la CIA.
Como en toda su historia, el futuro de la agencia ¡°depende de qui¨¦n es presidente¡±, dice Weiner. Tras el ataque a la base de Pearl Harbor, la CIA naci¨® para recopilar informaci¨®n para prevenir otro ataque. No lo logr¨® 54 a?os despu¨¦s, en los atentados del 11-S.
Este apasionado de la CIA es pesimista: ¡°Es muy dif¨ªcil hacer funcionar un servicio secreto de inteligencia en una democracia abierta estadounidense. A¨²n estamos tratando de averiguar c¨®mo¡±.
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