El laboratorio del infierno
Camden, la ciudad m¨¢s peligrosa de EE UU, logra reducir la violencia con una polic¨ªa semiprivada e integrada en la comunidad
¡°Cuenta algo bonito de Camden¡±, reza un enorme cartel elevado junto a un bloque de viviendas, cerca del r¨ªo Delaware. Es una broma macabra. Camden, en Nueva Jersey, el municipio de m¨¢s de 75.000 habitantes m¨¢s violento y pobre de Estados Unidos, no tiene nada bonito que contar. Ni siquiera la sede de las sopas Campbell, cuya lata inmortaliz¨® Andy Warhol como icono pop, puede suavizar una tasa de criminalidad comparable a la de Honduras, el pa¨ªs m¨¢s peligroso del mundo, y un paisaje desolador sembrado de miles de casas abandonadas. Pero algo est¨¢ cambiando.
En pleno debate sobre los usos policiales en todo el pa¨ªs, Camden est¨¢ recogiendo los primeros resultados de un experimento ¨²nico que mezcla lo p¨²blico y lo privado: una nueva fuerza policial auxiliada por personal civil en labores de inteligencia, todo ello regado con el contacto directo con los vecinos.
¡°Lo m¨¢s importante es hablar con los ciudadanos, ir puerta a puerta pregunt¨¢ndoles qu¨¦ les preocupa. Se trata de ganarnos su confianza. La medida de nuestro ¨¦xito no son multas o detenidos, sino el n¨²mero de ni?os que pueden volver a ir en bicicleta por la calle¡±, declara Scott Thomson, jefe local de polic¨ªa.
Los resultados son esperanzadores. Con respecto a 2012, los asesinatos han ca¨ªdo un 50%; las violaciones, un 32%; los robos, un 30%, y los asaltos a la propiedad, otro 30%. En junio y julio pasados, la ciudad lleg¨® a estar 40 d¨ªas sin un solo homicidio, todo un r¨¦cord.
¡°Camden era una tormenta perfecta de criminalidad y pobreza¡±, recuerda Thomson. En enero de 2011, la crisis se llev¨® por delante a la mitad de los 200 agentes. El absentismo se multiplic¨® hasta el 30%. Apenas 16 polic¨ªas patrullaban las calles sin salir de sus veh¨ªculos. Los narcos se hicieron los due?os: 175 puestos de droga al aire libre tomaron las esquinas en la m¨¢s absoluta impunidad.
Un a?o despu¨¦s, las cifras eran insoportables. En 2012, la ciudad sufri¨® 67 asesinatos. La tasa de homicidios de EE UU es de 4,8 por cada 100.000 habitantes. En Honduras, el pa¨ªs m¨¢s violento del mundo, es de 82. En Camden era de 86. El infierno.
En junio y julio pasados, la ciudad lleg¨® a estar 40 d¨ªas sin un solo homicidio, todo un r¨¦cord
Camden sigue siendo un lugar terrible, en el que los periodistas se desplazan protegidos por hasta 10 coches patrulla. Con una poblaci¨®n mayoritariamente hispana y negra (90%), el 40% est¨¢ por debajo del nivel de la pobreza y el fracaso escolar ronda el 70%. El paro dobla la media del pa¨ªs y m¨¢s de 3.000 casas bajas abandonadas en los 23 kil¨®metros cuadrados de la ciudad dan el contrapunto a las lujosas torres de Filadelfia al otro lado del r¨ªo que separa Nueva Jersey de Pensilvania.
Todo cambi¨® en la primavera de 2013. Se toc¨® fondo y el condado se hizo cargo de la polic¨ªa. Se reclutaron 400 agentes para patrullar a pie las calles. Se contrat¨® personal civil para labores de inteligencia. Los 40 empleados de al compa?¨ªa CRA controlan las 120 c¨¢maras de vigilancia y los micr¨®fonos para captar tiroteos repartidos por la ciudad. Su objetivo es adelantarse a la comisi¨®n del delito. Es lo que denominan patrullas virtuales. Si ven algo sospechoso, los agentes acuden en apenas 4 minutos (la media de EE UU est¨¢ en 11).
Los 120 ¡°embajadores¡± de la compa?¨ªa Allied Burton recorren a diario la ciudad. No son agentes de la autoridad. Recogen informaci¨®n y la transmiten. Se les reconoce por su uniforme de tonos amarillos. A esta labor contra el crimen se superpone la integraci¨®n de los polic¨ªas en la vida comunal, organizando encuentros con los vecinos en parques e iglesias, acudiendo a los partidos de b¨¦isbol o dialogando con ellos en los escasos comercios. La teor¨ªa del jefe Thomson es que entre los 77.000 habitantes hay m¨¢s personas buenas que malas, y que es necesario contar con ellas para arrebatar las ciudad a los delincuentes.
¡°Yo crec¨ª aqu¨ª. La tensi¨®n en al calle se ha rebajado mucho¡±, afirma Latan¨¦ Bradley, directora del Henry L. Bonsal Family School. El centro acoge un programa de lectura para ni?os, el Book Mate (compa?ero de libro), al que se ha incorporado la polic¨ªa desde hace un mes. Quince agentes voluntarios acuden una hora dos d¨ªas a la semana para leer con los chavales. ¡°Se trata de que el ni?o conciba y vea a la polic¨ªa como un miembro positivo de la comunidad, no como un enemigo¡±, explica Bradley. El sargento afroamericano Rogers corrobora el ¨¦xito del experimento: ¡°Los ni?os antes s¨®lo nos ve¨ªan en las peores circunstancias¡±. Rhonda Shevrin, coordinadora del programa, recuerda que la experiencia tiene sentido por el lugar en el que se realiza. ¡°Algunos ni?os dicen: ¡®A mi mam¨¢ no le gustan los polic¨ªas¡¯. El agente tiene as¨ª la oportunidad de demostrar que es una buena persona¡±, explica.
Tras la visita al colegio, el grupo de periodistas recorre alguna de las peores calles del norte de Camden. Siempre acompa?ados por la polic¨ªa. ¡°El cambio es incre¨ªble. Ha cesado la venta de droga. Los ni?os pueden ir por la calle. Llevamos dos a?os sin incidentes en esta esquina. La clave ha sido poner a los polic¨ªas a caminar por la calle¡±, explica Edgardo Garc¨ªa, pastor pentecostal de la Iglesia del Buen Samaritano, en la puerta de su centro en Elm Street.
A escasos metros, en Los Compadres Grocery Store, el dominicano Jos¨¦ Vald¨¦s atiende la peque?a cola que se ha formado frente a la su mostrador. ¡°Como dicen en mi tierra, esto va cogi¨¦ndolo a diez. La relaci¨®n con la polic¨ªa ha mejorado mucho¡±. Su vecino Beyond Self aporta un matiz distinto: ¡°Es cierto que la polic¨ªa est¨¢ haciendo un buen trabajo, pero lo que Camden necesita es m¨¢s puestos de trabajo, no m¨¢s polic¨ªas¡±. M¨¢ximo N¨²?ez, puertorrique?o llegado a la ciudad hace 39 a?os, cree que cada vecino tiene su propia responsabilidad: ¡°Cri¨¦ a cuatro hijos y ninguno me sali¨® delincuente¡±.
Queda poco para que anochezca y una pertinaz lluvia recibe a los reporteros en el campo de b¨¦isbol de la Little League de Camden. ¡°En 2011, este parque era un lugar de prostituci¨®n, drogas y violencia. Ahora acoge a 500 ni?os¡±, explica con indisimulado orgullo Brian Morton, su responsable. ¡°Estuvimos en quiebra, hubo que despedir polic¨ªas. Hemos contratado civiles para que los agentes puedan estar en la calle. Todo se ha hecho de acuerdo con los sindicatos. Creo que nuestra experiencia es aplicable a otras ciudades del pa¨ªs¡±, afirma Louis Capelli, jefe del Gobierno del condado, el ¨²nico hombre con traje y corbata en la zona. A su espalda, lejos, los rascacielos de Filadelfia parpadean como una promesa lejos de la miseria.
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