¡®Antiautoayuda¡¯ para 2015

No estoy segura de que este a?o vaya a acabar. Tengo la creciente convicci¨®n de que los a?os ya no acaban. Que no queda nada de ese tiempo de transici¨®n y el cambio del calendario, como el de las agendas, es solo un convencionalismo m¨¢s que, si alguna vez tuvo sentido, se representa estos d¨ªas como un hecho vac¨ªo. No como la celebraci¨®n de un nuevo pacto de vida, individual y colectivo, s¨ª como una farsa. Y tal vez, por lo menos en Brasil, podr¨ªamos afirmar que 2013 comenz¨® en junio, no en enero, con las manifestaciones, y contin¨²a hoy. Pero ese es tema para otro art¨ªculo a¨²n por escribir. Lo que me interesa aqu¨ª es que nuestros rituales de final y comienzo de a?o son cada vez m¨¢s falsos y no solo porque se los apropiara el mercado hace ya tiempo. Hay algo m¨¢s grande, m¨¢s dif¨ªcil de percibir, pero no por ello menos dolorosamente evidente. Algo que presentimos pero que nos resulta dif¨ªcil nombrar. Algo que nos asusta, o por lo menos nos asusta a muchos. Y al asustarnos, en lugar de despertarnos, nos anestesia. Tal vez para esta ¨¦poca de a?os tan acelerados que no acaban nunca, lo m¨¢s indicado sea no prop¨®sitos de a?o nuevo, ni manuales sobre felicidad o ¨¦xito, sino?antiautoayuda.

Cuando la gente dice sentirse mal, que le resulta cada vez mas dif¨ªcil levantarse de la cama por la ma?ana, que se pasa el d¨ªa col¨¦rica o con ganas de llorar, que sufre de ansiedad y que por la noche le cuesta dormir, no me parece que est¨¦ enferma o exprese anomal¨ªa alguna. Al contrario. En este mundo, sentirse mal puede ser una clara se?al de excelente salud mental. El que est¨¢ feliz y saltar¨ªn, como un borrego de dibujos animados, es que tal vez tenga serios problemas. Por gente as¨ª deber¨ªan sonar las sirenas y movilizarse los psiquiatras man¨ªacos de la medicaci¨®n, no d¨¢ndoles pastillas sino rodillazos tipo ¡°despierta y ent¨¦rate¡±. Es necesario desconectarse totalmente de la realidad para no sentirse afectado por este mundo que ayudamos a crear y que nos violenta. No creo que los felices y saltarines sean m¨¢s reales que Pap¨¢ Noel y todos sus renos, pero si existiesen, ser¨ªan los alienados mentales de nuestro tiempo.

En este mundo, sentirse mal es sin¨®nimo de excelente salud mental

Miro a mi alrededor y no todos, pero casi, toman alg¨²n tipo de medicamento ps¨ªquico. Para dormir, para despertar, para encontrarse menos ansioso, para llorar menos, para conseguir trabajar, para ser ¡°productivo¡±. ¡°Para dar conta¡± (¡°para lograrlo¡±) es una expresi¨®n muy usual aqu¨ª, pero ?es que tenemos que lograr lo que no es posible lograr? ?Es que tenemos que resignarnos a vivir una vida que se nos escapa y a una l¨®gica que nos cosifica porque nos dejamos cosificar? ?No ser¨¢ que ¡°no lograr¡± es justamente a lo que deber¨ªamos prestar atenci¨®n porque una parte a¨²n viva de nosotros grita que algo va muy mal en nuestro devenir como zombis? ?No ser¨ªa mejor romper con todo en lugar de adaptarse a un tiempo cada vez m¨¢s acelerado y a una vida no humana por la que nos arrastramos con nuestros propios ojos muertos, tomando pastillas para controlar el genio y trag¨¢ndonos diagn¨®sticos de patolog¨ªas cada vez m¨¢s estrafalarias, consumiendo y tragando productos e im¨¢genes, productos e im¨¢genes, productos e im¨¢genes?

No hay respuesta. Y de haberla, no ser¨ªa una respuesta sino un dogma. Pero si la respuesta es un construcci¨®n de cada uno, tal vez en este momento ser¨ªa tambi¨¦n una construcci¨®n colectiva, en la medida en que parece ser un fen¨®meno de masas. O para quienes todo lo miden por su etiqueta sanitaria, uno de los signos de nuestra ¨¦poca, estar¨ªamos ante una pandemia de malestar. Quiero aqu¨ª defender el malestar. No como si fuese un virus, un alien¨ªgena, un algo que no deber¨ªa estar ah¨ª y por lo tanto fuera imperioso silenciarlo. Defiendo el malestar ¨Cel suyo, el m¨ªo, el nuestro¨C como aquello que desde las cavernas nos mantiene vivos e hizo del Homo sapiens una especie altamente adaptada, aunque destructiva y, en los ¨²ltimos siglos, tambi¨¦n autodestructiva. El malestar es lo que nos avisa de que algo va mal y que hay que cambiarlo. No como un acto f¨¢cil, una regla de autoayuda, sino como un cambio de posici¨®n; algo que cuesta, que lleva tiempo y que exige nuestros mayores esfuerzos. Exige que, por la ma?ana no solo nos levantemos, sino que nos despertemos.

A?os atr¨¢s habr¨ªa escrito, y de hecho lo escrib¨ª algunas veces, que el malestar de esta ¨¦poca, que me parece diferente del malestar de otras ¨¦pocas hist¨®ricas, se produce por diversas razones relacionadas con la modernidad y sus creaciones reales y simb¨®licas; incluso por sus ilusiones potenciales y fantas¨ªas de superaci¨®n de los l¨ªmites. Pero, en especial, por nuestra reducci¨®n de personas a consumidores, por el sometimiento de nuestros cuerpos ¨Cy almas¨C al mercado, y por la condena de vivir en un tiempo acelerado.

Defiendo el malestar como aquello que nos mantiene vivos desde las cavernas

Sobre esta peculiaridad, la psicoanalista Maria Rita Kehl escribi¨® un libro muy interesante llamado El tiempo y el perro (O Tempo e o C?o, Editorial Boitempo), en el que reflexiona de forma original sobre lo que las depresiones expresan de nuestro mundo tambi¨¦n como s¨ªntoma social. Al comienzo, cuenta la experiencia personal de haber atropellado a un perro en la carretera, y experiencia, en este caso, no es una palabra elegida al azar. Kehl vio al perro pero, a la velocidad que iba, no pudo parar ni desviarse lo suficiente. Solo consigui¨® no matarlo. De inmediato, el animal, tambale¨¢ndose camino del arc¨¦n, qued¨® atr¨¢s en el espejo retrovisor. Es lo que sucede con nuestras vivencias a la velocidad que dicta esta ¨¦poca en la que el tiempo se ha reducido a dinero; una brutalidad que permitimos, reproducimos y con la que transigimos sin percibir cu¨¢nto de muerte hay en esa conversi¨®n.

Sobre la aceleraci¨®n, la psicoanalista dice: ¡°Poco nos damos cuenta de ella, de la banal velocidad de la vida, hasta que alg¨²n mal encuentro revela su rostro mort¨ªfero. Mort¨ªfero no solo contra la vida corp¨®rea, en casos extremos, sino tambi¨¦n contra la delicadeza innegociable de la vida ps¨ªquica. (¡­) Su olvido (del perro) se sumar¨ªa a la eliminaci¨®n de miles de otras percepciones instant¨¢neas sobre las que nos limitamos a reaccionar r¨¢pidamente para en seguida, con igual rapidez, olvidarlas. (¡­) De aquel mal encuentro, que podr¨ªa haber acabado con la vida del perro, qued¨® una ligera mancha oscura en mi parachoques. (¡­) El accidente en carretera me hizo reflexionar respecto a la relaci¨®n entre las depresiones y la experiencia del tiempo que, en la actualidad, pr¨¢cticamente se resume en la experiencia de la velocidad¡±. ?Qu¨¦ ocurre dentro y fuera de nosotros con las manchas oscuras y la sangre dejada atr¨¢s? ?No nos rondan en esas noches en que hiperventilamos antes de tomarnos una pastilla? ?C¨®mo vivir humanamente en un tiempo no humano? ?Y c¨®mo aceptamos estar sometidos a la barbaridad de una vida no viva?

La Amazonia ha sobrevivido 50 millones de a?os a meteoritos y glaciaciones, pero en menos de 50 a?os est¨¢ amenazada por la acci¨®n del hombre

Hoy me parece que algo nuevo se impone, ¨ªntimamente relacionado con todo esto, con una concreci¨®n aplastante y un sentido de urgencia exponencial en todas las cuestiones de la existencia. Solo en ese sentido es algo fascinante. Ese algo es el cambio clim¨¢tico: un hecho a¨²n mucho m¨¢s expl¨ªcito en la mente de cient¨ªficos y ambientalistas que de la sociedad en general. La evidencia de que lo que posiblemente sea el mayor desaf¨ªo de toda la historia de la humanidad todav¨ªa no se haya convertido en la mayor preocupaci¨®n del llamado ¡°ciudadano normal¡± es una muestra no de su insignificancia en la vida cotidiana, sino, al contrario, la prueba de su enormidad en la vida cotidiana. Es tan grande, que nos vuelve ciegos y sordos.

En una entrevista reciente, publicada aqu¨ª como Di¨¢logos sobre el fin del mundo, el antrop¨®logo Eduardo Viveiros de Castro evoca al pensador alem¨¢n G¨¹nther Anders (1902-1992) para explicar esa alienaci¨®n. Anders afirmaba que el arma nuclear era la prueba de que algo hab¨ªa sucedido con la humanidad desde el momento en el que se mostr¨® incapaz de imaginar los efectos de lo que se volvi¨® capaz de hacer. Reproduzco aqu¨ª esa parte de la entrevista: ¡°Es una situaci¨®n antiut¨®pica. ?Qu¨¦ es un ut¨®pico? Un ut¨®pico es una persona que puede imaginar un mundo mejor pero no consigue realizarlo, no conoce los medios ni sabe c¨®mo. Y nosotros vamos al contrario. Somos capaces t¨¦cnicamente de hacer cosas que no somos capaces siquiera de imaginar. Sabemos hacer la bomba at¨®mica, pero no sabemos pensar la bomba at¨®mica. Gunther Anders utiliza una imagen interesante, la de que existe en biolog¨ªa esa idea de la percepci¨®n de fen¨®menos subliminales, por debajo de la l¨ªnea de percepci¨®n. Esa cosa tan bajita que oyes pero que no sabes que has o¨ªdo; o que ves pero que no sabes que has visto; como peque?as fluctuaciones de colores. Son fen¨®menos literalmente subliminales, que est¨¢n por debajo del l¨ªmite de su percepci¨®n. Nosotros, seg¨²n ¨¦l, ahora estamos creando algo que no exist¨ªa, lo supraliminal. O sea, tan grande que no consigues verlo ni imaginarlo. La crisis clim¨¢tica es una de esas cosas. ?C¨®mo vas a imaginar algo que depende de miles de par¨¢metros, que es un transatl¨¢ntico que navega y tiene una masa inercial gigantesca? La gente se queda paralizada, padece una especie de par¨¢lisis cognitiva¡±.

Si no queremos alcanzar el punto de no retorno, es necesario dejar de vivir en ¡®modo avi¨®n

El hecho de alienarse ¨Co como hacen algunos, llamarles ¡°ecopelmas¡± a aquellos que se?alan lo obvio, mal chiste y adem¨¢s viejo¨C no impide el deterioro acelerado del planeta ni el deterioro acelerado de la vida cotidiana e ¨ªntima de cada uno. Lo que quiero decir es que, como todos nuestros gritos existenciales, el hecho de negarlos no impide que hagan estragos dentro de nosotros mismos. Creo que el malestar contempor¨¢neo ¨Co el nuevo malestar de la civilizaci¨®n¨C hoy est¨¢ visceralmente ligado a lo que pasa con el planeta. Y ninguna investigaci¨®n del alma humana de este momento hist¨®rico, en cualquier campo del conocimiento, deber¨ªa dejar de analizar el impacto del cambio clim¨¢tico en curso.

En cierto modo, en la percepci¨®n popular del t¨¦rmino ¡°clima¡±, refiri¨¦ndose al estado del esp¨ªritu de un grupo o persona, hay tambi¨¦n un ¡°cambio clim¨¢tico¡±. Pese a que la mayor¨ªa no consiga designar su malestar, me temo que la fiera sin nombre va a abrir sus ojos dentro de nosotros en las noches oscuras, como un residuo de las pesadillas que tenemos solo cuando estamos despiertos. Es ese bicho interior que presiente, pese a tener miedo de sentir en el nivel m¨¢s consciente y empuja hacia dentro, por ignorancia y anestesia, todo lo que teme, en un esfuerzo casi conmovedor.Y la mayor prueba, de nuevo, es la inmensidad de la negaci¨®n, inclusive mediante el uso de drogas compradas en farmacias y ¡°autorizadas¡± por el m¨¦dico, la gran autoridad de este momento curioso en el que el concepto de enfermedad est¨¢ alterado.

S?o Paulo es, en Brasil, el escaparate m¨¢s impresionante de esa monumental alienaci¨®n. La mayor ciudad del pa¨ªs se est¨¢ convirtiendo desde hace a?os, d¨¦cadas, en un escenario dist¨®pico en el que las personas evolucionan lentamente entre coches y contaminaci¨®n, acorraladas y cada vez m¨¢s violentas en los m¨ªnimos actos del d¨ªa a d¨ªa. En el ¨²ltimo a?o, la sequ¨ªa y la crisis del agua han acentuado y acelerado el deterioro de la vida, pero ni el cambio clim¨¢tico ni todos los problemas socioambientales relacionados con ¨¦l han tenido impacto alguno, ni siquiera una m¨ªnima relevancia, en las elecciones estatales y principalmente en las presidenciales. Nada. La mayor¨ªa, incluyendo los gobernantes, no parecen percibir que la cat¨¢strofe paulista, que afecta a la capital y a otras ciudades del interior, est¨¢ ligada a la devastaci¨®n de la Amazonia. Ese llamado ¡°mundo como lo conocemos¡± vini¨¦ndose abajo y los zombis caminando por calles incompatibles con la vida sin que nadie se sobresalte. A pesar de eso, me atrevo a creer, ni siquiera por un momento dejan de angustiarse en su interior. La vida a¨²n se resiste dentro de nosotros, incluso en Zombilandia. Y ese malestar es lo que queda de humano en nuestros cuerpos.

?C¨®mo nos resignamos a vivir en un tiempo acelerado y no humano?

De un cient¨ªfico, Antonio Nobre, es un texto fundamental. Leer ¡°El futuro clim¨¢tico de la Amazonia¡± no es una opci¨®n. H¨¢gase un favor a s¨ª mismo y reserve una hora o dos del d¨ªa, el tiempo que dura una pel¨ªcula, entre en Internet y lea las 40 p¨¢ginas escritas en un lenguaje accesible que tiende puentes con diversos campos del conocimiento. Hay tramos de gran belleza sobre la mayor selva tropical del planeta, un territorio real y simb¨®lico sobre el que el criterio oficial ¨C en Brasil alimentado por la propaganda de la dictadura c¨ªvico militar ¨C bas¨® una idea de explotaci¨®n y nacionalismos que sigue vigente hoy solo por absoluto desconocimiento. Tambi¨¦n es por culpa de nuestra ignorancia por lo que el actual gobierno, reelegido para un mandato m¨¢s, realiza en la Amazonia su proyecto megal¨®mano de grandes hidroel¨¦ctricas con escasa resistencia, y que est¨¢ causando ahora, en este mismo momento, un desastre ambiental de proporciones inconmensurables en varios r¨ªos amaz¨®nicos y el etnocidio de los pueblos ind¨ªgenas de la cuenca del Xingu.

Antonio Nobre muestra c¨®mo una selva, con un papel insustituible en la regulaci¨®n del clima de Brasil y del planeta, en los ¨²ltimos 40 a?os ha sufrido una deforestaci¨®n de 762.979 kil¨®metros cuadrados: como tres Estados de S?o Paulo o dos Alemanias. O el equivalente a m¨¢s de 12 mil canchas de f¨²tbol deforestados cada d¨ªa, m¨¢s de 500 por hora, casi nueve por minuto. Sumando el ¨¢rea talada y el ¨¢rea degradada, alcanzamos la aterradora estimaci¨®n de que, hasta 2013, el 47% de la selva amaz¨®nica puede haber sido afectada directamente por una actividad humana desestabilizadora del clima. ¡°La selva sobrevivi¨® durante m¨¢s de 50 millones de a?os a volcanes, glaciaciones, meteoritos, deriva del continente¡±, escribe Nobre. ¡°Pero en menos de 50 a?os est¨¢ amenazada por la acci¨®n del hombre¡±. La Amazonia pone de relieve el momento de la Historia en el que la humanidad dej¨® de temer la cat¨¢strofe, para convertirse en cat¨¢strofe.

?C¨®mo es posible que est¨¦ sucediendo aqu¨ª y ahora e importe a tan pocos? Si no despertamos de nuestro sopor, nuestros hijos y nietos vivir¨¢n y morir¨¢n no con una Amazonia transformada en sabana, sino en desierto, con una gigantesca repercusi¨®n en el clima del planeta y en la vida de todas las especies. Para tener una idea de la magnitud de lo que estamos haciendo, por acci¨®n u omisi¨®n, por alienaci¨®n, anestesia o automatismo, aqu¨ª van algunos datos: un ¨¢rbol grande evapora m¨¢s de mil litros de agua al d¨ªa. Cada 24 horas, la selva amaz¨®nica lanza a la atmosfera, por transpiraci¨®n, 20 mil millones de toneladas de agua, o 20 billones de litros de agua. Para hacerse una idea comparativa, el R¨ªo Amazonas desagua en el Oc¨¦ano Atl¨¢ntico una cantidad menor: 17 mil millones de toneladas de agua al d¨ªa. No es preciso ser cient¨ªfico para imaginar lo que le ocurrir¨ªa al planeta sin la selva.

Nobre afirma que ya no basta con reducir a cero la deforestaci¨®n. Hemos alcanzado tal nivel de destrucci¨®n que es necesario regenerar la Amazonia. La selva no es el ¡°pulm¨®n del mundo¡± sino mucho m¨¢s que eso: es su coraz¨®n. No es una frase sobrepasada y manida, sino un hecho cient¨ªfico. El mundo, no solo Brasil, necesita comprometerse en esta lucha: el cient¨ªfico defiende que, si no queremos alcanzar el punto de no retorno, deber¨ªamos emprender ¨C ya, ahora mismo ¨C un esfuerzo de guerra que comenzase con una guerra contra la ignorancia. Hacer una campa?a tan fuerte y eficaz como aquella contra el tabaco. Eso, claro est¨¢, si queremos seguir viviendo.

En esta ¨¦poca de tanta conexi¨®n, en que la mayor¨ªa pasa casi todo el tiempo en vela conectado a Internet, existe una desconexi¨®n mortal con la realidad del planeta y de uno mismo. Como ciudadanos, la mayor¨ªa como mucho recicla su basura creyendo que ya hace un enorme esfuerzo, pero no se informa ni participa de los debates y de las decisiones de temas como el clima, la Amazonia y el medioambiente. En este y en otros sentidos, es como vivir en el ¡°modo avi¨®n¡± del m¨®vil. Un estar por la mitad, lo suficiente solo para cumplir con lo m¨ªnimo y no desvincularse por completo. Un contacto sin contacto, un toque que no toca ni se deja tocar. Un vivir sin vida.

Es necesario sentir malestar. Sentirlo y no silenciarlo de las diversas maneras que existen, incluida la medicaci¨®n. O como dice la pensadora estadounidense Donna Haraway: ¡°Es necesario vivir con miedo y alegr¨ªa¡±.

Solo el malestar puede salvarnos.

Eliane Brum es escritora, reportera y documentalista. Autora de los libros de no ficci¨®n: ¡°Coluna Prestes - O Avesso da Lenda¡±, ¡°A Vida que Ningu¨¦m v¨º¡±, ¡°O Olho da Rua¡±, ¡°A Menina Quebrada¡±, ¡°Meus Desacontecimentos¡±. Y de novela: ¡°Uma Duas¡±. Site: elianebrum.com Email:elianebrum.coluna@gmail.com Twitter: @brumelianebrum