La juventud cubano-americana abraza la reconciliaci¨®n entre ambos pa¨ªses
El 64% de los nacidos en EEUU apoya el deshielo frente al 38% de los oriundos de Cuba
En la casa familiar de Ra¨²l Moas en la Peque?a Habana de Miami, coraz¨®n de la comunidad cubano-americana en Estados Unidos, una botella del mejor champ¨¢n franc¨¦s aguarda a ser abierta desde hace d¨¦cadas. El anuncio del presidente Barack Obama, el d¨ªa 17, de que su pa¨ªs y Cuba van a iniciar la normalizaci¨®n de relaciones tras m¨¢s de medio siglo de enfrentamiento, no ha sido motivo suficiente para descorcharla.
¡°El Dom P¨¦rignon nunca se ha abierto porque esa botella es para cuando se caiga el sistema en Cuba. Mi familia siempre pens¨® que iba a haber un d¨ªa X de cambio. Y no va a ser as¨ª¡±, explica Moas, de 26 a?os.
Su propia familia encarna el gradual cambio generacional y pol¨ªtico que experimenta la comunidad integrada por los dos millones de cubano-americanos que viven en EE UU, m¨¢s de la mitad en Miami.
Los abuelos de Moas huyeron tras la llegada de Fidel Castro, en 1959, y siguen rechazando cualquier ¡°concesi¨®n¡± a La Habana. Los padres salieron de ni?os y crecieron en el seno del exilio m¨¢s radical de Miami, pero empiezan a apoyar cosas como los viajes a Cuba. Y luego est¨¢ Ra¨²l, nacido en EE UU y con m¨¢s curiosidad que complejos frente a la isla de sus or¨ªgenes.
Hace a?os que la Universidad Internacional de Florida (FIU) registra ese gradual cambio que en 2012 llev¨® a que Obama se hiciera con la mayor parte del voto de esta comunidad. Su ¨²ltima encuesta, en junio, constataba un mayor apoyo a una apertura de EE UU hacia Cuba entre los j¨®venes y los cubanos inmigrados en los ¨²ltimos a?os que entre sus mayores.
El primer sondeo tras el anuncio del restablecimiento de relaciones diplom¨¢ticas confirma la divisi¨®n generacional: el 64% de los nacidos en EE UU, como Ra¨²l Moas, apoya la normalizaci¨®n frente a un 38% entre quienes nacieron en la isla, seg¨²n la encuesta de Bendixen & Amandi.
Para Moas, su comunidad tiene dos opciones: ¡°Nos podemos quedar de brazos cruzados y protestando. O podemos decir ¡®Mira, el tren se est¨¢ moviendo, hay que montarse en el tren para ayudar a manejarlo¡¯. No sabemos a d¨®nde va, ni a qu¨¦ velocidad, pero hay que hacer algo¡±. Moas apuesta por la segunda opci¨®n. Dirige Ra¨ªces de Esperanza, una red de estudiantes y profesionales que apoya a j¨®venes cubanos ¡°para que ellos se conviertan en los autores de su propio futuro¡±.
All¨ª trabaja tambi¨¦n Natalia Mart¨ªnez, una psic¨®loga de 28 a?os que dej¨® Cuba con sus padres por motivos econ¨®micos en 1992. Ella sabe que, de no haber emigrado, hoy ser¨ªa uno de tantos j¨®venes en Cuba que anhelan un futuro con m¨¢s oportunidades de las que les puede ofrecer el r¨¦gimen castrista. Por ello trabaja por ayudar a los que, como tantos de sus amigos, se quedaron en la isla.
Mart¨ªnez afirma que en esa juventud ¡ªen ambas orillas¡ª est¨¢ la ra¨ªz de una reconciliaci¨®n esquiva durante d¨¦cadas. ¡°Los j¨®venes, tanto en Cuba como ac¨¢, no nos sentimos endeudados¡± con la historia que tanto ha marcado a los padres y abuelos. ¡°Sentimos que hay que respetar, que hay que tener una conversaci¨®n sobre el pasado¡±, explica. Pero ¡°para llegar al cambio hay que construir algo nuevo, no necesariamente seguir en el mismo ciclo de la conversaci¨®n de lo que ya ha pasado. Hay j¨®venes en Cuba y ac¨¢ que concuerdan en este tema. Dudo que tengamos opiniones iguales, pero estamos de acuerdo con esa narrativa de que hay que construir algo distinto, respetando el pasado pero construyendo algo que se mueva en el horizonte, que tenga otra direcci¨®n¡±, recalca.
Alejandro Barreras forma parte a sus 45 a?os de ese creciente grupo de inmigrados a partir de los noventa que tambi¨¦n respalda los cambios hacia la Cuba que ¨¦l abandon¨® a los 22 a?os. Combina su trabajo como dise?ador gr¨¢fico en Miami con CubaNow, una organizaci¨®n dedicada a ¡°inspirar una nueva conversaci¨®n acerca de las realidades que est¨¢n sucediendo en ambos lados del estrecho de la Florida¡±, en referencia a las reformas econ¨®micas implantadas por Ra¨²l Castro y la flexibilizaci¨®n de la pol¨ªtica hacia la isla por parte de Obama desde 2009.
¡°Hay resentimientos y dolores de ambos lados¡±, apunta Barreras. Bien lo sabe: su padre, que ¡°era muy creyente en la revoluci¨®n¡±, muri¨® sin volver a dirigirle la palabra desde que abandon¨® Cuba. ¡°La ¨²nica manera de que esos resentimientos no se resuelvan es mediante el aislamiento e ignorar que el otro existe¡±, afirma. ¡°No hay una soluci¨®n perfecta, pero mantener un statu quo que lo ¨²nico que hace es mantener al r¨¦gimen en Cuba no creo que tenga sentido para nadie¡±.
Barreras, Moas y Mart¨ªnez est¨¢n convencidos de que ese mensaje empieza a calar incluso entre los cubano-americanos m¨¢s intransigentes. ¡°Por muchos que vayan a protestar ante el Versailles [el restaurante de Miami donde se re¨²ne el exilio m¨¢s radical], nunca van a ser los 400.000 o m¨¢s que cada a?o viajan a Cuba¡±, apunta Barreras.
Pero todav¨ªa queda mucho camino por recorrer, reconocen. Mart¨ªnez se?ala: ¡°En realidad lo que ha pasado es un reset de cierta conversaci¨®n, ahora todav¨ªa nos falta tener esa conversaci¨®n¡±.
¡°La comunidad tiene una oportunidad ¨²nica, como no la hemos tenido en las ¨²ltimas cinco d¨¦cadas, de influir en el cambio en Cuba¡±, insiste Moas. ¡°Tenemos la opci¨®n de llenar el vac¨ªo que se ha creado, de llenar esos nuevos espacios con sociedad civil, con empresas privadas, con informaci¨®n, tecnolog¨ªa e intercambio. O nos podemos quedar ac¨¢ de brazos cruzados¡±.
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