La entrevista como reportaje (II)
Hay que estudiar el personaje, leer sobre su persona, informarse con quienes le conocen
En una primera entrega hablaba de la entrevista como subg¨¦nero del reportaje, puesto que es la visita del reportero a la realidad, pero centrada en una sola persona y su ambiente, y en esta segunda apropiaci¨®n del tema quisiera que vi¨¦semos su preparaci¨®n y construcci¨®n. Lo primero es lo primero: familiarizarse con el personaje, pero a?adir¨¦ que mis entrevistas han sido casi siempre de pol¨ªtica y en bastantes casos a no hispano-hablantes, lo que da una mayor latitud para expresar en castellano lo que nos han dicho, como corresponde a una traducci¨®n-versi¨®n, que no traici¨®n.
No se entrevista a quien no se conoce. Hay que estudiar el personaje, leer sobre su persona, informarse con quienes le conocen, normalmente periodistas del pa¨ªs, pr¨®ximos de quien se trate. De aqu¨ª que un periodista con agenda lo tiene m¨¢s f¨¢cil que el que va a pelo. Esa preparaci¨®n es necesaria no solo para preguntar adecuadamente, sino por cuestiones t¨¦cnicas: romper el hielo, demostrando al interesado que has hecho los deberes, que no caes por all¨ª solamente porque te lo han mandado; que vale la pena que se tome en serio los 45 o 50 minutos que suelen hacer falta para trabajar como es debido.
Las preguntas m¨¢s delicadas es mejor que queden para el final, cuando se haya creado algo parecido a un lazo funcional con la persona
Y en esa investigaci¨®n preliminar hay que buscar algo significativo que pueda agradar e incluso adormecer al personaje. Poco antes de que muriera asesinado entrevist¨¦ al primer ministro de la India, Rajiv Gandhi, hijo de Indira, y le sorprend¨ª pregunt¨¢ndole por el osito Biswa, que ten¨ªa en gran estima cuando era un ni?o interno en un colegio super-exclusivo de las estribaciones del Himalaya. Rajiv Gandhi, que era extremadamente t¨ªmido, se relaj¨® ya para toda la entrevista y por eso dijo una barbaridad: que el derribo por un misil norteamericano de un avi¨®n de pasajeros iran¨ª con m¨¢s de 100 muertos ¡ª¨¦l, como piloto comercial que hab¨ªa sido¡ª estaba seguro de que no pod¨ªa ser un error. Es la pregunta ganz¨²a que abre de par en par la entrevista, y que a veces se encuentra y otras, no.
Ni remotamente todas las preguntas son para publicar, sino que bastantes pretenden llevar pausadamente al entrevistado hacia donde convenga, crear una situaci¨®n de aparente complacencia, que puede romperse, sin embargo, cuando llegamos al meollo de la cuesti¨®n. Una docena de preguntas a las que se conteste con sentido e inter¨¦s suelen bastar, aunque es seguro que tendr¨¢s que hacer muchas m¨¢s. Las preguntas, tanto en la versi¨®n pregunta-respuesta como la novelada, romanceada como yo la llamo, pueden ser todo lo largas y explicativas como sea preciso, pero la publicaci¨®n debe ser escueta porque lo que importa es la respuesta, y excuso decir que no deben incluir, ni inducir, una respuesta determinada. Igualmente, una entrevista sin repreguntas es probable que cojee porque casi nada, si es m¨ªnimamente, trascendente queda claro en una primera tentativa, si bien que no lo publicaremos como repregunta, sino como una pregunta m¨¢s de la que la respuesta vendr¨¢ a ser¨¢ una s¨ªntesis de las diversas y fragmentarias contestaciones recibidas.
Puede haber un momento en que el periodista sonr¨ªa casi imperceptiblemente cuando ha o¨ªdo de boca del entrevistado el titular. Mi fot¨®grafo preferido, Ra¨²l Cancio, y yo nos mir¨¢bamos y sonre¨ªamos cuando eso pasaba, porque ya pod¨ªamos respirar tranquilos. Hab¨ªamos llegado a Itaca. En nuestro trato durante esos tres cuartos de hora no tratamos de ser simp¨¢ticos ni lo contrario con el personaje, mantenemos una actitud correcta pero profesional, no le damos la raz¨®n con vigorosos asentimientos de cabeza, ni nos mostramos despectivos por mucho que en nuestro fuero interior nos rebelemos contra lo que estamos oyendo, aunque es verdad que las excepciones existen y puede que convenga en alg¨²n caso mimar al entrevistado.
Ni remotamente todas las preguntas son para publicar, sino que bastantes pretenden llevar pausadamente al entrevistado hacia donde convenga
Las preguntas m¨¢s delicadas es mejor que queden para el final, cuando se haya creado algo parecido a un lazo funcional con la persona y lo esencial de la entrevista est¨¦ ya conseguido. Al primer ministro israel¨ª Sim¨®n Peres ten¨ªa que preguntarle inevitablemente por el asesinato de un alto dirigente de la OLP, que se hab¨ªa atribuido a su direcci¨®n, y cost¨® Dios y ayuda que no cortara la entrevista; y al presidente peruano Alberto Fujimori le pregunt¨¦, ya como despedida, qu¨¦ le evocaba la palabra Espa?a, a lo que contest¨®, impert¨¦rrito, ¡°saqueo, exterminio, destrucci¨®n¡±, tal como sali¨® publicado en EL PA?S. Carlos Casta?o, el mayor l¨ªder paramilitar que haya conocido Colombia, admiti¨®, tambi¨¦n sin enarcar una ceja, que los paras viv¨ªan del narco porque su misi¨®n superior, salvar a Colombia a¨²n contra su voluntad, no les permit¨ªa pasarse de pulcros. No hab¨ªa que correr el riesgo de que se frustrara el resto de la conversaci¨®n.
No pretendo ni pienso haber agotado el tema, por lo que alg¨²n d¨ªa podr¨ªamos seguir elaborando el discurso de c¨®mo entrevistar a personajes de alguna entidad internacional. Lo que aqu¨ª he querido reflejar es que este subg¨¦nero es una fabricaci¨®n a posteriori, de cuando escribimos, y que nunca puede ser una literalidad del di¨¢logo sostenido. Es una fabulaci¨®n que debe ser, sin embargo, enteramente veraz.
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