Leticia, la guerrillera
Herrera ha publicado `Guerrillera, mujer y comandante de la Revoluci¨®n Sandinista`, el testimonio acerca de su participaci¨®n en la lucha armada y del papel que en ella desempe?aron las mujeres.
Poco despu¨¦s de que anunciara en una rueda de prensa que hab¨ªa acabado con los sandinistas, el dictador nicarag¨¹ense Anastasio Somoza Debayle se fue a celebrar el acontecimiento a casa de uno de sus ministros. Brindaba en la fiesta con su c¨ªrculo m¨¢s cercano y con algunos empresarios estadounidenses cuando, de pronto, los miembros del ¡°Comando Juan Jos¨¦ Quezada¡± del Frente Sandinista de Liberaci¨®n Nacional (FSLN) irrumpieron con sus rifles en la residencia para hacer una demostraci¨®n de fuerza, obtener dinero y lograr la liberaci¨®n de sus compa?eros presos. Era diciembre de 1974 y, no sin dificultades, en las monta?as de Nicaragua segu¨ªa fragu¨¢ndose una revoluci¨®n a la que todav¨ªa le faltaba casi un lustro para triunfar.
Aquel Comando asaltante estaba formado por diez hombres y tres mujeres: Eleonora Rocha, Olga Avil¨¦s y Leticia Herrera. Cuatro d¨¦cadas despu¨¦s de aquel suceso, Herrera ha publicado Guerrillera, mujer y comandante de la Revoluci¨®n Sandinista (Icaria), el testimonio acerca de su participaci¨®n en la lucha armada y del papel que en ella desempe?aron las mujeres, algo que implica un doble combate. Contra el sistema que se quiere derrocar y contra el machismo de los compa?eros de grupo. ¡°A menudo, los hombres s¨®lo nos quer¨ªan para lavarles la ropa, atenderlos, hacer de correo y satisfacerlos sexualmente. Muchos nos acosaban. Pero nosotras nos esforz¨¢bamos por demostrar que val¨ªamos para otras cosas y que, adem¨¢s, ¨¦ramos m¨¢s democr¨¢ticas y organizativas que ellos. Algunos eran torpes, oportunistas y mezquinos y, con el tiempo, se volv¨ªan autoritarios y desp¨®ticos¡±, dice Leticia Herrera a quien, por hablar sobre aspectos poco conocidos del sandinismo, hace unos d¨ªas la han destituido de la Direcci¨®n de Resoluci¨®n Alterna de Conflictos (Dirac), perteneciente a la Corte Suprema de Justicia de Nicaragua (CSJ), pues en las p¨¢ginas de su libro responsabiliza a Francisco Rosales, actual magistrado de la CSJ, ¡°del fallecimiento del compa?ero Patricio Arg¨¹ello Ryan¡±, durante el intento del secuestro de un avi¨®n en Par¨ªs, cuyos pasajeros ser¨ªan canjeados por presos palestinos, ¡°por no explicarle los detalles que deb¨ªa tomar en cuenta para evitar imprevistos al cumplir su misi¨®n. Y por eso fue abatido.¡± Pero no quiere ahondar en su destituci¨®n. ¡°No estoy en condiciones de decir nada al respecto¡±, zanja sin m¨¢s.
"Yo s¨¦ que la lucha armada es una forma terrible, que algunos tuvimos que escoger porque se cerraron otras opciones en su momento¡±
Quiere que quede claro, en cambio, que ¡°en los movimientos armados hay obst¨¢culos y sacrificios. Para todos los que luchan, pero sobre todo para nosotras¡±, dice, 45 a?os despu¨¦s de haber ingresado al Frente, donde coincidi¨® con otras mujeres como Gladys B¨¢ez, actual diputada que durante la guerrilla fue varias veces violada y torturada; Doris Tijerino, que lleg¨® a ser jefa de la Polic¨ªa Nacional Sandinista; Norita Astorga, asesinada el D¨ªa Internacional de la Mujer de 1978; o Margarita Montealegre, apodada ¡°Martha Foto¡± por ocuparse m¨¢s de capturar las im¨¢genes que documentaron la Revoluci¨®n y no tanto por empu?ar el fusil.
Leticia Herrera S¨¢nchez ten¨ªa 14 a?os cuando form¨® una c¨¦lula socialista en el Instituto donde estudiaba. Hab¨ªa nacido el 11 de marzo de 1949 en Costa Rica, donde su padre, un sindicalista nicarag¨¹ense, tuvo que exiliarse debido a la persecuci¨®n somocista. Pas¨® su infancia entre constantes mudanzas y reuniones clandestinas. Por eso fue al colegio por primera vez cuando los chicos de su generaci¨®n ya hab¨ªan aprendido a leer, escribir, sumar y restar. ¡°Pero nunca sent¨ªa que perd¨ªa el tiempo. Mi padre, que para m¨ª era el modelo a seguir, me ense?aba cosas. Aprend¨ª a leer, por ejemplo, con el Manifiesto del Partido Comunista¡±, recuerda. Tiempo despu¨¦s, obtuvo una beca para estudiar en la Uni¨®n Sovi¨¦tica. En Mosc¨² conoci¨® a Ren¨¦ Tejada, miembro del FSLN y quien ser¨ªa el padre de su primer hijo. Plenamente convencidos, ambos (¡°y otros tres compa?eros que estaban ah¨ª¡±) decidieron volver a Nicaragua para hacer la Revoluci¨®n.
Pero para eso hab¨ªa que prepararse. As¨ª que antes de llegar a Managua se fueron a Palestina para recibir entrenamiento militar. Dorm¨ªan en cuevas y s¨®lo pod¨ªan asearse cada 15 d¨ªas. Adem¨¢s del manejo de armas, Leticia aprendi¨® a buscar pisos francos y a organizar la clandestinidad de sus compa?eros en las monta?as y en las ciudades. La ascendieron a comandante y fue responsable de los Comit¨¦s de Defensa Sandinista. Poco tiempo despu¨¦s de haber llegado a Nicaragua, qued¨® embarazada. Dio a luz a escondidas y le entreg¨® el bebe a su suegra. ¡°En el Frente no se pod¨ªa tener hijos. Tuve suerte de que no me obligaran a abortar. Pero, claro, no pod¨ªa qued¨¢rmelo. Volv¨ª a ver al ni?o cuando ya ten¨ªa siete a?os y¡ no me aceptaba como su madre. Me ve¨ªa como a una desconocida. Cost¨® mucho ganarme su cari?o¡±, cuenta.
Cuando Daniel Ortega, actual presidente del pa¨ªs centroamericano, sali¨® de la c¨¢rcel para integrarse de nuevo al Frente, Leticia Herrera, a quien llamaban ¡°Miriam¡± o ¡°Vichy¡± para proteger su identidad, fungi¨® como ¡°lazarillo¡± del comandante. ¡°Me encargu¨¦ de buscarle refugios seguros y, con intuici¨®n y vigilancia extrema, de evitar que un d¨ªa fuera a una casa que ten¨ªan rodeada. No hubiera sobrevivido.¡± Ortega y ella fueron pareja y tuvieron un hijo. Luego ¨¦l conoci¨® a Rosario Murillo, con quien vive actualmente. ¡°Por lo menos se hizo cargo de su hijo. A m¨ª, en cambio, no quiso ayudarme a conseguir trabajo en la asamblea Nacional cuando perdi¨® las elecciones en 1990¡±, puntualiza.
Con el triunfo del FSLN la mujer que aprendi¨® a leer con el Manifiesto del Partido Comunista fue apartada de las labores militares y se encarg¨® de las campa?as de alfabetizaci¨®n y salud del nuevo r¨¦gimen (¡°otra vez las mujeres relegadas a los segundos puestos¡±). Luego fue diputada. ¡°Tir¨¦ plomo en Nicaragua y arriesgu¨¦ la vida muchas veces. Sigo creyendo en las posibilidades del ser humano de transformar su realidad social, con lucha, con trabajo, con resistencia, con actitud consciente y cr¨ªtica, con articulaci¨®n de ideas transformadas en acciones, con organizaci¨®n y con el respeto a las distintas y variadas formas de lucha que escojan los seres humanos. Yo no niego ninguna forma de lucha. Yo s¨¦ que la lucha armada es una forma terrible, que algunos tuvimos que escoger porque se cerraron otras opciones en su momento¡±, dice en las memorias que ha venido a promocionar a Espa?a, unas memorias que, de momento, no se encuentran en las librer¨ªas de Nicaragua.
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