?Y si Judas no hubiese traicionado a Jes¨²s?
El escritor Amos Oz sostiene que Judas fue el mayor defensor del profeta de Nazaret
?Es cierto que el ap¨®stol Judas Iscariote traicion¨® a Jes¨²s y lo entreg¨® a las autoridades de Jerusal¨¦n por 30 monedas de plata? Eso es lo que hasta ahora ha defendido la Iglesia cat¨®lica apoy¨¢ndose en los textos evang¨¦licos.
?Y si en vez de un traidor hubiese sido, al rev¨¦s, el disc¨ªpulo m¨¢s fiel e ilustrado del Colegio Apost¨®lico, que, actuando como un esp¨ªa entre los otros disc¨ªpulos analfabetos acabara convirti¨¦ndose en su mayor defensor y devoto?
Amos Oz, en su obra Judas, que acaba de ser publicada en Brasil por Compa?¨ªa Das Letras, sostiene, apoyado tambi¨¦n en los textos evang¨¦licos, que Judas no s¨®lo no traicion¨® al Maestro sino que trat¨® de que se convirtiera en el gran triunfador tanto entre los desarrapados de las aldeas de Galilea como en Jerusal¨¦n, entre intelectuales y poderosos.
La original interpretaci¨®n de Judas por el escritor jud¨ªo, convencido propulsor del dialogo entre Israel y Palestina, puede acabar intrigando no solo a los cristianos, sino tambi¨¦n a los jud¨ªos, de quienes Jes¨²s de Nazaret era un hijo de Abraham, un jud¨ªo de los pies a la cabeza.
Hoy, Amos Oz vuelve a resucitar para sus lectores no s¨®lo a Jes¨²s, a qui¨¦n los jud¨ªos se niegan a considerar como un profeta, sino la de su ¡°traidor¡± Judas, una de las figuras de las que, despu¨¦s del Maestro, m¨¢s se ha escrito y especulado en estos 2.000 a?os de la era cristiana.
La tesis del escritor israel¨ª crea perplejidad primero entre los cristianos. Seg¨²n ella, Judas, quiz¨¢s el ¨²nico ap¨®stol no analfabeto, ni oriundo de la rural Galilea sino de la rica Judea, hab¨ªa sido enviado por las altas esferas religiosas del Templo para introducirse como esp¨ªa en el c¨ªrculo de aquel curioso predicador de un nuevo reino que hac¨ªa prodigios. Quer¨ªan saber si se trataba de algo m¨¢s que de un charlat¨¢n.
Judas, fascinado por la figura del profeta, acab¨® convirti¨¦ndose en su mejor devoto. Intelectual y ambicioso como era, prepar¨® un plan de victoria a lo grande para Jes¨²s.
El Maestro deber¨ªa, seg¨²n sus c¨¢lculos, ensanchar su c¨ªrculo de seguidores y deber¨ªa llegar hasta el coraz¨®n del poder que estaba en Jerusal¨¦n. All¨ª deber¨ªa revelarse como dios.
Amos Oz vuelve a resucitar para sus lectores no s¨®lo a Jes¨²s, a qui¨¦n los jud¨ªos se niegan a considerar como un profeta, sino la de su ¡°traidor¡± Judas
En vez de dar vista a los ciegos y echar demonios o curar paral¨ªticos, el profeta deber¨ªa hacer en Jerusal¨¦n el gran milagro que lo revelar¨ªa como el Mes¨ªas, el libertador de Israel, un dios en la tierra: vencer a la muerte.
Organiz¨® as¨ª las cosas para que fuera condenado y crucificado. Y en ese momento se librar¨ªa milagrosamente de la muerte a los ojos de los poderosos y de los humildes en v¨ªsperas de la Pascua.
Seg¨²n el escritor y novelista, no le fue f¨¢cil a Judas convencer a Jes¨²s de ir hasta Jerusal¨¦n donde era visto con hostilidad por los sacerdotes y autoridades romanas. Tem¨ªa que pudieran atentar contra su muerte. Jes¨²s no era un h¨¦roe que deseara ser m¨¢rtir. ¡°Si es posible, aleja de m¨ª este c¨¢liz¡±, dijo a sus disc¨ªpulos en la ?ltima Cena. No quer¨ªa ser sacrificado.
Para las autoridades de entonces Jes¨²s era, sin embargo, uno m¨¢s de los falsos profetas que aparec¨ªan cada d¨ªa con sus vaticinios. No ve¨ªan un motivo para condenarlo a muerte. Ello encuentra un eco en las palabras de Pilatos, cuando les dice a la muchedumbre azuzada para pedir la muerte del profeta: ¡°no veo culpa alguna en ¨¦l¡±. Y se hizo el remol¨®n antes de ceder a la injusta sentencia.
Parece una paradoja que sea Judas el ¨²nico de los disc¨ªpulos que habla de Jes¨²s como de un dios. Ni ¨¦l se consider¨® nunca tal. Se llamaba ¡°Hijo del hombre¡±, que en arameo significa simplemente ¡°hombre¡±. El ¨²nico Dios era su Padre del cielo al que se quej¨® cuando se vio abandonado en la cruz.
La historia de Judas traidor que entrega a Jes¨²s por unas monedas habr¨ªa sido creada por alguno de los evangelistas posteriores.
Seg¨²n Am¨®s Oz, Judas no necesitaba entregar a Jes¨²s porque ¨¦l nunca se hab¨ªa escondido, hablaba siempre en p¨²blico y era conocido por todos. Adem¨¢s, 30 monedas de plata no eran nada para ¨¦l, poseedor de bienes y fincas. Era el precio de la venta de un esclavo.
?Por qu¨¦ entonces Judas se ahorca despu¨¦s de haber visto a Jes¨²s expirar en la cruz? No por arrepentimiento, por haberlo traicionado, sino porque al verle morir como un crucificado m¨¢s, quej¨¢ndose a Dios de haberle abandonado, sin haber sido capaz de bajar milagrosamente de la cruz, se dio cuenta que su estrategia de victoria hab¨ªa fallado. Se sent¨ªa m¨¢s un derrotado que un traidor.
Y Judas, cuyos ojos horrorizados ve¨ªan c¨®mo el sentido y el objetivo de su vida se deshac¨ªa, Judas, que comprendi¨® que con sus propias manos hab¨ªa causado la muerte del hombre que amaba y admiraba, se fue de all¨ª y se ahorc¨®¡±, escribe Oz. Y a?ade: ¡°As¨ª muri¨® el primer cristiano. El ¨²ltimo cristiano. El ¨²nico cristiano¡±.
El escritor, que conoce muy bien los textos b¨ªblicos saca dos conclusiones importantes de esa original interpretaci¨®n: Jes¨²s no quer¨ªa fundar una Iglesia sino purificar el juda¨ªsmo de su visi¨®n estrecha y de los compromisos entre el Templo y el poder temporal: ¡°Dadle al C¨¦sar lo que es del C¨¦sar y a Dios lo que es de Dios¡±.
As¨ª, si los jud¨ªos de entonces hubiesen ¡°aceptado a Jes¨²s¡±, si le hubiesen escuchado en vez de perseguirle, quiz¨¢s no hubiese existido la posterior persecuci¨®n de los jud¨ªos que culmin¨® en el Holocausto, ya que al no haber sido creada, en su nombre, la nueva Iglesia cristiana, Jes¨²s no hubiese sido durante siglos presentado como culpable de que los cristianos odiasen a los ¡°p¨¦rfidos jud¨ªos¡±, que hab¨ªan matado a Jes¨²s, como se rezaba durante la Semana Santa hasta que aquel texto fue eliminado por el papa Juan XXIII.
Y la Iglesia actual, o no hubiese existido o hubiese sido totalmente diferente. As¨ª, Amos Oz con su audaz interpretaci¨®n que acompa?a paso a paso a su novela que plantea al mismo tiempo el tema existencial de la traici¨®n humana y su conflicto, aplicada al drama entre Israel y Palestina, est¨¢ dando la voz de alarma tanto en el mundo jud¨ªo como en el cristiano.
Un libro destinado no s¨®lo a ser saboreado como una joya literaria a las que nos tiene acostumbrados el gran escritor israel¨ª sino tambi¨¦n a despertar, tanto curiosidad como pol¨¦mica en las dos mayores religiones monote¨ªstas.
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