La causa del ecologista Jairo Mora agoniza en Costa Rica
El juicio por la muerte del conservacionista entra en su recta final La playa sigue expuesta al saqueo de huevos de tortuga
"Aqu¨ª uno ve lo que ve y se calla", dijo mirando hacia los lados un joven flaco y gre?udo. Teme a algo o a alguien. Pide que nadie cuente haberlo visto y vuelve a su choza entre el humedal que colinda con la playa inh¨®spita donde hace 18 meses mataron al conservacionista Jairo Mora, de 26 a?os, una noche en la que intentaba rescatar huevos de las enormes tortugas baula que llegan a playas del Caribe de Costa Rica.
El juicio por el asesinato de Mora est¨¢ en el tramo final. Quedan d¨ªas para que se conozca la sentencia sobre los siete acusados y la playa de Mo¨ªn, que toma el nombre del principal puerto de Costa Rica, a 11 kil¨®metros, estaba solitaria el pasado s¨¢bado, como casi siempre. El muchacho apenas acepta contar d¨®nde vive una tal Mar¨ªa que puede indicar el sitio donde Jairo muri¨® en junio del 2013 despu¨¦s de ser golpeado. ?l quer¨ªa rescatar los huevos de las tortugas baula para despu¨¦s liberar a los animales, y sus atacantes quer¨ªan llevarse los huevos para venderlos como afrodis¨ªacos y bajo la premisa de que son sabrosos. "Por all¨¢", se?ala con dejadez, y vuelve a lo suyo.
Ahora los saqueadores de huevos est¨¢n solos. Con Jairo cumplieron la amenaza de muerte y nadie m¨¢s sigui¨® haciendo el trabajo que ¨¦l lideraba con cooperantes extranjeros, con una ONG conservacionista y el apoyo de una familia que ahora solo tiene un refugio para aves y mam¨ªferos. Solo est¨¢ la playa gris, los cocoteros, el bosque y una l¨ªnea ferroviaria casi en desuso. En este mes de enero, ni siquiera llegan las tortugas; no es temporada.
Todos saben que esto es zona de narcotr¨¢fico. Hay alguna choza metida entre los ¨¢rboles y alg¨²n paseante valiente que aprovecha la luz del d¨ªa. Venir de noche acompa?ado de cuatro chicas, como hac¨ªa Jairo Mora para rescatar huevos reci¨¦n puestos, es un acto peligroso que nadie est¨¢ dispuesto a repetir. Nadie niega que algo de temerario ten¨ªa el joven de 26 a?os cuyo nombre dio la vuelta al mundo como s¨ªmbolo del ecologismo ¡ªy de sus riesgos en Am¨¦rica Latina¡ª en un pa¨ªs que hace bandera y negocio tur¨ªstico de esa causa.
Entre cocoteros est¨¢n los restos podridos de una casa. Es la que, seg¨²n las investigaciones policiales, sirvi¨® para que los sospechosos retuvieran a tres chicas norteamericanas y una veterinaria espa?ola mientras esa noche se encargaban de Mora, quien trabajaba para la organizaci¨®n Widecast, asociada con el refugio que regentaba una amiga suya llamada Vanessa Lizano. Widecast ya no tiene voluntarios dispuestos a vencer el miedo y Vanessa huy¨® a la capital con su hijo para evitar que alguien cumpliera la amenaza de muerte. La playa ahora no tiene patrullaje policial y est¨¢ lejos de convertirse en zona protegida, como pidieron los activistas en 2013 al calor del crimen de Mora.
?l quer¨ªa rescatar los huevos de las tortugas baula para despu¨¦s liberar a los animales y sus atacantes quer¨ªan llevarse los huevos para venderlos como afrodis¨ªacos
La presi¨®n pol¨ªtica se ha reducido y el Gobierno ha cambiado. Lo ¨²nico que preocupa a los saqueadores de huevos es que esta zona es parte del proyecto de ampliaci¨®n portuaria concesionado por el Estado a la empresa holandesa APM Terminals y eso ahuyentar¨¢ a las tortugas baula, prev¨¦ Bernal Lizano, padre de Vanessa y actual propietario del refugio de mam¨ªferos y aves. "Con las obras [que empiezan este a?o], las corrientes van a variar y eso se sumar¨¢ a la contaminaci¨®n s¨®nica. Ya no habr¨¢ tortuga baula en riesgo en esta playa porque van a dejar de llegar. Claro, es que vienen 1.000 millones de d¨®lares [monto anunciado de inversi¨®n de APM Terminals]", lamenta Bernal desde su refugio cerrado a cal y canto, con un rottweiler amarrado en la entrada.
"Quer¨ªamos que al menos la muerte de Jairo sirviera para algo", dice. La playa de 18 kil¨®metros est¨¢ a merced de los saqueadores de huevos, reconoce Didiher Chac¨®n, director de la organizaci¨®n Widecast, que abandon¨® la playa de Mo¨ªn, la de mayor presencia de tortugas baula en el Caribe costarricense, y ahora solo mantiene programas en otro pueblo cercano. Chac¨®n celebra la posibilidad de que condenen a los siete sospechosos, pero teme que el Estado salga impune a pesar de no haber cumplido con la vigilancia policial a quienes hac¨ªan un trabajo p¨²blico de conservaci¨®n en esta playa. Chac¨®n cree que la sentencia castigar¨¢ el asesinato como si se tratara de un asalto en cualquier calle, como uno m¨¢s de los 411 ocurridos en el a?o 2013 en Costa Rica, sin el reconocimiento del trabajo que ¨¦l hac¨ªa y de los riesgos que asumi¨® para ello. Teme que este no sea para la justicia un crimen ambiental. Con Jairo parece haber muerto tambi¨¦n su causa en la costa Caribe costarricense.
Una querella sin efecto y pruebas anuladas
La cara de Jairo Mora est¨¢ pintada en un graffiti en el parque de Lim¨®n, frente al peque?o malec¨®n con vista al mar Caribe. A dos cuadras est¨¢n los tribunales que en los inicios del juicio recib¨ªan a los activistas ambientales que se manifestaban para pedir justicia. Los siete imputados en el juicio por el asesinato del joven est¨¢n cerca de conocer su sentencia. Tres meses despu¨¦s del inicio de un juicio con abundantes complicaciones t¨¦cnicas y retrasos, se preparan las audiencias finales. Ya no llegan activistas del ambientalismo y los periodistas son menos que antes.
Los padres de Mora son asistentes fijos. Para cada audiencia viajan los 94 kil¨®metros desde el pueblo de Gandoca (Caribe sur), donde su hijo aprendi¨® a amar a los animales. Los padres han ido perdiendo el ¨¢nimo. Primero qued¨® sin efecto la querella civil que exig¨ªa al Estado 300 millones de colones de indemnizaci¨®n (cerca de 555.000 d¨®lares). Despu¨¦s han visto c¨®mo los jueces descartan pruebas que resultaban clave para inculpar a los sospechosos, como los audios de intervenciones telef¨®nicas grabados por los investigadores. Los acusados, para los que se piden 35 a?os de c¨¢rcel, son j¨®venes de un grupo al que se le atribuyen otros delitos en la zona, aunque no directamente se les relaciona con el robo de huevos de tortuga. Seg¨²n la acusaci¨®n, s¨ª manifestaron su intenci¨®n de vengarse de Mora por su trabajo.
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