La quiebra de un tab¨² del viejo catolicismo
Francisco ha defendido una forma m¨¢s moderna de paternidad responsable. Los cristianos no deben ¡°imitar a los conejos¡±
El papa Francisco nos est¨¢ acostumbrando al asombro. Algunos tab¨²s del viejo catolicismo empiezan a quebrarse entre sus manos.
El ¨²ltimo y no menor es su postura sobre la paternidad responsable, una especie de dogma sagrado porque entra?a una revisi¨®n del uso de la sexualidad, ese s¨ª, el mayor tab¨² de la Iglesia heredado del mis¨®gino ap¨®stol Pablo de Tarso, que alej¨® a la mujer, objeto de tentaci¨®n sexual, del poder de la Iglesia. La nueva sorpresa de Francisco ha sido la defensa de una forma nueva y m¨¢s moderna de paternidad responsable. Simplemente, los cristianos no deben, ha dicho, ¡°imitar a los conejos¡±, es decir, engendrar hijos siguiendo el curso de la naturaleza.
La Iglesia, en efecto, ha defendido siempre, como doctrina moral, que el ejercicio de la sexualidad debe ser realizado s¨®lo en funci¨®n de la procreaci¨®n. Ello conllevaba el concepto de que paternidad responsable era aquella que aceptaba cuantos hijos Dios te daba.
Interrumpir ese ciclo natural de la procreaci¨®n por cualquier medio artificial supon¨ªa una quiebra de la moral cat¨®lica. Cualquier uso de la sexualidad fuera de la procreaci¨®n era simplemente pecado.
La defensa de la familia y de la familia tradicional como el eje de la vida cristiana ha estado revestida en la Iglesia oficial como la viga maestra de la virtud. R¨ªos de documentos y enc¨ªclicas se han ido amontonando en los archivos de la Iglesia a favor de la familia numerosa y han llenado las plazas del mundo de cat¨®licos fan¨¢ticos en la defensa de la misma.
La afirmaci¨®n bien gr¨¢fica de Francisco de que, al rev¨¦s, la paternidad responsable supone no actuar en la procreaci¨®n como ciertos animales prol¨ªficos supone un giro copernicano. La Iglesia ha sido tantas veces reacia a confrontarse con la realidad de la modernidad, con la vida concreta de las personas en cada momento hist¨®rico.
Si, en efecto, en una sociedad rural una familia numerosa pod¨ªa ser una ventaja porque eran m¨¢s manos para labrar la tierra y recoger sus frutos, en la sociedad industrial primero y ahora tecnol¨®gica, donde la ¨²nica herencia que se puede dejar a un hijo es el conocimiento y no un pedazo de tierra, el concepto de paternidad es justo que cambie.
El Papa jesuita ha tenido el coraje de tocar ese nervio en carne viva de la Iglesia que no dejar¨¢ de levantar pol¨¦mica entre los cat¨®licos m¨¢s conservadores.
Es el primer paso. Para ser consecuente con esa quiebra del viejo tab¨² de la familia, ahora el papa Francisco deber¨ªa dar el segundo paso, permitir la interrupci¨®n responsable de la paternidad.
Si la limitaci¨®n del n¨²mero de hijos se debiera limitar para los cat¨®licos en la simple continencia de los c¨®nyuges, la quiebra de ese nuevo tab¨² se quedar¨ªa a medio camino.
Te¨®ricamente, la doctrina de la Iglesia nunca fue contra la ciencia y hoy mismo se sirve de ella y de las tecnolog¨ªas m¨¢s modernas para difundir sus mensajes y ense?anzas. ?Por qu¨¦ no aceptar los mecanismos de control de la natalidad que hoy ofrece la ciencia?
Sin ir m¨¢s lejos, ya el Concilio Vaticano II hab¨ªa abierto una ventana en el delicado tema de la finalidad del ejercicio de la sexualidad humana. Por primera vez en un documento conciliar se defendi¨®, aunque con ciertas reservas introducidas por los obispos m¨¢s conservadores, que la sexualidad, adem¨¢s de ser un instrumento para la procreaci¨®n, deber¨ªa ser un nuevo lenguaje entre las personas.
Es posible que una vez m¨¢s el papa Francisco sea acusado de ser mejor periodista que te¨®logo o, como he visto escrito en un diario italiano, un Papa ¡°m¨¢s de Twitter que de enc¨ªclicas¡±. En efecto, los mayores asombros producidos por Francisco no se encuentran en ning¨²n documento sesudo a los que nos ten¨ªan acostumbrados los Papas del pasado.
El Papa que ha desafiado el poder de la Curia lanza sus provocaciones en sus encuentros con los periodistas, en sus entrevistas a la prensa o cuando improvisa en sus encuentros de masas.
Fue as¨ª cuando hizo que recorriera el mundo su famosa afirmaci¨®n conversando con los periodistas en un avi¨®n ¡°?Qui¨¦n soy yo para juzgar a los homosexuales?¡±. O cuando, esta vez escandalizando a no pocos, comentando la tragedia de los periodistas de la revista sat¨ªrica francesa Charlie Hebdo, lanz¨® su provocaci¨®n de que si alguien insulta a su madre es muy posible que reciba un pu?etazo. O cuando, improvisando en Filipinas, a una ni?a que le pregunt¨® por qu¨¦ Dios permite que los ni?os caigan en la prostituci¨®n y en la droga, le respondi¨® abraz¨¢ndola: ¡°Esa es la ¨²nica pregunta que no tiene respuesta¡±.
Y fue en ese momento cuando volvi¨® a provocar al mundo de los satisfechos. Dijo que hoy en el mundo s¨®lo ¡°saben llorar los pobres y los que sufren¡±, no aquellos a los que la vida les ha privilegiado.
Ahora, de nuevo en un avi¨®n, y conversando con los periodistas, sin pretensiones teol¨®gicas, pero capaz de levantar una nueva polvareda en la Iglesia, pide a los cat¨®licos que se conformen al m¨¢ximo con tres hijos.
?Cu¨¢l ser¨¢ la pr¨®xima provocaci¨®n a las petrificadas doctrinas de la Iglesia incapaz de dialogar con los problemas nuevos de la humanidad?
Podr¨ªa ser la explicaci¨®n de c¨®mo hacer que, en la pr¨¢ctica, sin negar el don del ejercicio de la sexualidad entre los casados, los cristianos puedan ser padres y madres responsables sin la necesidad de imitar a los conejos.
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