?T¨² otra vez, Grecia?
Con su apuesta por Syriza, el pa¨ªs vuelve a despertar los recelos internacionales
El 4 de junio de 2006 un helic¨®ptero aterriz¨® en la c¨¢rcel de Korydallos, cerca de Atenas. Los guardias creyeron que se trataba de una visita rutinaria de inspectores: les falt¨® estirar la alfombra. Pero el helic¨®ptero estaba pilotado por Nikos Paleokostas, hermano de Vassilis Paleokostas, el criminal m¨¢s famoso de Grecia: atracaba bancos y secuestraba ricos para redistribuir el bot¨ªn dejando tras de s¨ª, a modo de burla a la polic¨ªa, un rastro de monedas que recog¨ªan los ciudadanos borrando sus huellas. Paleokostas se subi¨® al helic¨®ptero junto a un delincuente alban¨¦s, Alket Rizai, y se march¨® por los aires.
El pasado domingo, d¨ªa de terremoto electoral en Europa, un hombre se despert¨® a las ocho en un piso de Korydallos, cerca de la prisi¨®n. Este hombre, llamado Paraskevas, dio de comer a su beb¨¦, tom¨® un caf¨¦, se duch¨® y atendi¨® al cr¨ªo hasta que se fue al trabajo. Cogi¨® un autob¨²s con su mejor amigo (en teor¨ªa el transporte p¨²blico cuesta dinero, pero en la pr¨¢ctica se paga de forma voluntaria; si te detectan hay multa, pero pocos terminan pag¨¢ndola) y se fue al puerto del Pireo. Paraskevas, cristiano ortodoxo, vive de vender la mercanc¨ªa robada del puerto de Atenas que le coloca un contacto chino. All¨ª vende tel¨¦fonos, colonias, ropa y gafas de sol. Insiste, molesta, habla por los codos.
A Paraskevas le import¨® el d¨ªa de las elecciones lo mismo que el resultado: nada. Su rutina no vari¨®. Paraskevas es gitano, analfabeto y delincuente. No s¨®lo eso: para colmo deber¨ªa ser griego, pero ni siquiera le dejan. A los 12 a?os se enamor¨® de una gitana de ocho. Acabaron cas¨¢ndose por su rito y se fueron a vivir juntos. Tienen un hijo sin nombre que bautizar¨¢n cuando puedan. Paraskevas no paga a la polic¨ªa para que le dejen tranquilo porque dice que s¨®lo pagan los narcos, y teme m¨¢s a los agentes que a los nazis de Amanecer Dorado. ¡°Los adoradores de Hitler han pegado a amigos paquistan¨ªes porque dicen que vienen a robar trabajo, ?qu¨¦ trabajo van a robar inmigrantes sin techo? Pero la polic¨ªa me puede encerrar, me puede dejar sin trabajo. Tengo m¨¢s problemas con ellos¡±.
Por Paraskevas no pasa el cambio que ha conmocionado Europa. Dice que ni Samar¨¢s ni Tsipras ir¨¢n a su casa a ayudarle. A su mujer la echaron del trabajo de cajera en un supermercado por quedarse embarazada. En unos d¨ªas, si no gana suficiente, volver¨¢n a cortarle la luz. Se pregunta c¨®mo va a haber solidaridad en Grecia si todo el mundo ¡°est¨¢ jodido¡±. Lleva semanas sin comer carne. La camarera trae un enorme plato de quesos y nueces. Paraskevas, violentado, ni lo toca: acaba la cerveza y se va.
En el puerto del Pireo, entre ferrys que viajan a las islas griegas (en Grecia los armadores no pagan impuestos sobre sus beneficios sino uno fijo y ventajoso; los otros millonarios s¨ª, en teor¨ªa, pero en la pr¨¢ctica tienen el dinero fuera) est¨¢ uno de los rascacielos m¨¢s altos de Atenas, la Torre Pireo. Es un edificio irresistible: mide 84 metros, fue construido en los 70 y abandonado 10 a?os despu¨¦s por defectos de construcci¨®n. En 2010 se hizo un concurso para rehabilitarlo: entre las propuestas destac¨® una que pretend¨ªa cubrirlo con una gran cascada para que el agua hiciese de fachada y otra que rodease el edificio de viento, con terminaciones met¨¢licas a modo de hojas que provocasen ¡°sonidos relajantes¡±. Gan¨® la segunda, pero no se hizo nada. Los ¨²nicos que le dieron uso a uno de los mamotretos m¨¢s caros de Atenas fueron los comunistas del KKE, que recibieron a una fragata americana desplegando un cartel que cubri¨® medio edificio: ¡°NATO Killers Go Home¡±. En los ¨²ltimos tiempos un particular ha abierto en uno de sus locales un albergue para necesitados por iniciativa propia, como informa Andr¨¦s Mourenza.
El KKE es el partido m¨¢s grande de Grecia. Un 5% de griegos son militantes comunistas, los ¨²nicos que les votan. Fuera del KKE no hay nada, s¨®lo agencias al servicio del capitalismo burgu¨¦s. Cualquier paso es sospechoso de revisionismo, como le ech¨® en cara la abuela de Tina Voreadi, de 92 a?os, a la chica cuando ¨¦sta le habl¨® de Syriza. Entre sus propuestas est¨¢ la de salir pitando de la UE y defender la familia como la uni¨®n del hombre y la mujer, sin exotismos ni moderneces. Hibai Arbide, un abogado vasco residente en Atenas, describe el reciente problema del KKE: han tenido una escisi¨®n que se llama KKE-ML y otra que se llama ML-KKE. Estas escisiones pactaron y se presentaron juntas a las elecciones como KKE-ML-ML-KKE. Arbide cuenta la an¨¦cdota de la hija de unos militantes: la primera vez que asisti¨® a una procesi¨®n religiosa, con todo el mundo ordenado y en fila, la ni?a se puso a cantar lemas pol¨ªticos. No hay opini¨®n propia en el m¨¢s ortodoxo de los comunismos europeos: la palabra la tiene el partido. A Hibai Arbide le recuerda una hist¨®rica frase de Dolores Ibarruri, Pasionaria, a Jorge Sempr¨²n: ¡°Jorge, tengo que hacerte una autocr¨ªtica¡±.
En el tramo que va desde la Polit¨¦cnica y la plaza Exarchia est¨¢ la ¨²ltima biograf¨ªa del pa¨ªs, que no empieza en el rescate sino antes, en los disturbios de 2008 iniciados por cientos de anarquistas que terminaron como revuelta generacional tras la muerte de Alexandros Grigoropoulos, de 16 a?os, a disparos de la polic¨ªa. Ardieron bancos, comercios y hubo centenares de heridos. Las batallas se reprodujeron en 2010 (tres hombres murieron asfixiados tras el ataque de manifestantes a una sucursal) y 2012. Si en Atenas est¨¢ todo pasado por el espray del graffiti, hasta los gigantescos trenes cinematogr¨¢ficos que vienen de Tesal¨®nica en los que resulta imposible ver su color original, en Exarchia el graffiti es la primera piel, su huella dactilar. En el suelo hay tramos de asfalto quemados como costurones en los que cualquier estudiante izquierdista reconoce una historia personal, como si fuese una cicatriz de guerra.
La Universidad Polit¨¦cnica de Atenas es la depositaria de la nueva mitolog¨ªa griega, de espaldas a dioses y leyendas. El 17 de noviembre de 1973 un tanque derrib¨® la verja del centro con varios alumnos debajo y le siguieron dos carros de combate m¨¢s, sofocando una concentraci¨®n de 4.000 opositores a la dictadura. Nunca se aclararon las cifras reales de muertos, que oscilan entre 40 y 90. En Exarchia cualquier rinc¨®n evoca una batalla. Y sin embargo, en un pa¨ªs en el que un sacerdote lleg¨® a bendecir c¨®cteles molotov en la regi¨®n de Skouries, s¨®lo una vez alguien con suficiente fuerza lleg¨® a estampar uno de estos explosivos en las paredes del Parlamento griego en Syntagma: no fue por la muerte de un correligionario, ni por los recortes, ni por el en¨¦simo caso de corrupci¨®n. Tal exhibici¨®n de rabia se produjo despu¨¦s de una final de baloncesto.
El fot¨®grafo Alexandros Mavropoulos que se sube al metro en la plaza Omonia, el taxista Yorgos Kasdovasilis y el agente Ilias, que patrulla por la zona comercial de Atenas tomada por los gallegos de Inditex, tienen algo en com¨²n: el komboloi. Es un complemento masculino semejante a un rosario que se lleva jugando entre las manos. Lo usan miles de griegos, especialmente en el interior. Antes funcionaba como s¨ªmbolo de virilidad, un aval de macho, aunque poco a poco ha perdido su significado. A veces, en estancias cerradas, s¨®lo se escucha el choque de las cuentas, y es como el crujido de la ansiedad griega. Es una ansiedad original, casi en sordina, producto del desencanto y no del estr¨¦s. Los griegos se han acostumbrado a vivir en un pa¨ªs en el que la teor¨ªa dicta unas cosas y la pr¨¢ctica otras. Han votado a un l¨ªder que quiere acabar con eso y dotar a Grecia de sentido real de naci¨®n, no puramente ficticio, y para ello ha prometido no poner en pr¨¢ctica algo que en teor¨ªa hab¨ªa sido acordado: el pago de la deuda.
Hace cinco a?os el d¨¦ficit griego era de un 3,7%, pero en la pr¨¢ctica result¨® ser de un 12,7%. Para asesorar al Gobierno sobre c¨®mo disfrazar los n¨²meros Goldman Sachs cont¨® en teor¨ªa con su responsable en Europa Mario Draghi, pero Mario Draghi es hoy cabeza visible de la troika que pide cuentas del enga?o. En teor¨ªa hay mucho del inestable y tramposo car¨¢cter del Sur en la crisis griega, seg¨²n el Norte, pero la gran denuncia de corrupci¨®n de los ¨²ltimos a?os se dirigi¨® contra la alemana Siemens, acusada de sobornar con 100 millones de d¨®lares al Gobierno griego. Hasta el ¨²ltimo ateniense sab¨ªa que el responsable de Marina, si el pacto era con ANEL, pertenecer¨ªa a quien ya hab¨ªa llevado unos a?os antes este departamento responsable del ingente negocio de los ferrys, el derechista Panos Kamenos, pero Kamenos ha terminado de ministro de Defensa, logrando en dos d¨ªas avivar el eterno conflicto territorial con Turqu¨ªa por unos islotes bajo cuyas aguas hay una enorme bolsa de gas.
En teor¨ªa el voto es obligatorio y se conceden dos d¨ªas de permiso, pero la participaci¨®n fue del 63,87%. El Estado es una empresa p¨²blica, pero en la pr¨¢ctica act¨²a como una empresa privada a capricho de los tramos liberados del rescate contratando a funcionarios sin vacaciones pagadas, avisando con dos d¨ªas de antelaci¨®n y abonando las n¨®minas con retraso.
Como Paraskevas, como Nikos, cantante de m¨²sica tradicional, y Helena, canguro, que han montado un bar que se abastece del personal de la imprenta y del burdel del barrio, en el que las chicas se asoman semidesnudas y huyen por una gatera si el cliente quiere beber; como Friksos, encargado del comedor social de Sofokleous en el que reparte m¨¢s de mil raciones al d¨ªa, y como Christopher, que acaba de comprar hero¨ªna y dice al turista d¨®nde conseguir mientras la guarda en el calcet¨ªn, y avisa del peligro de la shisha, la coca de los pobres, cuyos efectos duran 12 horas y ha provocado un aumento de las agresiones sexuales; como los que escuchan arrobados en Monastiraki a un grupo dominicano cantando en la ma?ana electoral ¡°B¨¦same, b¨¦same mucho / que tengo miedo a tenerte / perderte despu¨¦s¡± mientras una pareja sale a bailar, y luego otra, y se queda un d¨ªa fant¨¢stico; como todos ellos, en definitiva, son muchos los griegos que dicen que Alexis Tsipras no va a ir a sus casas a llenarles la nevera, como si eso fuese parte de un pacto olvidado, pero que con ¨¦l Grecia tiene una carta intacta, la ¨²ltima de todas si quiere dejar encendida la ¨²ltima lucecita interior que nadie se atreve a apagar a¨²n.
Despu¨¦s de conocer su victoria, el l¨ªder griego llen¨® la plaza de la Academia en una noche hist¨®rica; al terminar, la multitud se disolvi¨® sin un c¨¢ntico general y se fue para sus casas salvo los franceses, los italianos o los espa?oles, que celebraron el triunfo como origen de una revoluci¨®n. Entre ellos dos mujeres, Mercedes y Carmen, de Valladolid y Barcelona, la primera de Podemos y la segunda de Esquerra, que hicieron la maleta el viernes para ver en directo el cambio. ¡°Queremos estar aqu¨ª, contarlo en el futuro¡±. Esa noche fue f¨¢cil diferenciar la alegr¨ªa de quien ten¨ªa billete de vuelta y la alegr¨ªa de quien no.
Indro Montanelli defiende que la historia de los griegos, a diferencia de la historia de Roma, es una historia de hombres m¨¢s que la historia de un pueblo. La de George Moraitis, que conduce en silencio su taxi de madrugada, es la historia de su pa¨ªs: se hizo cargo de una licencia que no puede pagar si quiere seguir viviendo. Habla y habla de ¡°Polemos¡±, y aprovechando un sem¨¢foro en rojo garabatea en un papel ¡°Polemos¡± en caracteres griegos con gesto de preocupaci¨®n: la palabra significa ¡°guerra¡±. El cliente le saca del apuro: es Podemos.
¡ªSoy George, como Soros, pero ¨¦l no tiene mi taxi, dice al despedirse.
Cuando es noche cerrada s¨®lo se ve arriba, en la colina, la luz de la Acr¨®polis velando la ciudad y las ruinas del Parten¨®n, que en un pa¨ªs lleno de edificios vac¨ªos y comercios cerrados son las ruinas m¨¢s modernas de Grecia. All¨ª, un lugar en teor¨ªa a salvo del asalto de los b¨¢rbaros, un turista ¨¢rabe se hizo el martes una foto con un palo de selfies.
Tras detener a Vasilis Paleokostas despu¨¦s de su huida en helic¨®ptero ante las narices de los agentes, el Gobierno se felicit¨®: la rapidez de la captura del criminal m¨¢s buscado era necesaria para el prestigio del pa¨ªs. Paleokostas, convertido en h¨¦roe popular y Robin Hood, hab¨ªa sido atrapado dos a?os despu¨¦s de su fuga y enviado a la misma prisi¨®n, donde volvi¨® a encontrarse con Alket Rizai.
Meses despu¨¦s las televisiones interrumpieron su programaci¨®n para dar una noticia que oblig¨® a los griegos a frotarse los ojos: en la c¨¢rcel de Korydalos hab¨ªa aterrizado un helic¨®ptero, se subieron de nuevo los dos criminales y se marcharon dejando un atronadora ovaci¨®n de todos los presos. El dibujante Andreas Petroulakis hizo una vi?eta en la que Paleokostas, a¨²n a poca altura, saca medio cuerpo del helic¨®ptero y le dice a un vigilante (¡°you again Paleokostas?¡±) que en la mesa de su celda, en el segundo caj¨®n, se dej¨® una cartera y un mechero. Que se los acerque.
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