Grecia en la batalla
La amenaza es el auge de una extrema derecha que prospera en toda Europa
Lo que est¨¢ en juego en la batalla entre Grecia y la pareja Alemania-Banco Central es nada menos que una cierta manera de concebir el devenir del continente europeo. El panorama actual est¨¢ muy claro. El problema no es ahora estrictamente econ¨®mico, sino irremediablemente pol¨ªtico y cultural. Es el desenlace de una orientaci¨®n elegida con el Tratado de Maastricht, que top¨® de frente con la crisis mundial de 2008 y se hundi¨® en las estrategias de austeridad puestas en marcha bajo la batuta de Alemania. Todo estriba en una sola imposici¨®n: el modelo econ¨®mico ultraliberal elegido para la creaci¨®n del euro era err¨®neo, pues no preve¨ªa, entre otros graves defectos, ni la posibilidad de modificaci¨®n de los tratados monetarios ni la salida de un socio y su posible reintegraci¨®n ni la existencia de una autoridad pol¨ªtica que pudiera, tal y como lo hace la Reserva Federal en EE?UU, orientar la pol¨ªtica monetaria, y menos a¨²n la necesaria articulaci¨®n de la pol¨ªtica de estabilidad monetaria defendida por la Comisi¨®n de Bruselas, con una estrategia de crecimiento a escala europea para solucionar los problemas humanos y sociales de los europeos. M¨¢s: la ¨²nica v¨ªa prevista para los pa¨ªses en situaci¨®n de crisis es bien someterse aceptando planes de austeridad que destrozan su tejido humano, sacrificando una generaci¨®n entera, bien declararse en quiebra y caer en la tormenta de los mercados asesinos.
Alemania defiende hoy, con otros aliados, esa ¨²ltima postura. Los griegos, que han elegido a Syriza no para provocar una revoluci¨®n comunista sino ¨²nicamente ¡ªs¨ª, ?¨²nicamente!¡ª para sacarlos del infierno de los planes de rescate, est¨¢n hoy entre la espada y la pared: si se someten a la ofensiva germano-bancocentralista, su voto no habr¨ªa servido para nada; en caso contrario, est¨¢ claro que tendr¨¢n que pensar muy seriamente en ponerse de lado de la zona euro y afrontar el terremoto de las consecuencias de tal decisi¨®n. Tendr¨¢n que ver si, como lo dec¨ªa el fil¨®sofo norteamericano Bradley, ¡°donde todo est¨¢ mal, a veces bien vale experimentar lo peor¡±. Por supuesto, se trata de un gran regateo, no estamos todav¨ªa en lo peor: la tradici¨®n ret¨®rica de los griegos empuja a negociar hasta el ¨²ltimo momento, y probablemente habr¨¢ concesiones para aliviar moment¨¢neamente los sufrimientos del pueblo. Sin embargo, la cuesti¨®n para los due?os de Europa es empezar a entender que pa¨ªses como Francia, Italia, Grecia saben que no pueden seguir imponiendo pol¨ªticas socialmente devastadoras pues lo que amenaza, m¨¢s all¨¢ del mal llamado populismo, es el auge por toda Europa de una extrema derecha que est¨¢ prosperando sobre el esti¨¦rcol de la pol¨ªtica de austeridad. Los griegos son evidentemente responsables de la situaci¨®n en la que se metieron, pero la Uni¨®n Europea no es el consejo de administraci¨®n de un banco, es un proyecto humano y cultural, y la solidaridad con el pueblo griego en dificultad es tambi¨¦n leg¨ªtima.
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