Cuatro reglas y tres leyes
Las informaciones han de ser necesariamente unitarias y completas
En esta serie bimensual de art¨ªculos sobre lengua y periodismo me he referido ya, aunque a salto de mata, a lo que llamo automatizaciones, incorporaci¨®n al trabajo profesional de comportamientos, reacciones, y formas de actuar sin las cuales la fabricaci¨®n del texto sufre menoscabo. Y quiero hacer aqu¨ª una sistematizaci¨®n de todo ello porque entiendo que, vistas en conjunto, estas cuatro reglas y tres leyes, constituyen el m¨ªnimo com¨²n denominador del periodista.
Las reglas. 1. Las informaciones han de ser necesariamente unitarias. 2. Y completas. Deben procurar. 3. Personalizaci¨®n. Y 4. Visualizaci¨®n.
? 1. Unitarias. Se trata siempre de un solo asunto, que tiene facetas, caras de un poliedro, pero que han de componer un todo. Cuando nos diseminamos en cuestiones diferentes, hacemos varios textos en uno, lo que perjudica gravemente a su coherencia interna, causando en el lector alguna incomodidad o desconcierto.
Hay que contar la acci¨®n de forma que el lector la est¨¦ viendo lo m¨¢s aproximado posible a como la vimos al hacer la informaci¨®n
? 2. Completas. A las informaciones no puede faltarles nada, tanto si son de p¨¢gina entera, como un breve. Ese objetivo se lograr¨¢ coloc¨¢ndose a distancia diversa del objeto sobre el que se narra. El reportaje de p¨¢gina entera sobre la II Guerra ser¨¢ un compendio de historia y vivencia, para el que se elegir¨¢n puntos esenciales para decir sobre cada uno de ellos lo imprescindible. Y el breve corresponder¨¢ a una contemplaci¨®n a vista de p¨¢jaro del conflicto: contendientes, vencedores, fechas y n¨²mero de muertes.
? 3. Personalizaci¨®n. Todas las historias necesitan actores, uno o varios, as¨ª como que de ellos se haga una caracterizaci¨®n funcional. La edad, el sexo, la profesi¨®n, el atuendo, la forma de hablar ser¨¢n importantes en relaci¨®n al tipo de narraci¨®n de que se trate, fundamentalmente el reportaje, tanto o m¨¢s que lo que digan esos personajes y entrecomillemos.
?4. Visualizaci¨®n. Hay que contar la acci¨®n de forma que el lector la est¨¦ viendo lo m¨¢s aproximado posible a como la vimos al hacer la informaci¨®n. Suele ser mucho m¨¢s interesante lo que la gente hace, porque la retrata mejor que nada, que lo que dice, porque eso es habitualmente lo que quiere que creamos de ellos.
Si damos un paso atr¨¢s y vemos las cuatro reglas, tan apegadas a la dicci¨®n del texto, con una perspectiva panor¨¢mica, podemos hablar de tres leyes, todas de ellas de obligado cumplimiento.
Las tres leyes. 1. La teor¨ªa del marciano. 2. Soltar lastre. Y 3. No dejar cabos sueltos.
? 1. Teor¨ªa del marciano. Un marciano que desembarcara en nuestro planeta sabiendo castellano perfectamente y con un conocimiento, a¨²n sucinto, de la historia y literatura del pa¨ªs, deber¨ªa entender absolutamente todo lo que se escriba en el peri¨®dico, aunque solo a nivel b¨¢sico. As¨ª, por conocido que sea el personaje, la primera vez que lo mencionemos, lo presentaremos con su cargo o tipo de representaci¨®n p¨²blica. Rafael Correa ser¨¢ el presidente del Ecuador; Henry Kissinger, ex secretario de Estado norteamericano; y lo que venga. En ocasiones, la edad o una aproximaci¨®n a la misma, ser¨¢ tambi¨¦n necesaria, seg¨²n el tipo de narraci¨®n, porque no es lo mismo informativamente un atracador de 20 a?os que de la Tercera Edad.
? 2. Soltar lastre. A medida que vayamos contando la historia precisaremos menos elementos informativos para situarnos. El Hospital de Infecciosos del Ni?o Jes¨²s, figurar¨¢ en adelante como el hospital o la instituci¨®n, pero se acabaron los infecciosos y el Ni?o Dios. Igualmente, evitaremos repeticiones de verbos, sustantivos o adjetivos, cuando menos en un mismo p¨¢rrafo, lo que en las lenguas latinas resulta terriblemente pobre.
? 3. No dejar cabos sueltos. Cuando se empieza algo, algo se termina. No se puede mencionar un suceso y no dar la explicaci¨®n, por sucinta que sea, que aclare al lector (y al marciano) de qu¨¦ va la historia. Escribimos 'las nuevas medidas ¡.' y no podemos dejar de enumerarlas, o solo las m¨¢s importantes de entre ellas. Eso nos obliga a ir con mucho cuidado con esa clase de referencias, porque no podemos inflar un texto con explicaciones ad hoc. Y en esos casos recomiendo que prescindamos de algunos de esos 'salto atr¨¢s', para que las contextualizaciones no hagan intransitable el texto. Pero lo que mentemos, explicarlo debemos.
Todo lo anterior es un mono de trabajo que hay que genetizar, sentir como una segunda piel. El periodista no aprende tanto como incorpora; 'es' mucho m¨¢s que 'sabe', y cuando se enfrenta a la 'p¨¢gina en blanco', hoy llamada ordenador, responde autom¨¢ticamente ante ese est¨ªmulo exigi¨¦ndose a s¨ª mismo no saber hacerlo de otra manera que con la aplicaci¨®n de esas cuatro reglas y tres leyes, que son las siete bienaventuranzas del periodista.
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