?Por qu¨¦ es tan violento R¨ªo?
La corrupci¨®n y la brutalidad policial se mezclan con la falta de derechos
Para realizar una cobertura completa y diaria sobre la inseguridad en R¨ªo de Janeiro, har¨ªa falta una legi¨®n de reporteros. Cuando el enfermo tose mucho, como el pasado mes de enero, puede haber 20 balas perdidas (con muertos o heridos en cada incidente) en apenas 10 d¨ªas y dejar entre sus v¨ªctimas, por ejemplo, a un ni?o de nueve a?os como Asafe William Costa. Sal¨ªa una tarde soleada de la piscina del club Sesi de Hon¨®rio Gurgel a beber agua y recibi¨® un balazo extraviado en la cabeza que le caus¨® la muerte cerebral delante de su madre. Tambi¨¦n puede ocurrir que un polic¨ªa militar mate a una chica inocente y desarmada de 22 a?os porque su coche es un modelo ¡°que se est¨¢ robando mucho¡± y porque el conductor del veh¨ªculo no pare inmediatamente al encenderse la sirena del coche patrulla. O que bandidos armados del poderoso Comando Vermelho (narcotraficantes), a plena luz del d¨ªa, expulsen a siete polic¨ªas de sus casas en Duque de Caxias, amenaz¨¢ndoles con la muerte.
Son apenas algunos exponentes del deporte de riesgo que supone vivir en determinadas zonas de R¨ªo. Se trata del Estado con m¨¢s muertes a manos de la polic¨ªa (413 en 2013), en el pa¨ªs con m¨¢s homicidios del mundo (56.337 en 2013). El Ministerio de Seguridad insiste repetidamente en que ninguna de esas 20 balas perdidas que saludaron el inicio de 2015 (causaron 17 heridos y tres muertos, dos de ellos ni?os) proven¨ªa de un enfrentamiento entre bandas de narcotraficantes y la propia Polic¨ªa Militar, ampliamente despreciada y odiada por su violencia y corrupci¨®n durante las ¨²ltimas d¨¦cadas.
?Tiene la violencia en R¨ªo un perfil propio, como piensa su alcalde, Eduardo Paes? Seg¨²n afirm¨® a este diario Paes (que no tiene competencias en seguridad), el argumento ¡°pol¨ªticamente correcto de echar la culpa a la pobreza es demasiado f¨¢cil. La violencia no existe por la pobreza. Es un problema policial y judicial. En R¨ªo hay un 3% de desempleo¡ Esa es una disculpa pol¨ªticamente correcta¡±. Paes carga contra ¡°la cultura de que el tr¨¢fico necesita un territorio dominado. Coca¨ªna y marihuana hay en cualquier capital occidental. Pero esta locura del territorio dominado es una particularidad nuestra, que tiene que ver con ese permanente diagn¨®stico equivocado¡±.
Julita Lemgruber, hoy catedr¨¢tica universitaria, fue la primera mujer que dirigi¨® el explosivo sistema penitenciario de R¨ªo, entre 1991 y 1994. ¡°Es muy dif¨ªcil aislar una sola variable¡±, sostiene. ¡°En primer lugar, la polic¨ªa de R¨ªo de Janeiro es marcadamente violenta y corrupta, m¨¢s que en el resto del pa¨ªs. No quiero generalizar, pero la corrupci¨®n es muy acentuada. No hay ninguna actividad ilegal que no tenga alguna participaci¨®n de la polic¨ªa¡±.
Lemgruber insiste en que no se refiere a las milicias ilegales (exagentes, bomberos y oficiales corruptos que ofrecen expulsar a los traficantes de las favelas y proteger a la comunidad a cambio de un alto precio), ¡°sino de los poderes constituidos del Estado¡±. ¡°Siempre est¨¢n presentes, en alg¨²n momento de la cadena del delito, aunque sea para dar protecci¨®n¡±, explica.
Es el Estado con m¨¢s muertes a manos de la polic¨ªa, en el pa¨ªs con m¨¢s homicidios del mundo
El nuevo comandante de la Polic¨ªa Militar, el coronel Alberto Pinheiro Neto, ha admitido que ¡°recibe una instituci¨®n con problemas graves, ¨¦ticos, morales y operativos¡±. ¡°Vamos a reconstruir nuestra instituci¨®n¡±, afirma. El secretario de Seguridad, Jos¨¦ Mariano Beltrame, reconoce la gravedad del problema y recuerda que, desde su llegada al cargo, se han detenido a 2.000 milicianos. Sin embargo, llama la atenci¨®n permanentemente sobre un factor ¡°decisivo¡±: el contrabando de las armas.
La perspectiva del estamento acad¨¦mico tiende a discrepar. Ana Paula Miranda, catedr¨¢tica y antrop¨®loga, hace hincapi¨¦ en un ¡°elemento pol¨ªtico¡± de la violencia fluminense: la ¡°ausencia de ciudadan¨ªa¡±. Hasta hoy, explica, ¡°Brasil no consigui¨® garantizar a sus ciudadanos derechos b¨¢sicos, y ciertas formas de expresi¨®n de la violencia est¨¢n asociadas a eso¡±. ¡°Es preciso contextualizar¡±, contin¨²a: ¡°?C¨®mo trata la polic¨ªa a los pobladores de las favelas? La violencia se manifiesta por las descalificaciones que reciben continuamente. Se confunde la pobreza con la violencia. Son ellos los m¨¢s violentados, no tienen derechos b¨¢sicos¡±. Las fuerzas policiales brasile?as mataron entre 2009 y 2013 a 11.000 personas, una media de seis al d¨ªa.
Tanto Lehmgruber como Miranda critican la ¡°ausencia¡± de una pol¨ªtica de seguridad. ¡°Los residentes nunca fueron contrarios a la retirada del narcotr¨¢fico: son sus principales v¨ªctimas¡±, ahonda Miranda. ¡°Pero reclaman continuidad: porque despu¨¦s de unos meses, todo vuelve a su rutina anterior. El Estado no tiene pol¨ªtica de seguridad. Tenemos acciones policiales represivas, que no es lo mismo¡±. Para Lehmbruber, ¡°lo que tenemos son movimientos pendulares desde 1983: momentos en los que se respaldaba la violencia policial y otros en que se acordaban de los derechos. Pasa incluso en las ¨¢reas pacificadas: en algunas se pretende proximidad, y en otras se dispara primero y se pregunta despu¨¦s¡±.
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