El genocidio est¨¢ en marcha
Un terrorismo hipn¨®tico difumina el exterminio en masa de las minor¨ªas
Dos espesas cortinas de palabrer¨ªa y de im¨¢genes manipuladas ocultan o al menos difuminan el genocidio que est¨¢n sufriendo las minor¨ªas ¨¦tnicas y religiosas y muy espec¨ªficamente los cristianos de Oriente en manos del Estado Isl¨¢mico.
La primera es la cortina de los malos usos del lenguaje, cuesti¨®n en la que es grande la responsabilidad de quienes tienen voz p¨²blica, dirigentes pol¨ªticos y religiosos, periodistas e intelectuales: cuando cualquier enemigo intolerante y brutal es un nazi y un fascista y cualquier actuaci¨®n violenta de una dictadura o de un grupo armado es un genocidio, entonces el nazismo, el fascismo y el genocidio se convierten en t¨¦rminos totalmente irrelevantes.
La segunda la forman los se?uelos que ocultan y desv¨ªan la atenci¨®n bajo la forma de una violencia audiovisual extrema, la violencia mucho m¨¢s brutal y masiva del exterminio de grupos humanos enteros por el mero hecho de ser lo que colectivamente son. Esa es la funci¨®n, espec¨ªficamente terrorista, de los v¨ªdeos con las ejecuciones por decapitaci¨®n o por el fuego de los prisioneros del califato terrorista o Estado Isl¨¢mico, sean trabajadores cristianos coptos en Libia, rehenes occidentales y japoneses en Siria o prisioneros kurdos en Irak.
El hecho es que el mundo entero permanece hipnotizado por el horror de estas ejecuciones o se estremece ante la eventualidad de que los lobos solitarios regresen a los suburbios europeos, pero apenas nadie se?ala ni denuncia el genocidio que est¨¢ en marcha, dirigido a limpiar las tierras del califato de cualquier minor¨ªa religiosa que no se identifique con el islam sun¨ª en su versi¨®n salafista, la misma, por cierto, que impera en la mayor parte de la pen¨ªnsula ar¨¢biga, donde la pr¨¢ctica de otras religiones est¨¢ estrictamente prohibida.
La grave y exacta denominaci¨®n como genocidio aparece ya en el informe de Naciones Unidas publicado esta semana sobre el conflicto de Irak. El repertorio de las atrocidades nos remite a lo sucedido en Camboya entre 1975 y 1979, Ruanda en 1994, y la ex Yugoslavia en la d¨¦cada de los noventa, como antecedentes m¨¢s cercanos de matanzas dirigidas a destruir a enteros grupos ¨¦tnicos, ideol¨®gicos o religiosos.
Una antigua y gran ciudad como Mosul, capital de muchas de estas minor¨ªas, se halla desde junio pasado en manos del califato genocida, con 14 tribunales especiales que se dedican a dictar las ejecuciones p¨²blicas diarias. Era la segunda ciudad de Irak, con 1,8 millones de almas, que son ahora apenas un mill¨®n de asustados habitantes, inermes ante el dominio terrorista. La comunidad cristiana ha huido entera o ha perecido. Gran parte de su patrimonio, entre el que se encuentran numerosos edificios religiosos, ya no existe o est¨¢ en peligro. La biblioteca municipal con una valiosa colecci¨®n de 8.000 libros raros y manuscritos, ha sido dinamitada.
Esta vez valen las palabras m¨¢s graves. Es fascismo, es genocidio, y hay que preguntarse a qu¨¦ se debe tanta indiferencia.
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