El hechizo israel¨ª
La pol¨ªtica de Benjam¨ªn Netanyahu, aunque crea esa ilusi¨®n, dista mucho de garantizar la seguridad del pa¨ªs
El miedo funciona electoralmente, sostienen los expertos en comunicaci¨®n pol¨ªtica, porque el cerebro procesa la informaci¨®n relacionada con nuestra seguridad de una forma distinta de la que lo hace con otras noticias. Ese mecanismo de alerta temprana llamado instinto de supervivencia explica que la gente se pegue al televisor cuando tienen lugar desastres naturales o que interese mucho m¨¢s un atraco que la informaci¨®n pol¨ªtica. Si quieren dirigir un informativo televisivo de ¨¦xito, el truco es f¨¢cil: pongan s¨®lo inundaciones y muchos, muchos sucesos.
Ahora piensen en Israel, rodeado de amenazas existenciales, y entender¨¢n por qu¨¦ Benjam¨ªn Netanyahu va camino de convertirse en el primer ministro m¨¢s longevo de la historia de Israel y por qu¨¦ la izquierda de ese pa¨ªs, empe?ada en hablar del precio de la vivienda o, en tiempos ya lejanos, de la paz con los palestinos, se asemeja a una especie en v¨ªas de extinci¨®n.
Nadie puede cuestionar el derecho de los israel¨ªes a preocuparse por su seguridad ni a que esas preocupaciones se sit¨²en en el centro de la vida pol¨ªtica: pocos pa¨ªses en el mundo enfrentan un problema de seguridad tan extremo como lo hace Israel. El problema es que las pol¨ªticas de Netanyahu, aunque crean la ilusi¨®n de hacerlo, distan mucho de garantizar la seguridad de su pa¨ªs. Cierto que el proceso de paz con los palestinos basado en una soluci¨®n que diera lugar a dos Estados, uno israel¨ª y otro palestino, estaba pr¨¢cticamente muerto. Pero al renunciar Netanyahu formalmente a ese horizonte, como lo ha hecho durante la campa?a, sit¨²a a la comunidad internacional y a los palestinos ante una situaci¨®n insostenible. EE UU, pero sobre todo Obama, tendr¨¢ que decidir si deja el problema a su sucesor o cierra su mandato con un enfrentamiento con Israel en campo abierto y a?o electoral. De igual forma, los europeos (Espa?a incluida) se ver¨¢n impelidos a activar los reconocimientos al Estado palestino, paralizados hasta la fecha con el argumento de no perjudicar el proceso de paz, y a revisar sus relaciones con Israel, convertida en potencia ocupante de un territorio sin ning¨²n t¨ªtulo legal para hacerlo ni intenci¨®n de disimular dicha carencia ni la temporalidad de la ocupaci¨®n.
Muchos israel¨ªes parecen vivir instalados en el convencimiento de que deben su seguridad a la maestr¨ªa pol¨ªtica de Netanyahu. ?ste ha logrado convencerles de que la ocupaci¨®n de Cisjordania y el bloqueo de Gaza no s¨®lo no tienen coste alguno sino que explican y garantizan su seguridad. Pero nada hay m¨¢s lejos de la realidad: si algo explica esa sensaci¨®n de seguridad es la decisi¨®n consciente de EE UU y los europeos de mirar, d¨ªa tras d¨ªa, hacia otro lado. Cierto, la l¨®gica de este argumento requerir¨ªa una pol¨ªtica que elevara los costes de la ocupaci¨®n y disipara esa sensaci¨®n de seguridad. Pero, est¨¦n seguros, nadie a este lado se atrever¨¢ a romper el hechizo.
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