Arabia Saud¨ª mide sus fuerzas con Ir¨¢n
La creciente influencia de Teher¨¢n en Oriente Pr¨®ximo refleja el cambio en el equilibrio de poderes en la regi¨®n y provoca la inmediata reacci¨®n de Riad
Vuelve el fantasma de la medialuna chi¨ª. A medida que se acerca la posibilidad de un acuerdo nuclear con Ir¨¢n, dirigentes y analistas ¨¢rabes (sun¨ªes), en especial entre las monarqu¨ªas de la pen¨ªnsula Ar¨¢biga, muestran un creciente nerviosismo por lo que ven como expansi¨®n iran¨ª en la zona. La presencia de sus asesores en Irak y Siria, la consolidaci¨®n de su aliado Hezbol¨¢ en L¨ªbano, e incluso el reciente ascenso Huthi en Yemen, se perciben como parte de un plan del archienemigo chi¨ª. Aunque algunos temores parecen exagerados, hay consenso en que Oriente Pr¨®ximo est¨¢ viviendo un cambio de equilibrios.
¡°Ir¨¢n se ha expandido por la regi¨®n debido a los errores de Estados Unidos desde su invasi¨®n de Irak. Ha sido capaz de penetrar en ese pa¨ªs, en Siria, L¨ªbano e incluso hasta Yemen, y ahora est¨¢ sacando beneficio del posible pacto nuclear¡±, resume el polit¨®logo emirat¨ª Abulkhaleq Abdulla, haci¨¦ndose eco de una convicci¨®n bastante generalizada.
Sin embargo, para Luciano Zaccara, profesor investigador del Centro de Estudios del Golfo en la Universidad de Qatar, la alarma es excesiva. ¡°Ir¨¢n no controla m¨¢s de lo que controlaba antes de la primavera ¨¢rabe, e incluso en Irak y Siria ha perdido influencia territorial en favor del Estado Isl¨¢mico y otros grupos opuestos a los gobiernos que apoya; adem¨¢s, la alianza de EE. UU. con los ¨¢rabes no se va a romper¡±, se?ala.
Los temores no son nuevos. El rey Abdal¨¢ de Jordania caus¨® un gran revuelo pol¨ªtico en 2004 al advertir de que se estaba formando ¡°una medialuna chi¨ª¡± que iba desde Teher¨¢n hasta Beirut, pasando por Bagdad y Damasco. En realidad, los recelos de los ¨¢rabes sun¨ªes hacia Ir¨¢n se remontan a la revoluci¨®n de 1979 cuando muchos dirigentes, fueran dictadores militares o monarcas absolutos, intuyeron el peligro de un movimiento que utilizaba el islam para legitimar el cambio de r¨¦gimen.
A partir de entonces, Ir¨¢n y Arabia Saud¨ª han apostado por contendientes enfrentados en todos los conflictos de la zona. Su pugna por liderar la regi¨®n se ha imbuido adem¨¢s de rivalidad confesional. Mientras la Rep¨²blica Isl¨¢mica, el 90 % de cuya poblaci¨®n es chi¨ª, se erigi¨® en faro de esa rama del islam que sigue uno de cada diez musulmanes, el monarca saud¨ª se proclam¨® abanderado del islam sun¨ª, aunque tambi¨¦n entre sus s¨²bditos tiene una minor¨ªa chi¨ª. Las diferencias sectarias, hasta entonces asunto de debate doctrinal, se convirtieron en se?a de identidad.
En su libro The Shia Revival (El renacer chi¨ª), en 2006, el acad¨¦mico Vali Nasr lleg¨® a la conclusi¨®n de que la lucha religiosa derivada del ascenso de la identidad chi¨ª en la regi¨®n remodelar¨ªa Oriente Pr¨®ximo. Ahora, el bombardeo saud¨ª a los Huthi, la propuesta egipcia de formar una fuerza ¨¢rabe y la creciente implicaci¨®n regional de Emiratos, intentar¨ªan frenar esa transformaci¨®n, en la que los ¨¢rabes sun¨ªes se sienten perdedores.
¡°Es comprensible su decepci¨®n frente a la satisfacci¨®n de Teher¨¢n que ha aumentado su influencia a pesar del golpe que supuso que Arabia Saud¨ª no respaldara el barril de petr¨®leo a 100 d¨®lares, algo que a menudo ignoran los comentaristas ¨¢rabes; adem¨¢s, exageran la amenaza militar de Ir¨¢n, que no es tal si se compara con la capacidad de disuasi¨®n [de las monarqu¨ªas del Golfo] y su aliado EE. UU.¡±, explica sir Richard Dalton, antiguo embajador brit¨¢nico en Teher¨¢n y actual investigador en el centro de estudios Chatham House.
La mayor¨ªa de los analistas, incluidos quienes se alinean con las tesis m¨¢s antiiran¨ªes, coinciden en que el ¨¦xito iran¨ª es sobre todo una cuesti¨®n de oportunismo. Teher¨¢n ha sabido jugar sus bazas frente a la par¨¢lisis de Arabia Saud¨ª que, en su defensa del statu quo, ha encajado mal los cambios desatados por el derribo de Saddam Husein y la primavera ¨¢rabe.
¡°Ir¨¢n es oportunista. A mayor desintegraci¨®n y desbarajuste de los vecinos, mayores oportunidades, pero su objetivo no es tragarse a esos pa¨ªses, como han denunciado [el primer ministro israel¨ª, Benjam¨ªn] Netanyahu y los ¨¢rabes del Golfo, sino avanzar sus intereses estrat¨¦gicos¡±, se?ala sir Dalton.
Prueba de ello es tambi¨¦n ha respaldado a grupos sun¨ªes como el Hamas palestino o los kurdos iraqu¨ªes, aunque a medida que sus rivales regionales han jugado la carta confesional, sus acciones tambi¨¦n se han vuelto m¨¢s sectarias.
¡°Los ¨²ltimos acontecimientos evidencian el total fracaso de la estructura de seguridad existente en el golfo P¨¦rsico y en todo Oriente Pr¨®ximo, que se ha basado en una arrolladora presencia militar de EE. UU., el liderazgo regional de Arabia Saud¨ª, y la exclusi¨®n y aislamiento de Ir¨¢n¡±, interpreta por su parte Mehran Kamrava, director del Centro de Estudios Regionales de la Universidad de Georgetown en Qatar.
De ah¨ª que la posibilidad de un ¡°gran pacto¡± regional al hilo del acuerdo nuclear inquiete a las monarqu¨ªas ¨¢rabes. ¡°Si se firma, y estamos en los ¨²ltimos cinco minutos, Ir¨¢n ser¨¢ reconocido como potencia regional, un Estado con capacidad at¨®mica, y eso representa un reto estrat¨¦gico enorme para Arabia Saud¨ª y el resto de los pa¨ªses del Golfo¡±, advierte Abdulla.
Aunque el ascenso de Ir¨¢n supone una p¨¦rdida de influencia en la regi¨®n para los ¨¢rabes, los analistas sugieren que la forma de abordar los cambios no es el enfrentamiento sino la cooperaci¨®n, por ejemplo en la lucha contra el Estado Isl¨¢mico (Kamrava). El temor, sin embargo, es que aumente el rechazo hacia Ir¨¢n y, en consecuencia, ¡°la desconfianza y represi¨®n sobre las minor¨ªas chi¨ªes¡± (Zaccara).
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