El d¨ªa que Jalisco se raj¨®
La inseguridad fue el resultado de una estrategia equivocada en contra de los c¨¢rteles
S¨ª, es preocupante que los narcos hayan podido tumbar un helic¨®ptero de guerra blindado y artillado, pero lo que verdaderamente atemoriza es lo que sigui¨® despu¨¦s: la capacidad log¨ªstica que supone concertar en cuesti¨®n de horas una veintena de retenes simult¨¢neos en diversos puntos del occidente de M¨¦xico, con la intenci¨®n de ahogar a Jalisco y a su capital, Guadalajara, una ciudad de cuatro millones de habitantes. Un d¨¦j¨¤ vu de lo que el pa¨ªs experiment¨® seis a?os antes cuando Monterrey vivi¨® secuestrado por los Zetas.
Durante d¨¦cadas los mexicanos asumieron que el narcotr¨¢fico era un fen¨®meno inevitable pero circunscrito a determinadas zonas del pa¨ªs, por lo general aisladas y distantes. Algo que suced¨ªa en la frontera o en las sierras, siniestro y terrible, pero ajeno y marginal. Algo que le suced¨ªa ¡°a los otros¡±. Como la miseria extrema o el paludismo. En un pa¨ªs tan desigual, en el que existen tantos m¨¦xicos pero s¨®lo uno de ellos importa e influye, lo que suceda en los otros m¨¦xicos es algo que todav¨ªa no sucede en el M¨¦xico con may¨²scula.
Lo de Jalisco es un aviso de que cosas peores est¨¢n por suceder
Por lo que respecta a las drogas, eso cambi¨® en el sexenio anterior, con la estrategia que sigui¨® Felipe Calder¨®n. El expresidente asegura que no fue ¨¦l quien trajo la guerra a las ciudades, sino que la guerra vino a ellas. Afirma que el negocio de las drogas dej¨® de ser un fen¨®meno de trasiego entre las sierras de cultivo y la frontera estadounidense, para convertirse en una operaci¨®n de control de mercados urbanos. Antes, dice esa versi¨®n, era una operaci¨®n que involucraba esencialmente a los narcos mexicanos (y colombianos) y al consumidor norteamericano, y en peque?a escala a las autoridades necesarias para supervisar y asegurar dicho trasiego. Todo cambi¨® cuando las grandes ciudades mexicanas comenzaron a convertirse en mercados de consumo apetecible para los c¨¢rteles, lo cual desat¨® la guerra por el control de territorios. El Estado mexicano se vio obligado, dice Calder¨®n, a enfrentar esta amenaza de manera decidida y tajante. Cien mil muertos m¨¢s tarde, seguimos en ello.
Como muchas cosas en la vida, la explicaci¨®n es m¨¢s compleja. La decisi¨®n de ir a la guerra tuvo mucho m¨¢s que ver con razones de legitimidad pol¨ªtica que con una crisis de inseguridad p¨²blica. De hecho la crisis de inseguridad fue el resultado de una estrategia equivocada en el combate en contra de los c¨¢rteles. A Calder¨®n le urg¨ªa un golpe de liderazgo sobre la mesa en los primeros d¨ªas de su gobierno, para dejar atr¨¢s la cantaleta lopezobradorista de ser un presidente ileg¨ªtimo. Se escogi¨® el combate al narco porque se crey¨® que cumpl¨ªa todos los requisitos: ser¨ªa aplaudido por los gobiernos extranjeros, ofrec¨ªa resultados inmediatos (pobres narcos, nunca podr¨ªan contra el ej¨¦rcito), respond¨ªa a una creciente preocupaci¨®n de la poblaci¨®n, mostraba a un mandatario decidido y de pulso firme.
El ej¨¦rcito se ha pasado a?os dando palos de ciego al avispero
Lo que sigui¨® lo conocemos todos. El ej¨¦rcito se ha pasado a?os dando palos de ciego al avispero, pacificando a medias una regi¨®n s¨®lo para ver los territorios vecinos infestados de la nueva plaga. Sin inteligencia militar ni una estrategia de combate integral al fen¨®meno del consumo, del lavado de dinero o de la impunidad y corrupci¨®n en el sistema judicial, la liquidaci¨®n ocasional de cabezas del narco simplemente ha provocado la multiplicaci¨®n fragmentada de organizaciones cada vez m¨¢s salvajes. Este martes el gobierno federal anunci¨® que el ej¨¦rcito tomaba el control en Jalisco y Guadalajara. Como lo hizo hace nueve a?os en Michoac¨¢n.
Los mexicanos volvieron a votar por el PRI no porque creyeran que hab¨ªa cambiado sino porque asumieron que, pese a sus defectos, tendr¨ªa la capacidad pol¨ªtica para poner en movimiento a la econom¨ªa y resolver el problema de inseguridad en el que el PAN nos hab¨ªa metido. Ha sido una esperanza fallida. La administraci¨®n de Pe?a Nieto ha seguido una estrategia similar a la de Calder¨®n con id¨¦nticas consecuencias. Lo que sucedi¨® en Guadalajara es una reedici¨®n de lo que padeci¨® Monterrey en el sexenio anterior. Y peor a¨²n, la confirmaci¨®n de que la guerra contra el narco se ha instalado ya en todos los m¨¦xicos. O casi. En un acto de absoluta negaci¨®n, el gobierno federal puede seguir manteniendo su postura esquizoide pretendiendo que la violencia inadmisible y salvaje sigue siendo perif¨¦rica mientras no someta a la capital del pa¨ªs. Lo que ahora ha sucedido muestra que s¨®lo es cuesti¨®n de tiempo. Ha llegado el momento de hacer otra cosa aunque ello implique sacudir las bases mismas del sistema. Lo de Jalisco es un aviso de que cosas peores est¨¢n por suceder.
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