Los coqueteos del expresidente yemen¨ª Saleh con Al Qaeda
La ONU y EE UU han se?alado los v¨ªnculos del mandatario con la red terrorista
Yemen es un desastre. Fracturado en mil pedazos por una larga superposici¨®n de conflictos, a menudo resulta dif¨ªcil decidir si es ingobernable porque carece de un Estado digno de ese nombre, o carece de Estado porque es ingobernable. Constituye una tentaci¨®n mirar atr¨¢s y pensar que hace no tanto tiempo Ali Abdal¨¢ Saleh lograba mantener las riendas de un pa¨ªs unificado despu¨¦s de tres d¨¦cadas de partici¨®n. Sin embargo, su historial de coqueteo con los extremistas isl¨¢micos en busca de apoyo pol¨ªtico durante los 33 a?os que rigi¨® su destino est¨¢ en la ra¨ªz de muchos de los problemas actuales.
¡°Nuestras fuerzas de seguridad ten¨ªan informaci¨®n desde hac¨ªa cuatro d¨ªas sobre la posibilidad de ataques, pero desconoc¨ªan d¨®nde iban a producirse¡±, declar¨® al d¨ªa siguiente del atentado contra los espa?oles en 2007 el entonces presidente yemen¨ª, antes de prometer ¡°una lucha sin cuartel contra los terroristas¡±. ?Minti¨® Saleh? ?Desconoc¨ªa de verdad ese importante detalle? Imposible de saber, pero las acusaciones que ahora ha lanzado Hani Muhammad Mujahid refuerzan la sospecha de que el astuto pol¨ªtico manipul¨® la amenaza de Al Qaeda para perpetuarse en el poder.
En 2011, en pleno apogeo de las protestas populares para desalojarle de la presidencia, sus portavoces no ten¨ªan empacho en asociar a los descontentos con el grupo terrorista. El mensaje muy poco subliminal era que su salida supondr¨ªa la toma del control por parte de Al Qaeda. En la plaza del Cambio, donde decenas de miles de yemen¨ªes de todas las tendencias ped¨ªan que se fuera, desestimaban sus amenazas. Tanto los l¨ªderes islamistas como los socialistas coincid¨ªan en que era el presidente quien jugaba con fuego utilizando a los yihadistas.
As¨ª lo lleg¨® a reconocer el comit¨¦ del Consejo de Seguridad de la ONU que el pasado noviembre congel¨® sus haberes y le impuso la prohibici¨®n de viajar. En el texto original, se aseguraba que hab¨ªa utilizado a Al Qaeda en la Pen¨ªnsula Arabiga (AQPA) para ¡°llevar a cabo asesinatos y ataques contra instalaciones militares, con el objetivo de debilitar al presidente Hadi [su sucesor] y fomentar el descontento entre el Ej¨¦rcito y la poblaci¨®n yemen¨ª¡±. Dos semanas m¨¢s tarde se borr¨® la referencia a AQAP. Pero el golpe de efecto se hab¨ªa producido al decirse en alto lo que se rumoreaba desde hac¨ªa a?os.
Saleh, a quien Estados Unidos aisl¨® tras su apoyo a Sadam Husein cuando invadi¨® Kuwait en 1990, acogi¨® durante la d¨¦cada siguiente a los combatientes ¨¢rabes (los llamados muyahid¨ªn) que hab¨ªan luchado contra la URSS en Afganist¨¢n y los utiliz¨® para vencer a los rebeldes del Sur en la guerra civil de 1994. Sin embargo, a partir del atentado contra el destructor estadounidense Cole en el a?o 2000, se convirtieron en un quebradero de cabeza. Tras el 11-S, Saleh incluso viaj¨® a Washington temeroso de que EE UU fuera a bombardear Yemen. Pero su compromiso con la lucha antiterrorista ha sido como m¨ªnimo ambiguo, tal como revelaron las filtraciones de Wikileaks.
En un despacho diplom¨¢tico fechado en enero de 2010, el embajador estadounidense Stephen Seche se?alaba que ¡°Saleh es conocido por negociar con sus opositores, incluido Al Qaeda, (¡) en su beneficio pol¨ªtico¡±. El suboficial convertido en presidente se mov¨ªa en el filo de la navaja. Tanto daba su bendici¨®n a los bombardeos estadounidenses sobre guaridas de Al Qaeda, como dejaba en libertad a sus miembros cuando le conven¨ªa. Otros documentos dejan claro que aceptaba colaborar en la lucha antiterrorista de EE UU en la medida en que eso le supon¨ªa ayuda econ¨®mica y militar para reforzar su poder.
Las cantidades no son despreciables. Yemen ha sido el principal beneficiario del fondo de asistencia a Ej¨¦rcitos extranjeros para combatir el terrorismo creado en 2006 por el Departamento de Defensa. De acuerdo con datos difundidos por la prensa norteamericana, desde esa fecha hasta finales del a?o pasado recibi¨® 401 millones de d¨®lares, a los que hay que sumar otros 164 millones recibidos desde 2001 del presupuesto del Departamento de Estado para financiar a Ej¨¦rcitos extranjeros.
Ocupado en el juego del divide y vencer¨¢s, Saleh tuvo poco tiempo o pocas ganas para invertir en el desarrollo del rinc¨®n m¨¢s pobre de la pen¨ªnsula Ar¨¢biga. A medida que aumentaba la poblaci¨®n y disminu¨ªan los ingresos del petr¨®leo descubierto hace tres d¨¦cadas, tambi¨¦n se fue quedando sin recursos para seguir cooptando a las tribus. Cuando la presi¨®n de la calle se hizo insostenible, y sus patrones saud¨ªes aceptaron la recomendaci¨®n estadounidense de sustituirle para evitar males mayores, no lo encaj¨® tan bien como pretendi¨® al anunciar que dejaba el cargo. Sus leales en el Ej¨¦rcito estuvieron detr¨¢s del ascenso Huthi que Arabia Saud¨ª ha utilizado de pretexto para su intervenci¨®n militar, el ¨²ltimo golpe al pa¨ªs de la reina de Saba.
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