Hombre de letras
Heredero de Steve Allen y Johny Carson, Letterman supo llevar a niveles de genialidad los mon¨®logos iniciales de sus programas
Bien visto, el apellido de David Letterman podr¨ªa traducirse como una met¨¢fora medi¨¢tica del moderno hombre de letras: el que no necesariamente escribe, aunque conserve un minucioso archivo de anotaciones a l¨¢piz en tarjetas tipo ficha bibliogr¨¢fica en torno a todas las entrevistas, todos los temas, todos los actores y autores, actrices y esc¨¢ndalos que acusan su inter¨¦s; el que procura convertir el hecho de toda entrevista en un g¨¦nero literario en s¨ª mismo y el que elabora ¨Cpor lo menos una vez a la semana, si no es que todos los d¨ªas¡ª una lista de diez frases ingeniosas, emanadas del sarcasmo, para burlarse de la realidad circundante o de ¨¦l mismo. Letterman en las letras de todas las canciones que se interpretaban en vivo, a pocos metros de su escritorio y en muchas ocasiones con el acompa?amiento de un bizarro duende-genio musical llamado Paul Schaffer.
Estas l¨ªneas intentan mostrar un agradecimiento que quiz¨¢ no se entienda entre lectores que no hayan tenido el s¨ªndrome circunstancial, pero cotidiano o consuetudinario de llevarse a Letterman nada menos que a la cama ¨Ccompartida o en solitario¡ª durante buena parte de todas las noches que hab¨ªan transcurrido durante los pasados treinta y tres a?os. M¨¢s de tres d¨¦cadas de cultura popular norteamericana, condensadas todas las noches en un formato ya cl¨¢sico de lo que ya se ha clonado en diferentes idiomas y culturas como ¡°talk show¡±, donde la conversaci¨®n se intercala con el humor de ¡°stand-up¡± y por lo menos dos canciones en vivo por parte de compositores, int¨¦rpretes, grupos de leyenda o estrellas inalcanzables para rutina de todo ocioso, solaz de desvelados o dintel para iniciar con la transmisi¨®n de Letterman la inspiraci¨®n para una madrugada an¨®nima.
Heredero de Steve Allen y Johny Carson, Letterman supo llevar a niveles de genialidad los mon¨®logos iniciales de sus programas (donde llegaba incluso a influir en preferencias electorales o movimientos ciudadanos) y suma miles de horas de inolvidables entrevistas donde un term¨®metro sensorial podr¨ªa determinar los m¨¢s significativos puntos de inflexi¨®n de la cultura popular de finales del siglo XX y principios de este XXI: de la censura con sonaja cada vez que alguien usaba la palabra Fuck al atrevido striptease instant¨¢neo que se avent¨® Drew Barrymore sobre el escritorio de Letterman (dejando de ser en ese instante la ni?ita de E.T. y convertirse en mujer¨®n para cualquier papel estelar), de las repetidas entrevistas con Madonna (siempre fardando de su erotismo desatado hasta para fumar un puro al aire) a las inolvidables locuras de Bill Murray o Jim Carrey, el ¨¦xito de Seinfeld haciendo humor sobre nada en particular o Steve Martin tocando el bajo como enloquecido. Por aqu¨ª pasaron McCartney y Bob Dylan, Pacino y De Niro, Tina Fey y Will Farrel y todos si no es que casi todos los escritores con libro de ¨¦xito reci¨¦n publicado, cantantes con disco de oro reci¨¦n galardonado en los Grammys, actores con Oscar y directores con avances de sus pel¨ªculas, pero tambi¨¦n pol¨ªticos pol¨¦micos, alcaldes entra?ables y otros odiados de la ciudad de Nueva York y todos los presidentes de los Estados Unidos de Jimmy Carter a Obama, quien adem¨¢s se despidi¨® luego de que Michelle su primera dama hiciera una aparici¨®n especial para intentar confirmarle a este raro hombre de letras que no pocos de sus asiduos espectadores nos gui¨¢bamos por sus criterios, nos fi¨¢bamos de sus bromas y nos asombr¨¢bamos con el sereno dominio del mejor humor ante el peor de los tedios o menos esperado de los desastres.
Luego del ataque terrorista a las Torres Gemelas de Manhattan y los otros dos aviones secuestrados, no es exagerado afirmar que las palabras que pronunci¨® Letterman en la primera transmisi¨®n en vivo luego de tanta muerte, confusi¨®n, ira e incertidumbre, sirvieron para reconfortar al mejor de los ¨¢nimos de la cultura norteamericana y sembrar una posible manera de digesti¨®n del desastre. Considerando que era una figura p¨²blica de la que se esperaba todas las noches por lo menos un motivo para la hilaridad, no es poca cosa sumarle a su m¨¦rito las ocasiones en las que habl¨® en serio y sin ambages, como tambi¨¦n lo hizo al revelarse en la prensa amarillenta el escandaloso e innegable chisme de que hab¨ªa abusado sexualmente de algunas de su colaboradoras y becarias en la producci¨®n de su exitoso programa.
Por aqu¨ª pasaron McCartney y Bob Dylan, Pacino y De Niro, Tina Fey y Will Farrel y todos si no es que casi todos los escritores con libro de ¨¦xito
Letterman sali¨® no s¨®lo airoso y arrepentido de ese lance, sino tambi¨¦n rejuvenecido y lleno de vida cuando volvi¨® a las c¨¢maras luego de un infarto que hubiera sido fulminante de no ser por la cu¨¢druple o qu¨ªntuple maniobra card¨ªaca con la que le parcharon las arterias. Al preguntarle su productora si deseaba tener a alg¨²n invitado en especial para cuando volviera al aire con el coraz¨®n renovado, Letterman confes¨® su antojo por llevar al programa a los Foo Fighters. Dos d¨ªas despu¨¦s, la productora le inform¨® que el afamado grupo de rock andaba de gira por Sudam¨¦rica, pero sin dejar que se desanimara al instante le inform¨® que el grupo hab¨ªa cancelado la gira, precisamente para poder estar en su programa y tocarle ¡°Evermore¡±, su canci¨®n favorita. No era cosa rara: todo m¨²sico que pasaba por Manhattan y todo actor que quisiera conquistar Broadway, toda cantante que deseara multiplicar un ¨¦xito en la radio y todo c¨®mico que so?ara con realmente vivir por hacer re¨ªr, har¨ªan lo que fuera por aparecer en el programa de Letterman, no s¨®lo por la audiencia multitudinaria, sino porque realmente era un espacio de absoluto delirio impredecible: a veces se le ocurr¨ªa verificar con c¨¢maras apostadas en la azotea del m¨ªtico teatro-estudio Ed Sullivan qu¨¦ pasar¨ªa si se tirasen cien sand¨ªas a la calle o entrevistar en directo al due?o de una tintorer¨ªa china, montar la c¨¢mara en un taxi amarillo y ver para d¨®nde se iba el azar o invitar una vez al mes a ciudadanos comunes que quisieran mostrar en cadena nacional los trucos o maromas m¨¢s est¨²pidas que realizaran sus mascotas y luego, a la semana siguiente llevar a estudiantes universitarios para la realizaci¨®n de explosivos experimentos qu¨ªmicos que de qui¨¦n sabe qu¨¦ manera resultaban risibles, pero no por ello dejaban de ser did¨¢cticos.
Quiz¨¢ todos sab¨ªamos que llegar¨ªa el d¨ªa en que se despidiera David Letterman de las pantallas y que se formar¨ªa una larga fila de estrellas para ir a agradecerle eso que por lo visto no se puede explicar en pocos p¨¢rrafos, pero que tiene que ver con las cuadr¨ªculas de humor, entretenimiento, m¨²sica, chisme, far¨¢ndula, admiraciones y denostaciones que parec¨ªan fusionarse en el hipot¨¢lamo de no pocos televidentes, al borde del sue?o o el insomnio. As¨ª, volvi¨® Julia Roberts a plantarle un beso en los labios y lleg¨® George Clooney con la intenci¨®n de encadenar a Letterman a su escritorio intentar evitar lo inevitable: que se vistieran de smoking los Foo Fighters y volviera a tocar ¡°Evermore¡± en vivo, mientras un video se encargaba de resumir en pocos minutos tantos a?os de historia popular norteamericana¡ hasta llegar al instante en que con absoluta serenidad, al filo m¨¢s de una carcajada que de la l¨¢grima, el enrevesado hombre de las letras simplemente dijo Buenas noches y muchas gracias.
Un agradecimiento que quiz¨¢ no entiendan los lectores que no hayan tenido el s¨ªndrome de llevarse a Letterman a la cama
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.